Decía el filósofo Gabriel Marcel que “cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive”. Hoy quiero escribir estas líneas para hacer un reconocimiento sincero a Mónica Lalanda, que si ya era una de las más activas e influyentes en redes sociales, ahora y tras su demostración de valor contrastada en su decisión de dejar su trabajo por su explotación laboral, es algo más que un referente ético. Recomiendo leer la entrada en su blog medicoacuadros: 'Querida explotación laboral: te dejo, no cuentes ya conmigo.

Comienza así: “Estoy en la calle. He renunciado a mi contrato de guardias. He renunciado a la explotación laboral  sangrante y despiadada. He renunciado a la esclavitud de un sistema sanitario absurdo que trata a sus profesionales como basura”. Tremenda entrada para un texto que hay que leer.

Lalanda ha sido capaz de levantar la voz, describir una realidad, poner en evidencia lo que todos sabemos y contra lo que muchos buscamos una solución. ¿Cómo es posible que esto suceda? ¿Qué está pasando en nuestro Sistema Sanitario? ¿Hasta cuándo seguiremos aguantando?

Un Sistema Sanitario del que los políticos/gestores no se cansan de sacar pecho, de ponerse medallas a su costa y del que hacen lo posible e imposible por destruir, ya no sé si de forma involuntaria o cada vez mas deliberadamente. Han quitado a los profesionales los recursos, la motivación y la ilusión. Están consiguiendo que se pierda ese habitual orgullo de pertenencia que caracterizaba a los profesionales del Sistema. Han logrado que se considere este trabajo como un mal menor obligado para poder subsistir.

Estamos ante un modelo caduco, un modelo que ha quebrado. La Función Pública Sanitaria, “los estatutarios”, somos una especie única. Nos tratan como funcionarios especiales, como trabajadores aún más especiales, y por eso nos llaman “estatutarios”, por eso nos aplican el famoso Estatuto Marco. Ello les permite que tengamos jornadas interminables, guardias mal retribuidas, descansos casi de favor, y muchas obligaciones que sí nos hacen cumplir, mientras los derechos se dejan siempre en el olvido.

Oposiciones, traslados, promoción, contrataciones justas, carrera profesional, jornada, etc. son muchas de las cosas a las que hay derecho y que sin embargo se dejan en el olvido. Un sistema de oposiciones caduco, sometido a cambios permanentes, que no prima realmente el mérito y la capacidad. Unos traslados a los que se niegan, unas contrataciones “a dedo” y para mayor gloria del jefe, una promoción inexistente y una carrera profesional paralizada. Este es el cuadro que resume la situación. Años de contratos en precario, sometidos a renovaciones temporales, con miedos no precisamente infundados, contratos al 50 por ciento de la jornada o contratos de guardias, viendo cómo pasan los años y las posibilidades de consolidar una plaza son escasas, con OPEs mínimas y que si tienes suerte terminas por lograr alrededor de los 35 o 40 años.

En estas circunstancias no es de extrañar que compañeros como Lalanda tiren la toalla, digan que hasta aquí hemos llegado y decidan abandonar. Lo triste es que con ello se pierden excelentes profesionales, de los que no podemos prescindir, a los que debemos cuidar. ¿Y qué dicen de esto los responsables? Nada. ¿Y qué hacen los responsables para evitarlo? Nada. ¿Y qué podemos esperar de los responsables? Nada de nada. Así son las cosas.

Como bien dice en su artículo, nos tratan como basura, nos explotan, nos humillan, nos maltratan, y por eso de la necesidad se aguanta día tras día. Qué bueno sería que nos armemos de valor y todos los profesionales siguiéramos el ejemplo de Mónica Lalanda y dijéramos “te dejo, no cuentas ya conmigo”. Ese día crujirían las estructuras del Sistema y a nuestros políticos/gestores se les atragantaría el día. Saben que esto no sucederá y por eso están tranquilos, pero ¿quién dice que no sea posible que un día, solo por un día, todos los profesionales digamos basta ya? No sé si llegaré a verlo, pero creo que sería una solución definitiva para lograr reflotar un Sistema de Salud que se hunde irremediablemente mientras nosotros, los profesionales, nos dedicamos a tocar el violín y amenizamos la catástrofe.

Y como decía al inicio, debemos vivir como pensamos y no acabar pensando como vivimos, que sería asumir como normal lo que sucede, interiorizando que el Sistema es así, que todo está bien. Yo al menos me niego a ello y seguiré denunciando la situación, peleando dentro de mis posibilidades y pensando que si queremos, podemos cambiar esta situación.

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