Otros artículos de Carlos Deza

6 ene. 2024 10:55H
SE LEE EN 6 minutos
Católica, sacra y real
majestad, que Dios en la tierra os hizo
deidad: un anciano pobre, sencillo y
honrado, humilde os invoca y os habla
postrado.

Durante el verano, los validos hospitalarios alzan el vuelo y desaparecen. Cuando finaliza la época estival, regresan a la corte y pasean frescos y descansados y livianos por sus dominios. Dejan ver sus sonrisas, lanzan preguntas y regalan salvas de ánimo en las cafeterías de los hospitales dónde, en algunas ocasiones, se les puede encontrar comiendo con el populacho. Los súbditos enloquecen. Hay que ver qué simpático es este director médico, siempre saluda y nos pregunta cómo va la mañana, incluso algunos días come en el hospital.   

Por su parte, nuestra reina, omnipotente y todopoderosa, educada desde la cuna en el derecho divino, delega la gestión y prefiere el esparcimiento frívolo, las portadas y las entrevistas en los medios en lugar de gobernar. Vive al margen de la realidad y desconoce lo que acontece en su reino. El jueves catorce de diciembre de 2023, la reina salía al balcón de palacio engalanada mientras la plebe esperaba impaciente. Por orden real decretaba lo siguiente: la saturación asistencial en urgencias ha sido algo puntual y transitorio, propio de esta época del año. Ya hemos vuelto a la normalidad. Los hospitales no están saturados. Vivid y trabajad sin preocupación

Entretanto los urgenciólogos y urgenciólogas desarrollamos nuestra actividad de una manera ininterrumpida, inmersos en una presión asistencial casi continua y ajenos a las supercherías reales que deforman la realidad. La urgencia es la que es, honesta e irreductible, no escatima esfuerzos y siempre está disponible, sea cual sea el momento del año. Cuando el resto de recursos sanitarios no están disponibles o claudican recogemos a los pacientes. Nos hemos convertido en la puerta de entrada del sistema sanitario y en su red de seguridad para cuando todo lo demás falla.

Nosotros no podemos planificar nuestras agendas, no controlamos citaciones, no administramos interconsultas, no usamos las consultas telefónicas, no controlamos la gestión de camas o de quirófanos, no tenemos listas de espera. Dado que no disponemos de nada de esto, no gozamos de un método efectivo para ejercer presión e invertir la situación. Esta es una máxima que han aprendido todas las especialidades salvo nosotros.


"Necesitamos herramientas, medidas y apoyos que avalen el control de la demanda asistencial de las patologías no urgentes que desbordan a diario las urgencias hospitalarias del país"



Lo diré sin más rodeos: necesitamos herramientas, medidas y apoyos que avalen el control de la demanda asistencial de las patologías no urgentes que desbordan a diario las urgencias hospitalarias del país.

¿Copago en urgencias?


Este debate, por su longevidad, goza de vida propia y pesar de los años sigue tan presente como el primer día. Entre las múltiples medidas que se proponen, quizá la más conocida sea la de un copago para aquellas patologías no urgentes. Desconozco si funcionaría, pero estoy seguro de que no sería una solución acorde a los principios y valores fundacionales de nuestra sanidad. Una cuota podría no ser disuasoria para los estratos sociales con mayor poder adquisitivo y generaría un desequilibrio en el acceso a los recursos sanitarios. Lo que para algunas personas es una cifra irrelevante para otras puede suponer tener que elegir. No podemos permitir que un paciente muera por una cuestión material. Sería algo intolerable.

Sin embargo, existen herramientas de control de la demanda que no implican un copago. Estas medidas no son entelequias sin fundamento y ya son una realidad en otros países europeos. Definir varios motivos de consulta (dolor torácico, dolor incontrolable, alteración del comportamiento o focalidad neurológica) por los cuales cualquier paciente debería acudir a urgencias sin pasos intermedios (por su propio pie o en ambulancia). El resto de motivos de consulta acudirían a atención primaria (por las mañanas a sus médicos de familia y por las tardes, festivos o fines de semana a los puntos de atención continuada). Tras una valoración, nuestros compañeros, decidirían si hay necesidad de derivación a una urgencia hospitalaria. Si un paciente acude por una patología no urgente, sin haber sido valorado por atención primaria, podría ser derivado desde triaje, sin una valoración formal en urgencias, a su centro de salud o a un punto de atención continuada.


"Un gran porcentaje de los pacientes que acuden a las urgencias hospitalarias desconocen la existencia de los puntos de atención continuada y la responsabilidad es de los sistemas sanitarios por su nulo interés en la promoción de la salud"



Para lograr este objetivo necesitamos trabajar estrechamente con atención primaria y los sistemas de organización sanitaria. Necesitamos el apoyo de las direcciones hospitalarias y de los servicios de salud de cada región. Sería necesario establecer unos criterios de derivación (como poseen el resto de especialidades) y amplias campañas de difusión informativa y concienciación para que los ciudadanos conozcan los recursos a su alcance y como emplearlos de la manera adecuada. Campañas a modo de respuesta de una autentica emergencia social y sanitaria. Similares a las campañas de la DGT en favor de la seguridad vial, el VIH y el uso preservativo, la violencia machista, el consumo de drogas, el reciclaje o un consumo energético responsable. Es desconcertante la falta de información de la población. Un gran porcentaje de los pacientes que acuden a las urgencias hospitalarias desconocen la existencia de los puntos de atención continuada y la responsabilidad es de los sistemas sanitarios por su nulo interés en la promoción de la salud. La clase política adolece de pasividad y falta de perspectiva ante un mal uso continuado e ineficiente de las urgencias.    

No podemos continuar de esta manera. No podemos seguir sosteniendo la totalidad del sistema sanitario. Llegará un día en el que diremos basta, en el que el pozo devuelva algo a la superficie, en el que el orgullo pueda al deber y a la resignación, en el que nos levantaremos, en el que no habrá servicios mínimos que valgan y exigiremos respeto para nosotros y nuestra especialidad. Hasta que ese día llegue, la reina continuará escuchando algarabía tras los altos muros de palacio, los validos acudirán raudos, con una mano declaran que son vítores y honores del pueblo a su reina y con la otra ordenaran dispersar a la multitud empleando cualquier método necesario. Los urgenciólogos y urgenciólogas al otro lado de los muros, desorganizados, divididos y agotados aprendemos a base de golpes una lección: los derechos no se regalan, se conquistan.
¿Quieres seguir leyendo? Hazte premium
¡Es gratis!
¿Ya eres premium? Inicia sesión