530, 712, 513… Son cifras de fallecidos a consecuencia de la Covid-19 en nuestro país que escuchamos a diario y que se han convertido en una rutina desoladora que nos golpea sin descanso desde hace un año.

Cifras a las que lamentablemente nos hemos acostumbrado y que no debería ser así, pues esconden miles de historias dramáticas llenas de sufrimiento, pesar y tristeza. Algunas de ellas protagonizadas por profesionales sanitarios que han perdido su vida haciendo su loable trabajo de entrega y compromiso por atender y cuidar a los demás.

Es propio del comportamiento humano ceder a la resignación cuando un cúmulo de malas noticias nos hostiga incansablemente durante mucho tiempo. De igual manera, generamos distintas barreras para evitar nuevos impactos a nivel psicológico y emocional y optamos por no seguir escuchando ni hablando de lo que nos duele y atenaza.

La Covid-19 se hace así más fuerte porque logra otro de sus objetivos que es minar los cimientos de la sociedad en su conjunto. No olvidemos nunca que una enfermedad no ataca solo a la salud de las personas sino a todas las estructuras y pilares que conforman la realidad general de cualquier país o territorio, y, por tanto, de su estado de bienestar.

Por ello, y después de un año de convivir con la pandemia, debemos seguir rebelándonos contra las cifras y hacer todo lo que esté en nuestras manos para no sucumbir a la desesperanza y luchar con más fuerza si cabe para acabar con los efectos devastadores del virus.

Las enfermeras, enfermeros, fisioterapeutas y el conjunto del personal sanitario no solo escuchamos las cifras de nuevos contagios, ingresos y fallecimientos por el Covid-19 en los medios de comunicación sino que, como profesionales sanitarios, convivimos con ellas día tras día. Somos los que conocemos a las personas que están detrás de los números, los que les asistimos, cuidamos y acompañamos, ofreciendo cercanía y humanidad.

Somos también los que vemos y sufrimos en primera persona los problemas y necesidades existentes en nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS). Los que ya estaban antes de la pandemia y los que han surgido con especial virulencia a consecuencia de ella.

Más recursos humanos y medios para el sistema sanitario


Conocemos, por supuesto, la ´fatiga pandémica` porque, además de profesionales sanitarios, somos padres y madres, hijos e hijas, amigos y amigas… pero la motivación que nos llevó hace años a querer dedicarnos a la atención sanitaria y cuidados nos mueve ahora a seguir reclamando mejoras para minimizar los efectos de la Covid-19 y también para construir un mejor sistema sanitario que nos garantice una mejor salud a todos y todas en un futuro.

Demandamos más recursos humanos y medios, sí, pero, sobre todo, atención y participación. Queremos que los responsables públicos y representantes políticos realmente prioricen el reforzamiento de nuestra sanidad y que nos dejen colaborar y participar activamente en la toma de decisiones que a corto, medio y largo plazo afectarán a pacientes, ciudadanos en general y profesionales.

Hasta la fecha tenemos numerosos compromisos públicos por realizar. En el Gobierno estatal, en los autonómicos, en el Congreso de los Diputados… varios de ellos supeditados a la finalización de la actual crisis sanitaria para hacerlos realidad.

Ante ellos, la desesperanza a la que no queremos sucumbir cuando escuchamos la evolución de la Covid-19, sí que aparece cuando se trata de declaraciones de intenciones que hemos oído tantas y tantas veces en el pasado desde los ámbitos institucional y político pero que nunca han cristalizado en soluciones reales y estructurales para proteger y beneficiar tanto al SNS como a los pacientes y profesionales que lo configuran.

No nos resignemos y sigamos reclamando todo lo que resulte necesario para que la pandemia causada por el coronavirus tenga el único efecto positivo de convertirse en un gran revulsivo para lograr una sanidad pública mejor y más segura en un futuro.