Cuando allá por 1491 Leonardo da Vinci inventó la servilleta, no sintió el éxito y sus beneficios, sino más bien la frustración. Pretendía que cada comensal dispusiera de su propio paño, y así evitar los manteles sucios de la mesa de su señor Ludovico, donde los invitados estaban acostumbrados a limpiar sus manos y cuchillos. Su innovadora propuesta no cumplió con las expectativas, y en lugar de recibir el reconocimiento, ocurrió al contrario, como pone de manifiesto la crítica del embajador florentino en Milán, Pietro Alemanni, cuando en uno de sus Informes del año 1491, le acusa de descuidar la escultura y la geometría para dedicarse a los problemas del mantel y la mesa.

El invento de la servilleta chocó con un problema, nadie sabía para qué servía ni cómo utilizarla.

Como recoge en su libro Carlos Fisas, extraido del propio informe del embajador milanés, “unos la usaron para sentarse, otros para sonarse la nariz, otros para jugar y tirársela entre ellos y otros para envolver la comida que se llevaban”. Para decepción de Leonardo da Vinci, referente de la Inteligencia humana, el mantel quedaba tan sucio como cuando no había servilletas sobre la mesa.

Hace pocos años me llamó la atención una mención en Twitter (ahora X), cuando un facultativo cuestionaba mi posicionamiento sobre la importancia de la salud digital y la necesidad de desarrollar procesos de transformación digital a todos los niveles, comentando que “un médico nunca pasaría consulta con un ipad”.

La Estrategia de Salud Digital del SNS plantea la transformación digital de los servicios del Sistema Nacional de Salud en tres áreas principales de actuación:

  • El desarrollo de servicios digitales e inteligentes
  • La interoperabilidad de la información sanitaria
  • El impulso a la analítica de datos

Sin embargo, probablemente ha faltado un plan de implementación en centros y hospitales, de procesos de transformación digital estructurados, explicando el sentido que tiene cada paso de los mismos. De esta manera se evitaría que no prevaleciera la opción personal, el nivel de conocimiento o el compromiso individual frente a la salud digital, máxime cuando hablamos de un asunto trascendental, que marca la evolución de la sanidad del siglo XXI.

El tiempo pasa de manera rápida, y hoy, entre incertidumbres, logros y sorpresas, la atención sanitaria se encuentra inmersa en un nuevo paradigma, el de la Inteligencia Artificial (IA), y deberíamos de cuidar que no nos pasara lo que a Leonardo da Vinci con el curioso invento de la servilleta, o que la transformación digital nos siguiera arrasando sin las estructuras, procesos o procedimientos adecuados.

La IA es una realidad, está ahí, y es nuestra responsabilidad estar preparados para ello, asegurando cinco aspectos:

  • formación
  • información
  • datos
  • seguridad
  • ética

Vamos a desarrollarlos:

  1. Formación de profesionales, desde la Universidad a la formación práctica y continuada
  2. Información a la ciudadanía, recelosa de la privacidad de sus datos
  3. Gestión de indicadores y que respondan a lo que realmente queremos medir
  4. Seguridad para que los datos y su aplicabilidad sea la adecuada
  5. Ética para regular las nuevas formas de trabajar, interactuar y vivir, libres de amenazas o prejuicios y sin barreras discriminatorias.

No se trata de trabajar para la IA, algo que en la rutina profesional se nos escapa, sino de entender el sentido de lo que hacemos, medimos y registramos en nuestra actividad cotidiana para “normalizarla”, desde los indicadores clave del SNS o los registros individualizados, hasta los GRDs, camas o la actividad quirúrgica. De esta manera, la IA, sustentada en herramientas y datos bien construidos, servirá de manera eficaz a la gestión sanitaria y a la salud de la ciudadanía, mejorando la capacidad diagnóstica de nuestros profesionales, los tratamientos que reciben los pacientes y la gestión de datos clínicos en las organizaciones. Todo ello nos permitirá avanzar hacia una Medicina más precisa, predictiva y personalizada, como la IA ofrece.


¿Cómo se aplica ahora la IA en salud?


Aunque no siempre seamos conscientes de ello, actualmente la IA ya se aplica en salud de diversas formas:
  1. En el diagnóstico, ayudando a ser más precisos, con algoritmos que analizan datos clínicos, imágenes y pruebas; también ayudando en la interpretación de pruebas, radiografías, resonancias, tomografías, etc., acortando tiempos y agilizando el diagnóstico
  2. Optimizando la gestión de datos clínicos para mejorar la toma de decisiones
  3. Facilitando la monitorización y la telemedicina; utilizando modelos predictivos para identificar patrones y posibles riesgos
  4. Con la cirugía robótica, integrando la IA para realizar procedimientos quirúrgicos de manera más precisa y menos invasiva, y posibilitando las conexiones humanas a través de las redes sociales

Aunque la IA pueda ofrecer beneficios significativos para el profesional sanitario, también plantea desafíos, como la formación específica para gestionar la interpretación de los resultados y sobre todo, mantener la relación médico-paciente centrada en la empatía y la comunicación humana. Si bien la IA transformará la forma en la que los profesionales sanitarios realizan su trabajo, también generará nuevos desafíos y oportunidades que requerirán flexibilidad, adaptabilidad y un enfoque ético y humano en su implementación.

La Gestión Sanitaria se enfrenta a grandes retos con la IA, por un lado la seguridad de datos, porque a partir de ellos se construyen los algoritmos en los que se basan las respuestas, por otro la confidencialidad y la protección de información sensible, y por supuesto, la ética y el rigor en indicadores y el cumplimiento de estándares. Desde el punto de vista ético, es necesario establecer límites y asegurar la supervisión profesional en la toma de decisiones, con un marco regulatorio y de responsabilidad legal que, además, garantice la equidad en el acceso a la IA y sus aportaciones.

Desde el punto de vista operativo, el reto es mejorar la interoperabilidad de plataformas y sistemas y asegurar la financiación para incorporar tecnologías de IA, pero aun teniendo todos los recursos, lo que determina o no la incorporación de la IA en salud, es el papel que desempeñan las personas. Los profesionales sanitarios necesitan formación en competencias de conocimiento, habilidades y actitudes, para comprender y utilizar la IA con seguridad y criterios de calidad.

No basta con disponer de herramientas para la IA, por muy inteligentes que sean, es necesario contar con la inteligencia humana que de verdadero sentido a la Inteligencia Artificial. Esta es la mejor manera de evitar la frustración o el mal uso de lo que sin duda es un buen recurso, como le ocurrió a Leonardo da Vinci con el invento de la servilleta, al comprobar que los comensales de su protector Ludovico, no supieron darle el uso correcto al que estaba destinada.