Tenía yo un compañero y colega de especialidad del que aprendí un latiguillo que luego, aunque con alguna modificación formal, he oído repetido en boca de mucha gente. Cuando se le preguntaba por algún asunto del que se había encargado y que en teoría debía haber completado hace tiempo, invariablemente contestaba una frase ominosa para el futuro del proyecto: “Ya casi está, no falta más que…”. Habitualmente, lo que faltaba era casi todo lo que había que hacer o bien algo que por arte de birlibirloque, mi colega había decidido que dependía de que se encargara otra persona (a veces yo mismo) y que por tanto a él le dejaba al margen y con el deber cumplido.

A lo largo de mis muchos años en un organismo como la ONT que dependía para afrontar cualquier problema del Ministerio de Sanidad, esta frase la he oído en sus distintas variedades, pero con el mismo sentido una y mil veces. Desde que en el ya lejano 1989 me hiciera cargo de la ONT, entonces una organización sin estructura, presupuesto, sustrato legal ni personal propio, mi principal preocupación durante bastantes años fue intentar que los sucesivos ministros (ya entonces cambiaban bastante) y todo el escalafón intermedio de subsecretarios, directores generales y funcionarios varios cumplieran con su misión y simplemente dotaran a la ONT con los medios necesarios para funcionar.


"En el Ministerio de Sanidad primero prometían arreglarlo, luego admitían dificultades y finalmente decían que ya casi estaba pero que solo faltaba…y allí entraban invariablemente factores externos sobre los que aparentemente no podían actuar ni siquiera los que se sentaban todas las semanas en el consejo de ministros. Eso sí, te explicaban perfectamente por qué no se podía hacer, en eso eran maestros"



Las respuestas solían ser parecidas, primero prometían arreglarlo, luego admitían dificultades y finalmente decían que ya casi estaba pero que solo faltaba…y allí entraban invariablemente factores externos sobre los que aparentemente no podían actuar ni siquiera los que se sentaban todas las semanas en el consejo de ministros. Eso sí, te explicaban perfectamente por qué no se podía hacer, en eso eran maestros. Hubo que esperar 10 años hasta 1999 cuando un ministro con voluntad de arreglarlo (Romay Beccaría y su entonces segundo, Alberto Núñez Feijoo) la convirtieron en subdirección general, algo que permitió su funcionamiento de forma más racional hasta que en 2009, con Trinidad Jiménez conseguimos aprobar su estatuto como organismo autónomo “Organización Nacional de Trasplantes”. Un larguísimo recorrido de 20 años trufado de ejemplos de incapacidad y/o indolencia administrativa en los que si no hubiera sido por los resultados obtenidos es más que probable que la ONT hubiera quedado reducida a un oscuro despacho ministerial con un par de auxiliares administrativas, como fue en sus inicios.

El ejemplo de la pandemia


Si para algo vale esta larga experiencia es para ver venir lo que va a ocurrir con multitud de promesas de la administración sanitaria (valdría igual para otros ámbitos) que se dan por “casi hechas, no falta más que…” pero que no acaban de ver la luz mientras pasa el tiempo sin explicación alguna. Hay muchos ejemplos, los más recientes y fáciles de ubicar en su origen quizás sean los derivados de la pandemia por Covid 19, cuyo fin se acaba de declarar, y con la más que discutible gestión que la administración central y muchas de las autonómicas hicieron de ella.

Cuando al inefable ministro Illa se le cuestionaba por la gestión de la crisis, especialmente en sus inicios, invariablemente decía “Tiempo habrá de evaluar lo que se ha hecho…” Y tanto que ha habido tiempo, han pasado ya tres años y tres ministros desde los primeros meses de la pandemia desastrosamente gestionados y seguimos sin evaluación alguna. El 17 de octubre de 2020 y tras una carta publicada en “The Lancet” por prestigiosos científicos españoles solicitándola, se anunció la decisión de llevar a cabo una auditoría independiente de la gestión de la pandemia. El 22 de septiembre de 2021 se nombró un grupo de trabajo que en teoría debía haber elaborado el informe en un plazo de cuatro meses. Hasta hoy no se ha vuelto a oír hablar del tema, lo que probablemente era lo que se buscaba. Hay quien dice que el informe existe, y que “solo falta hacerlo público”, lo cual es casi peor porque pone de manifiesto la nula voluntad de las autoridades sanitarias de que se conozca su contenido.

