Profesor Francisco Fernández-Avilés, coordinador nacional de la Red de Investigación Cardiovascular (RIC) de Instituto de Salud Carlos III

Va camino de convertirse en todo un desafío encontrar un artículo en prensa que -reflexione sobre lo que reflexione- no apele en algún momento a la actual crisis económica que todo lo toca y todo lo estropea. Como habrá comprobado ya el lector, estas líneas no van a ser una excepción a la norma. La investigación médica atraviesa un momento crítico pero no debe perder nunca su norte, que son los pacientes. Es sabido que el envejecimiento de la población trae más problemas oncológicos y cardiovasculares, enfermedades graves que requieren respuestas urgentes. Los pacientes leen en los medios titulares que deslizan grandes esperanzas para sus dolencias. A veces la letra pequeña o no se lee o directamentepasa por alto los tiempos que los investigadores calculan que hay que esperar para que esos grandes remedios lleguen a la cama del enfermo, y además al final no todos llegan. Acortar ese periodo entre el hallazgo básico y la solución práctica es una responsabilidad que tenemos todos los que integramos alguna de las RETICS (Redes Temáticas de Investigación Cooperativa en Salud), independientemente de que sean éstos tiempos de vacas gordas o flacas y dispongamos de más o menos fondos. No cabe cruzarse de brazos.

En el ámbito concreto de la investigación cardiovascular, hemos dado un paso al frente. Las tres redes pertenecientes al Instituto de Salud Carlos III y conocidas como RECAVA, REDINSCOR y HERACLES se han fusionado una sola: la Red de Investigación Cardiovascular (RIC). El objetivo de esta gran estructura sigue siendo el mismo: potenciar el conocimiento científico sobre las enfermedades cardiovasculares y, en última instancia, mejorar la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes. O como he escrito más arriba: que lo que aprendamos en el laboratorio lo podamos aplicar cuanto antes en beneficio de nuestros enfermos. No tiene sentido la excelencia sino hay adecuación del conocimiento a las cuestiones prácticas que consideremos prioritarias.

Al cabo de diez años de experiencia, la creación de la nueva RIC, con más de 800 investigadores organizados en 65 grupos de excelencia que abarcan todo el sistema nacional de salud, responde a una necesidad que se había hecho inaplazable: la de compactar en un solo esfuerzo todo el potencial investigador en el área cardiovascular. Siete programas de investigación diferentes pero de rasgos básicamente similares (excelencia, ambición, visión estratégica, autonomía y trasparencia) y con una finalidad común: reducir el impacto de las enfermedades cardiovasculares sobre la esperanza de vida y el bienestar de los españoles. De hecho cada uno de esos siete programas se ha diseñado tras analizar qué provoca más muertes y qué es aquello que impacta más negativamente sobre la calidad de vida. Bajo esa premisa era pues imprescindible que estuvieran el remodelado miocárdico en las cardiopatías, la aterotrombosis y la isquemia miocárdica, las enfermedades de las válvulas cardiacas y los grandes vasos, las cardiopatías familiares y congénitas, las arritmias cardiacas, la insuficiencia cardiaca clínica y traslacional, y la prevención cardiovascular y mecanismos de la hipertensión arterial.

La coyuntura económica nos debe hacer más autoexigentes que nunca: es preciso tener muy consensuadas las prioridades y también los criterios de evaluación. Sin embargo, las sinergias que antes costaba más crear ahora serán más factibles en la nueva RIC. Podremos alcanzar juntos sitios donde antes nos costaba el doble o el triple llegar por separado. Arranca pues una nueva etapa marcada, desde luego, por la escasez de fondos y por la incertidumbre y competitividad que ahora rodea a las convocatorias de proyectos nacionales e internacionales, pero también es cierto que en el momento de la unificación acumulamos la experiencia de toda una década y una mayor capacidad de interlocución y colaboración con las instituciones públicas, el sector productivo y las sociedades científicas. Nunca hemos sido tan fuertes en ese sentido y no podemos desaprovecharlo.

Respecto a la evaluación de los trabajos en marcha, no queda sino que cada uno de los que integramos esta gran red demostremos cada cuatro años que los recursos se están invirtiendo de forma eficiente, valiéndonos de indicadores inequívocos como la capacidad de generar investigación, desarrollo e innovación. La reducción presupuestaria es una realidad con la que estamos obligados a convivir pero frente a la cual no podemos resignarnos. La búsqueda de fondos europeos y de mecenazgos que contribuyan a la financiación son desafíos que sólo podemos asumir siendo competitivos. Por eso, hemos creado también una Fundación (FIRCAVA) que haga las veces de instrumento de apoyo a la RIC y que interviene bajo un convenio con el Instituto de Salud Carlos III. A través de ella ya se está formando a investigadores y desarrollando eventos educativos, convertida ya en un Centro de Investigación validado por la Unión Europea. Nuestro reto con la investigación es también con los enfermos. Debemos encontrar fórmulas para superar las dificultades económicas que nos complican el camino. Es lo que merecen nuestros pacientes.
 


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