Bueno, pues ya está aquí. Ya tenemos declarado el estado de alarma. Pues los de siempre siguen sin estar satisfechos, ahora toca decir que fue una declaración tardía, que han existido enfrentamientos (enfrentamientos, no discrepancias) en el Gobierno, hacer énfasis en lo que falta según su criterio mientras no se resalta lo que se propone, todo es actual y del gobierno central y se “olvidan” de los recortes sanitarios en el periodo 2011-2017. En determinadas comunidades autónomas como la madrileña fue dramática esta acción, y la responsabilidad gestora (presupuestaria, dotación de recursos humanos, mantenimiento) quedó muy dañada desde entonces para la actividad normal, cuanto más para situaciones extraordinarias. Es una introducción para que lo tengamos claro y no se nos olvide.

Esta situación de pandemia no es nueva, a lo largo de la historia han existido varias y de una importancia muy relevante, unas veces se las denominaba como la peste y en otras algunos grupos lo denominaban como plagas. En todos los casos la letalidad fue de gran importancia, por ejemplo la peste bubónica o peste negra del año 1649 que en Sevilla perdió 60.000 habitantes y que supuso el 46 por ciento de la población de entonces.

Estas pandemias han estado presentes a lo largo de todas las etapas históricas. La primera de la que tenemos noticia es la denominada como Peste de Atenas, narrada por Tucídides que contabilizó una cantidad de 50.000-300.000 fallecimientos, entre ellos se encontraba el propio Pericles. Ya en el siglo II aconteció en Roma la denominada Peste Antonina, que se extendió por Roma y las Galias y que afectó incluso al propio Marco Antonio. Procopio nos narra la denominada Peste Justiniana que arrasó con 600.000 fallecimientos que supuso unos 10.000 al día.

A lo largo de los siglos XVI y XVII arrasó Europa la Peste bubónica o Peste negra que terminó con la vida a unos 25 millones de europeos, que tuvo picos de reagudización muy relevantes, en Milán (1629-1631) y que costó 280.000 vidas. Unos años después arrasó en Sevilla el 46% de la población. La previa a esta epidemia fue un brote acontecido en San Cristóbal de La Laguna durante el año 1582 y que costó la vida a 5.000-9.000 personas.

Han existido otras pandemias muy famosas como la denominada Gripe española (1918-1919) con 50 millones de fallecimientos en el mundo. La gripe asiática (1959) con un millón de víctimas. La gripe de Hong Kong de los años 1968-69 costó la vida a 40.000 personas. VIH-SIDA desde 1984 ha arrasado con 25 millones de vidas. Las vacas locas (1990) se saldó con 150 víctimas.

La viruela era una gran pandemia que acabó con millones de vidas a lo largo de los siglos, hasta que la OMS la declara erradicada en la década de los ochenta del pasado siglo, siendo esta erradicación un gran éxito de las vacunas.

El cólera arrasó con 20.000 fallecimientos en Francia durante el siglo XIX, en Londres en 1830 tuvo 30.000 víctimas y en España alcanzó la cifra de 300.000 en el periodo comprendido entre 1831 y 1854.

La fiebre amarilla, la polio, la sífilis que llegó a afectar hasta el 15% de la población con gentes tan ilustres como Beethoven, Oscar Wilde, Colón, Baudelaire, Van Gogh, Nietzshe, James Joyce o Hitler. La malaria que arrasa con 500.000 personas al año.


"La primera pandemia de la que tenemos noticias es la Peste de Atenas, que contabilizó entre 50.000-300.000 muertos, entre los que estaba Pericles"


En esta época moderna tenemos la denominada como Gripe aviar que se desarrolló en el año 2003 o la gripe del virus influenza AH1N1 en el año 2009. Sin olvidar las casi 5.000 muertes producidas por el virus del ébola acontecidas en el año 2014.

