Cuando me licencié no se me pasó por la cabeza que pudiera dedicarme a la docencia de la Medicina; mi expediente académico no me daría esa oportunidad ante otros compañeros de Facultad con expedientes extraordinarios que se quedaron en la Facultad de profesores y que ahora son catedráticos. Pasaron los años, y cuando llevaba acumulada mi experiencia clínica en Cuidados Paliativos fui llamado como profesor invitado en varias Universidades para impartir la disciplina que yo había aprendido de los pacientes a lo largo de mis años de experiencia clínica en Medicina Paliativa. Me he sentido muy cómodo compartiendo mi experiencia clínica desde la ciencia y desde el acercamiento humano con los futuros médicos. Desde esta perspectiva deseo compartir mi reflexión ante la pregunta que me planteo en el título de este artículo.

No dudo que la preparación de nuestros futuros médicos sea exquisita en cuanto a los conocimientos técnicos de esta disciplina, pero me temo que no es suficiente para que una vez graduados los médicos puedan ejercer su profesión para ayudar a las personas, bien para prevenir que enfermen o bien para curarlas cuando ya han enfermado. La persona enferma no solo está compuesta de órganos que funcionan coordinados entre sí y que somos capaces de cuidarlos para que no dejen de funcionar y si dejan de funcionar también somos capaces de solucionar el problema. Pero además de este funcionamiento fisiológico de todas sus estructuras anatómicas la persona enferma tiene otras dimensiones que se ven afectadas cuando se descontrola su funcionamiento orgánico. Estas son la dimensión emocional, la dimensión social y la dimensión espiritual que junto con su dimensión orgánica o física conforman la personas a la que tenemos que ayudar con nuestra competencia profesional adquirida en la Facultad. Pero yo me vuelvo a preguntar ¿nos graduamos con competencias suficientes para abordar la dimensión más íntima de la persona que es la emocional, la social y la espiritual? Me temo que no.

La persona enferma, que nos espera a que nos graduemos o nos especialicemos para que le ayudemos, desea que nos preocupemos de su enfermedad, que seamos capaces de diagnosticarla, de tratarla para curarla, pero que no nos olvidemos de quien la padece. No solamente nuestros conocimientos científicos nos servirán para ello, necesitaremos poseer habilidades en comunicación para informales adecuadamente de lo que padece o de lo que precisa para curarle, necesitaremos poseer habilidades en la toma de decisiones difíciles que en ocasiones se nos plateen. No podemos olvidar que los médicos aportamos nuestro conocimiento científico, la valoración de la situación y la concretamos en una indicación terapéutica. El enfermo aporta su escala de valores, la forma de construir su futuro y su concepto peculiar de salud y de calidad de vida; y esto lo concretará ponderando la indicación médica para aceptarla o rechazarla. Hemos de tener presente que buscar el máximo beneficio para el enfermo continúa siendo el motor básico de la práctica médica,
pero es la voluntad del enfermo quien va a determinar la dirección correcta y su límite de nuestra práctica médica.


"No solamente nuestros conocimientos científicos nos servirán para ello, necesitaremos poseer habilidades en comunicación"



Tal vez estamos enseñando la medicina basada solamente en la ciencia y hemos de comprender que la ciencia por sí sola es una base insuficiente para la atención clínica a la que se tienen que enfrentar los médicos cuando se han graduado. Los enfoques científicos son básicos y necesarios para esta atención clínica, pero hay otras dimensiones de la persona enferma que también requieren atención a la hora de enseñar medicina. Me estoy refiriendo a los aspectos emocionales, sociales y existenciales hacia los que también ha de enfocarse la docencia médica. Si el médico en su actividad clínica diaria tan solo enfoca su atención a la enfermedad olvidándose de quien la padece tal vez no lo esté haciendo del todo bien. Hemos que ser objetivos con lo que vemos (síntomas, signos, pruebas diagnósticas, etc.), pero al mismo tiempo no debemos olvidar que estamos tratando a una persona.

Desde mi experiencia acompañando durante muchos años a los enfermos en su etapa final de la vida he comprendido que las necesidades de las personas en relación con su salud van más allá del simple modelo de curación de la enfermedad. También me he dado cuenta de que la comprensión del paciente en su modo de reaccionar ante la enfermedad y el sufrimiento exige del médico una actitud enfocada al servicio a la persona. Los profesionales médicos, sobre todo en Cuidados Paliativos, que no expresen ninguna emoción en su comportamiento sino solo su destreza técnica, tal vez no puedan ofrecer lo que más necesita el enfermo en ese momento.

Todo esto que he escrito hasta ahora es para poder seguir reflexionando sobre quiénes enseñan medicina. Entiendo que la Universidad solicite los requisitos académicos necesarios a quienes acceden a la docencia. Pero no entiendo que estos requisitos no estén relacionados con la materia que van a enseñar. Los que nos graduamos hace ya muchos años no conocimos esto, nos enseñaron quienes tenían experiencia clínica suficiente para podernos transmitir lo que necesitábamos saber para ejercer nuestra profesión; incluso quienes nos impartieron las asignaturas preclínicas nos irradiaban la necesidad de conocer de otra manera la anatomía del cuerpo humano, la bioquímica y la fisiología que iban a ser responsables de su funcionamiento. Ahora comprobamos en nuestros hijos que han elegido estudiar nuestra misma carrera que los primeros cursos no son atractivos, aunque técnicamente están bien impartidos, pero en ocasiones impartidos por físicos, químicos, biólogos, sin ninguna experiencia asistencial con enfermos, aunque sí con mucho bagaje curricular basado en publicaciones de artículos científicos en revistas de impacto, estancias en universidades extrajeras de prestigio. Sin duda que están consiguiendo transmitir conocimientos científicos que nuestros hijos estudian con la única pretensión de aprobar cada asignatura para ir accediendo a los cursos clínicos con los que se identifican más con la profesión que eligieron estudiar.


"En ocasiones impartidos por físicos, químicos, biólogos, sin ninguna experiencia asistencial con enfermos"



No hay duda de que los médicos españoles reciben una buena formación de pregrado y postgrado, sin embargo, creo que es necesario abordar reformas encaminadas a lograr un perfil de formación médica más encaminada en la dimensión humana del paciente y en sus necesidades como persona. El estudiante de medicina necesita graduarse con una mayor madurez para comprender el significado que la salud y la enfermedad tienen para el individuo como es el alcance de las preferencias y los valores del paciente y los límites de la ciencia tanto en la investigación como en las aplicaciones clínicas.

¿Hemos de seguir así? Creo que si seguimos así nuestros médicos abordarán seguramente muy bien la estructura física de la persona, pero tendrán dificultades para abordar los otros aspectos que completan la integridad de la persona. ¿Lo podremos cambiar? ¿Quién puede hacerlo?

Parece, según anuncia el actual ministro de Universidades, Joan Subirats, que la experiencia profesional sumará puntos para ser profesor de Medicina, al menos así consta en el anteproyecto de la Ley de Universidades que el Consejo de Ministros tiene entre manos. Esperemos que podamos enseñar mejor la medicina desde la ciencia y desde la experiencia. Creo que aún estamos a tiempo para hacerlo mejor.