¿Te subirías al avión que te llevará a tu destino si te dijeran que existe un 10% de probabilidad de que se estrellara a la mitad del Océano Atlántico? Mi avión despegó sin que nadie me dijera nada. Tengo un linfoma de Hodgkin, un cáncer que se aloja en el sistema linfático, uno de los principales actores de nuestro sistema inmunológico para defendernos de las enfermedades.

El 90% de los pacientes diagnosticados y tratados a tiempo consiguen vivir más de 5 años. El contexto de mi doctora y del doctor Google dejan claro que peor es un cáncer de pulmón o de páncreas en etapa avanzada, como peores son muchos otros tumores. Cada año se detectan en España 1.400 nuevos casos de este tipo de cáncer, que afecta más a hombres que a mujeres, y que se presenta, en una alta proporción, en jóvenes de entre 15 y 35 años, según el Observatorio del Cáncer de la Asociación Española Contra el Cáncer.

Aunque dicen que las terapias y la medicina han avanzado en años recientes, la palabra “quimioterapia” tiene una enorme carga que nos proyecta la imagen de personas cada vez más a menudo entre nuestros conocidos: aspecto demacrado, cabeza afeitada, ojos que parecen más grandes sin cejas y pestañas, masa muscular reducida. En definitiva, la imagen que quizá muy pronto me devolverá el espejo.


"Cuando te diagnostican cáncer se activa el miedo a no querer comer, una de las cosas que más disfrutas en la vida, a las náuseas y a no poderte levantar cuando el movimiento ha sido una de tus señas de identidad y de los pilares de tu vida; miedo a que se materialicen los mentados efectos secundarios y que tu vida no vuelva a ser la misma, que no puedas volver a correr en la montaña porque a lo mejor no podrás siquiera caminar a la tienda de la esquina".




Se activa el miedo a no querer comer, una de las cosas que más disfrutas en la vida, a las náuseas y a no poderte levantar cuando el movimiento ha sido una de tus señas de identidad y de los pilares de tu vida; miedo a que se materialicen los mentados efectos secundarios y que tu vida no vuelva a ser la misma, que no puedas volver a correr en la montaña porque a lo mejor no podrás siquiera caminar a la tienda de la esquina. Albergar dudas de si tener o no tener más hijos resultará un lujo, porque, quizás, la decisión estará tomada por mí tras un tratamiento que puede dejarme estéril.

El miedo no es nuevo


Pero el miedo no es nuevo, como tampoco es nueva esta montaña rusa de emociones vividas en las últimas semanas.

El 23 de julio de 2015, el doctor que dirigía la clínica privada a la que había ido para revisarme una piel que cada vez me daba más molestias, me llamó a su despacho. Después del rutinario saludo, me dijo: “Hoy puedes brindar. Has tenido suerte”.

Días antes me habían quitado un lunar “por precaución”, pues no parecía “malo”. Lo había tenido desde toda la vida, pero en las últimas semanas, mi padre me había comentado que había crecido y que convenía que me lo miraran. Era un melanoma. Para quienes no estamos versados en asuntos médicos, es un cáncer maligno de piel que suele formarse en torno a lunares que tenemos.

“No te lo llegamos a quitar y en dos años te lleva por delante”, me dijo el médico para rematar con dramatismo a una vida que por entonces estaba llena de “drama”. Me acababa de separar con una hija de dos años y me encontraba perdido y bastante asustado.

Recuerdo las siguientes semanas como una nebulosa de imágenes incompletas, borrosas. De pronto sentí una enorme necesidad de aprovechar cada instante de una nueva vida. Acababa de volver a nacer. Desmentiría la afirmación de que la gente incurre en excesos para no sentir, para evadirse, pues yo buscaba y encontraba todo lo contrario. Me abría a lo nuevo y entraba en contacto con emociones que permanecían enterradas. Me sentía más vivo que nunca.

Un año después, en una revisión rutinaria, le comenté al dermatólogo que sentía unos picores en un prurito en el brazo que aparecía y desaparecía. Tampoco parecía nada, pero al hacerme una biopsia, comprobaron que se trataba esta vez de un linfoma no-Hodgkin, sin relación alguna con el melanoma. En ese punto, el doctor me recomendó tratarme por la Seguridad Social y caí en manos de mi actual dermatóloga. El tratamiento consistió en algunas sesiones de radioterapia local. Asunto solucionado.

Linfoma de Hodgkin


Desde entonces he estado yendo a revisiones constantes hasta que, hace unos meses, noté un bulto cerca del codo que atribuí a un posible tema muscular o de tendones como consecuencia del deporte. Al no disminuir con el paso de los días, se lo comenté a esta gran joven médico, que me mandó hacer análisis y una ecografía, que mostró un ganglio inflamado. Me operaron para quitarme el bulto y analizarlo hasta confirmar que se trata de un linfoma de Hodgkin.

Idas y vueltas entre mi casa, el hospital y el trabajo para pruebas diversas parecen culminar en el comienzo de mi tratamiento de quimioterapia mañana.


"Aunque hay muchas cosas que uno puede hacer, rehúyo de la pseudopsicología 'positiva'. Curarse de una enfermedad no depende sólo de echarle ganas, de hacer yoga, de meditar y de tomar té de jengibre con cúrcuma. El mundo es mucho más complejo de lo que parece y nada depende de nosotros en su totalidad. A pesar del miedo y la incertidumbre, me siento afortunado de vivir en un país con esta sanidad pública".




Aunque hay muchas cosas que uno puede hacer, rehúyo de la pseudopsicología “positiva”. Curarse de una enfermedad no depende sólo de echarle ganas, de hacer yoga, de meditar y de tomar té de jengibre con cúrcuma. El mundo es mucho más complejo de lo que parece y nada depende de nosotros en su totalidad. A pesar del miedo y la incertidumbre, me siento afortunado de vivir en un país con esta sanidad pública que resiste los embates de quienes pretenden convertir la salud en negocio o en lujo para quienes se lo puedan permitir. Yo no habría podido hacerlo.

Por momentos siento que todo esto le ha dado a mi vida un nuevo propósito: hacer lo que pueda para curarme y seguir con vida. Lo hago cada mañana, cada instante mientras se pueda. Un día más con vida, como se titula el libro de Ryszard Kapuściński que tanto disfruté.