En todas estas pandemias se han recogido unas características generales: se diezmaba la población de forma muy importante, afectaba sobre todo a gente humilde y pobre, disminuía la demanda interna de las naciones de forma muy importante, se incrementaba el desempleo, se afectaba la producción de alimentos y se extendían las conocidas “hambrunas”. Así que al panorama de muertes y afectación de la salud se sumaban estos efectos sociales y económicos sobre el conjunto de la población.

El drama social también sufrió modificaciones importantes, por un lado parecía que se localizaban geográficamente, por otro lado la eficacia de los medios terapéuticos era muy patente y las vacunas ganaban el terreno preventivo a la mayoría de los procesos. Todo ello hacía sentirnos orgullosos y, en cierta medida, hasta victoriosos hacia las grandes pandemias de la historia.

Pero llegamos a una nueva etapa en la que la etiología infecciosa parecía superada, pero claro esta pandemia no es bacteriana sino que es vírica, muy contagiosa y sin tratamiento. Es un germen nuevo que llega del mítico gran país de China. No ha hecho falta mucho tiempo porque la época de los grandes viajes de epopeya como los de Marco Polo ahora se realizan en unas horas, con lo que la difusión de la enfermedad se hace en muy poco lapso de tiempo. Es más, la capacidad de información es inmediata con la pujanza y extensión de los nuevos medios de comunicación.

La formulación en estos términos es de una gran relevancia: proceso nuevo, gran contagiosidad, letalidad evidente, ausencia de un tratamiento efectivo, ausencia de una vacuna, afectación más grave a colectivos determinados que les hace muy vulnerables (personas mayores, pluripatologías), sistemas sanitarios escasamente diseñados para situaciones límites de este tipo, población muy sensible al efecto de la información inmediata sin contrastar y que se difunde de forma perniciosa. Todo ello es un caldo de cultivo escasamente proclive a la comprensión dinámica y científica, pues se prefiere lo que sea y cuanto más raro y excepcional parezca, se le otorga mayor credibilidad.

En España cada miembro de la ciudadanía lleva incorporado un seleccionador de fútbol y un planificador sanitario, con lo que el proceso es francamente difícil. Se informa sobre la excepcionalidad, lo que es escasamente importante, se informa de los sucesos de menos impacto en los resultados, pero se marginan los procesos. 

"En España cada miembro de la ciudadanía lleva incorporado un seleccionador de fútbol y un planificador sanitario"



Vamos a analizar el caso de los EPI (Equipos de Protección Individual), no es algo que se tenga disponible de forma generalizada permanentemente. Es posible que se disponga de algunos para algunos recintos determinados (centros de investigación, centros especializados). Al acontecer una pandemia la demanda de estos recursos se dispara, pero no solo en España, sino en el conjunto de los países y, además, en un plazo de tiempo similar. Entonces habrá que realizar una transformación de determinados medios de producción y una modificación de las cadenas de distribución. La gestión de la crisis se complica porque el virus no para de actuar, de contagiar y de difundirse.

El sistema sanitario es un lugar sensible porque se encuentra diseñado para actividades regladas y programadas. Las situaciones agudas muestran las vulnerabilidades del sistema, las situaciones muy novedosas hacen que le cueste reaccionar con rapidez salvo la perspectiva asistencial directa, donde prima el gran voluntarismo y entrega de los profesionales sanitarios. Unos profesionales sanitarios que apenas están acostumbrados al duelo de omnipotencia, a los que se les exige y ellos mismos se exigen el máximo y el sobreponerse a todo tipo de dificultades. En estas circunstancias el principio de realidad es muy doloroso personal e institucionalmente y el monto de ansiedad se incrementa hasta cotas que pueden hacerse insoportables.