La pandemia nos ha dejado múltiples ejemplos de deberes atrasados para los que “no falta más que…”. Es el caso de la historia interminable de la Agencia Estatal de Salud Pública, que a saber cuándo estará operativa, pero ahora me interesa que nos centremos en otra presunta víctima de la pandemia (al menos en parte): la protección del donante vivo para trasplantes.

La protección al donante de órganos


Ya en 2017, en la que fue mi primera y última comparecencia en la comisión de sanidad del congreso de los diputados, expuse lo que era un clamor unánime entre pacientes y profesionales relacionados con el trasplante de vivo: la necesaria protección social del donante. Son muchas las dificultades de índole laboral para hacerse las pruebas necesarias pre-trasplante y que posteriormente se proceda a la extracción del órgano con el consiguiente postoperatorio y posibles complicaciones, hasta el punto de haberse dado casos de pérdida del puesto de trabajo. Se solicitó ya entonces una protección similar a la que se otorga durante el embarazo y el postparto a las embarazadas. Todos los grupos parlamentarios estuvieron de acuerdo en la necesidad de solucionar el problema.

La situación legal, aún vigente, establece que, según Ley General de la Seguridad Social, una incapacidad temporal requiere la “alteración de la salud derivada de enfermedad o accidente”, circunstancias que no se dan en un donante de órganos que por definición es una persona sana. Una interpretación estricta le impediría disfrutar de la baja laboral y de la prestación correspondiente, dejándole en una situación de indefensión laboral, aunque se le garantice la asistencia médica.

Al año siguiente, en 2018, tras una proposición no de ley (PNL) presentada por el partido en el gobierno por iniciativa de la ONT y aprobada por todos los partidos de la cámara, se instaba al gobierno a modificar la ley general de la seguridad social para conceder la máxima protección sanitaria y social al donante. Como casi todas las PNL aquello quedó en nada hasta que después de múltiples vicisitudes, el grupo socialista presentó el pasado mes de marzo, una propuesta de ley para la protección de los donantes vivos que ya incluía las modificaciones pertinentes de la ley de la seguridad social. Por razones que se me escapan, supongo que técnicas, la ley se retiró al mes siguiente sustituyéndose por otro proyecto similar a principios de mayo actualmente en fase de tramitación.

Los donantes vivos


Han pasado 6 años y otros tantos ministros para plasmar algo en lo que todos los partidos sin excepción han manifestado una y otra vez que están de acuerdo (cómo será cuando no lo estén). Como curiosidad y quizás porque los legisladores no han tenido tiempo de asesorarse adecuadamente pese a tener a su disposición la mejor organización de trasplantes del mundo, han incluido algún que otro párrafo sorprendente. Además de especificar en el texto a los donantes vivos de riñón, hígado y médula ósea, que es a quien se trata de proteger, se han incluido otros de carácter experimental y que nunca se han hecho en España (pulmones, páncreas, “tubo digestivo”-sic-), a los de hueso (se supone que las cabezas femorales sustituidas en la cirugía de cadera) y hasta a algunos verdaderamente heroicos, aunque bastante insólitos como la “donación en vivo de córnea o de corazón” (¿?). Estos últimos sólo son concebibles de manera excepcional en los trasplantes dominó en que por razones médicas hay que extirpar el correspondiente órgano original potencialmente sano (corazón-pulmón o globo ocular completo), o bien en el seno del tráfico de órganos, aunque en ambos casos no parece que sea muy factible la protección adicional del donante vivo. Hubiera bastado con decir “cualquier otro órgano o tejido susceptible de ser donado en vivo”.

Ahora “ya casi está, no falta más que…” que la tramiten, que la discutan, que la enmienden adecuadamente y que la aprueben. Y en esto va el presidente del gobierno y convoca elecciones. Casi con toda seguridad, habrá que empezar una vez más, y eso que ya casi estaba…Decididamente hay cosas que parece que están gafadas.