Dice George Clemenceau que “es preciso saber lo que se quiere; cuando se quiere, hay que tener el valor de decirlo, y cuando se dice, es menester tener el coraje de realizarlo”. Aplicado a lo que quiero plantear, las listas de espera, aunque sean un mal endémico asociado a los Sistemas de Salud, tenemos que querer solucionarlas; ahora que hay campaña electoral y hay que prometer y mentir hasta la saciedad, dígannos, Sres. Políticos, que esto es una certeza y que tienen el valor de decir que se tienen que abordar para dar una solución; y después tengan el coraje de decirnos cómo y pónganse manos a la obra para hacerlo. Parece fácil, pero no lo es. Y me explico.

Las listas de espera, no solo las de cirugías pendientes, las más clásicas y de las que más se habla y publica -también las de acceso a las pruebas complementarias y a las consultas externas de especialidades hospitalarias y, ya, a las de médicos de familia y pediatras de atención primaria- son un problema y una de las demandas frecuentes que muestran malestar los pacientes.

Hay que decir que la lista de espera cero, inexistentes, es una utopía y además serían causa de ineficiencia en algo tan importante como la gestión de quirófanos o máquinas de alta tecnología, no siendo desde el punto de vista de una gestión adecuada el objetivo. Una pequeña lista de espera estructural es necesaria para hacer programas quirúrgicos bien planificados y eficientes. No creamos a quien nos diga en su programa electoral que eliminará totalmente las listas de espera: no solo no es creíble, tampoco es eficiente.

En este artículo quiero hacer una primera aproximación al abordaje del problema de las listas de espera quirúrgicas -LEQ-, dejando intencionadamente para otro momento las de consultas externas –CCEE- y pruebas complementarias. Pensemos que lo que más llama la atención de pacientes, gestores, políticos, prensa, etc., es la espera para una intervención quirúrgica. Da igual si han pasado semanas para que te vea tu médico, que este te solicite una prueba complementaria y se tarde meses en hacerla posible, que después y, tras una espera, te vuelva a ver tu médico y entienda necesario derivarte a un especialista hospitalario, al que, con suerte, dentro de unos meses puedas visitar y decida solicitar nuevas pruebas complementarias que tendrán sus tiempos de espera, nueva consulta y, por fin, indicación de cirugía. Con ello, se te incluye en LEQ y… toca esperar el tiempo que toque, eso que a la gente tanto preocupa y que, en demasiadas ocasiones, es menos tiempo que el que ha pasado hasta que se toma la decisión de incluir en lista. Dicho así parece sencillo y que no es para tanto, pero medido en tiempo para el sufrido paciente, una eternidad.


"La lista de espera cero, inexistente, es una utopía y además serían causa de ineficiencia en algo tan importante como la gestión de quirófanos o máquinas de alta tecnología"



Bueno, y ¿cómo abordamos las LEQ? ¿Qué podemos hacer para dar una solución a este problema? Aquí va la propuesta de un simple jubilado, al que siempre gustó la gestión, de la que participé durante mi vida profesional, en la que tuve el honor de hacer cosas al respecto, algunas muy clásicas, otras novedosas, aunque sin hacer nada sencillo en teoría y complicado de hacer en la práctica.

Pensemos en modelos. Lo primero es pensar que no todas las LEQ son iguales, que cada especialidad tiene un MIX propio, que la composición de las listas hace necesario análisis pormenorizado de cada especialidad, delimitar los procedimientos, complejidad, cuáles son tributarias de cirugía ambulatoria y cuáles requieren ingreso hospitalario, cuántos profesionales se necesitan para cada una de ellas y, por supuesto, los tiempos medios quirúrgicos -TQM- de cada tipo de intervención.

El análisis de la composición de las diferentes listas de espera de las diferentes especialidades nos dará algo fundamental: cuántos casos tenemos y cuánto tiempo sería necesario para abordarlo y en qué plazo tiempo se podría hacer. Con ello valoraremos el coste económico de este abordaje, considerando el coste de personal, fungibles, prótesis, etc. Hay factores que son claros, el valor medio de fungibles, otro material, prótesis, etc., y una buena estructura contable de costes nos daría una aproximación bastante certera.

Otro problema es el de los profesionales. Costes variables en función de cómo se aborda este capítulo I de los gastos de personal. No es lo mismo que se pueda contratar equipos quirúrgicos ad hoc para acometer las intervenciones de estas LEQ, con estructura de gasto según valor de contrato de cada profesional, sueldos y seguros sociales -si es que hay especialistas disponibles en un “mercado” marcado por la escasez de muchos de ellos- que hacerlo mediante un modelo de pago por “prestación de servicios”, “peonada”, pago por procedimiento, pago de una cuantía fija de tiempo hora quirúrgica, etc. 

Lo cierto es que solo hacer este análisis permitiría conocer la realidad, qué hay tras las LEQ, qué costaría en dinero y tiempo abordarlas para dejarlas en las necesarias para dar satisfacción a las necesidades de los pacientes y hacer que se queden en las mínimas necesarias para una gestión eficiente de los diferentes bloques quirúrgicos. Todo lo demás serían ocurrencias y venta de humo por parte de los políticos. Cuantificar este importe y decir si es asumible o no, si se puede hacer con el presupuesto actual o no, si requiere un presupuesto finalista destinado a poner las LEQ dónde se decida, etc.

De todo esto me gustaría que se hable en campaña electoral, en los debates entre políticos, de programas de sanidad, sin obviar el problema y diciendo la verdad. Ayudaría a muchos a decidir y sería iniciar un camino no explorado hasta ahora, posiblemente el que necesitamos como sociedad, el que los ciudadanos votantes queremos sea el único camino.