Nuestros sistemas sanitarios no están diseñados ni funcionan para estas circunstancias de tensión. Nos guste o no. Lo aceptemos o no. El sistema sanitario español es de los mejores del mundo y sus fortalezas se sitúan en la organización funcional de ese sistema y en su accesibilidad a la población. La planificación sanitaria ha sido muy importante, pero… no incluye estas circunstancias excepcionales. De hecho las camas de UCI están bastante adecuadas a la demanda normal, pero en estas circunstancias se desbordan. Es evidente que no se puede tener un respirador para cada ciudadano, en estas circunstancias hay que comprarlos pero para ello la industria debe producirlos y hacerlos llegar a donde se requiera. Son recursos de tecnología elevada y no es hacer cualquier aparato, son instrumentos que deben estar homologados. Complicada situación, porque la demanda acontece de forma simultánea en diversos lugares y no solo de un país sino de múltiples países y múltiples lugares de cada país.

Los más simples análisis aportan que en dos meses tenía que haberse previsto. Una cosa es prever y otra, muy diferente, conseguir o comprar y adquirir para poder disponer en el momento. 

Otra característica fundamental de esta pandemia es la inmediatez de las informaciones, muchas de las cuales son, cuanto menos, inexactas o francamente falsas, las denominadas como fakenews. Luego están los “sabios”, aquellos medios de comunicación o personas que saben todo de todo. Saben de planificación sanitaria, de técnicas asistenciales de emergencias, de tratamientos, de investigación y todo lo sazonan con insultos hacia los responsables de desarrollar el trabajo.

Todo se hace con una gran falta de respeto muy evidente. Los profesionales médicos han estudiado seis años de licenciatura, cuatro años de especialidad, se han presentado a una oposición estatal y han desarrollado su práctica profesional en campos como la epidemiología, la salud pública, las urgencias y emergencias. Son profesionales que se conocen y saben su oficio y, en ocasiones, les cuesta poder afrontar la realidad aunque sepan lo que se debe hacer. Un ejemplo, la guasa con la que tomaban las normas de la distancia social o del lavarse las manos, otro ejemplo la necesidad de confinamiento ciudadano es una prioridad para cortar la difusión de la pandemia ¿pueden creer que la policía ha puesto más sanciones que contagios han existido?

Pues hay mindunguis políticos que quieren poner en cuestión todo lo realizado. Claro es que a agua pasada y sin responsabilidades directas es muy fácil criticar y hacer demagogia. Sí, demagogia porque muchos de ellos cuando detentaron el poder realizaron unos recortes en sanidad tan importantes como para hacer disminuir en más de un punto el impacto en el PIB de la sanidad, eso es una gran responsabilidad. Los profesionales sanitarios con la marea blanca ya avisaron a esos responsables políticos: los recortes en sanidad, matan. Aquí está la prueba, porque esos recortes fueron a la sanidad pública pero los conciertos privados incrementaron su financiación. Ahora inician una tímida colaboración parcial, limitada y obligada por vergüenza profesional. Algunos dirán que eso es pasado, no, no es pasado, es el presente porque de aquellos polvos, estos lodos.

Así se va generando un malestar muy evidente. Una sensación de pánico creciente en la población y un incremento en la ansiedad y angustia personal y profesional. Este pánico hace disminuir la eficacia de los estados de alerta y, por lo tanto, disminuye la eficacia de la respuesta inmune. Efectivamente, se sabe que las situaciones de estrés excesivo disminuye la capacidad de defensa del organismo. Estudios de psicoinmunología así lo atestiguan. Ese pánico es paralizante y también induce a cometer errores y a incrementar la sensación de cansancio. El pánico social es un mal medio de cultivo para cumplir lo que se le requiere y un buen medio de cultivo para mentiras, rumores y bulos que, curiosamente, adquieren más credibilidad que las razones de peso.

Es fundamental tener claro que la prioridad actual consiste en frenar la difusión de la pandemia. En conseguir los recursos que se precisen hasta donde sea preciso. Hacerlo con honestidad y lealtad consiste en trabajare codo con codo para superarlo y no estando siempre hablando de lo malo o de los que queda por hacer o de lo que no se ha hecho o de criticar el orden la secuencia y la prioridad. Buscar un culpable universal… ¡Qué fácil es para los necios tener razón siempre!