Estás sentado en la sala de espera del hospital con un dolor espantoso; desde hace un par de días te duele bajo el ombligo y sientes náuseas constantemente. El ibuprofeno no te calma el dolor. Has llamado al centro de salud y no te dan cita hasta dentro de ocho días. La sala de espera está atestada de gente y hace calor. El resto de pacientes se revuelven en las incomodas sillas. Una mujer de mediana edad se queja a su acompañante. Se han cargado las urgencias de Osakidetza. Su acompañante asiente. Un hombre en silla de ruedas, con una bolsa de hielo en el tobillo, habla por teléfono. Llevo aquí cuatro horas y aun no me han visto. Sí, tienes razón, el problema es que no hay médicos, deberían contratar a más médicos. Una niña suspira. Ama, quiero irme a casa. Ya nos vamos, están a punto de llamarnos. Un joven se levanta de la silla y antes de marcharse grita en alto. Esto es una vergüenza. La megafonía reclama a una persona a la consulta dos. Alguien exclama. No hay derecho, yo he llegado antes. Se levanta y pide explicaciones al personal de admisión.

En el fondo estás convencido de que el personal sanitario trabaja duro pero el dolor puede nublar cualquier sentimiento. Suena el teléfono por tercera vez. Tu jefe quiere saber si vas a volver al trabajo. Aún sigo esperando, explicas. Ya, entiendo. Cuelga. Esa respuesta te carcome. Seguro que piensa que me estoy escaqueando. Vuelve a sonar el teléfono. Cariño, ¿vas a salir pronto? Estoy hasta arriba en el trabajo y mi madre no puede recoger a la niña. Anuncian tu nombre por megafonía. Han pasado tres horas. La doctora te pregunta varias cosas y luego pone una cara de preocupación cuando palpa el abdomen. ¿Duele aquí? Si, mucho. Vamos a hacer una analítica y aprovechamos la vía para ponerte analgesia. ¿Va a tardar mucho? Si, es muy posible que haya que pedir un TAC abdominal. La analgesia calma algo el dolor. Te encuentras mejor. Pasan otras dos horas. La doctora vuelve a llamarte y la analítica muestra datos infecciosos. Aun así, es importante hacer el TAC abdominal. ¿Cuánto tiempo llevaría? Varias horas. Una ráfaga de ira recorre tu cuerpo. Ya llevo aquí horas. Hacemos lo que podemos. Comprimes la ira y la indignación y la empujas hasta los pies. Pero me encuentro mejor y la analgesia me ha venido bien. Casi no me molesta. Tengo que volver al trabajo y nadie puede recoger a mi hija. Me hago cargo pero es prioritario hacer el TAC ya que puede haber complicaciones y de no hacerlo puede estar en riesgo tu salud. Al final firmas el alta voluntaria. La doctora pauta antibiótico y analgesia. Te explica al detalle los síntomas ante los que regresar inmediatamente. Sales tras casi cinco horas y media de espera. Dos días después, el dolor ha empeorando y ha aparecido fiebre, de madrugada acude una ambulancia. En el quirófano, el anestesista te pide que pienses en cosas agradables mientras te administra una sustancia lechosa por la vena. Avisa al cirujano, estamos casi listos para empezar.

Es una historia veraz de un paciente que acudió a urgencias hace algunas semanas. Es necesario que conozcáis lo que esta sucediendo, en este preciso momento, en casi todos los servicios de urgencias hospitalarias de Euskadi. Desde el “final” de la pandemia por coronavirus, uno de los objetivos prioritarios de Osakidetza ha sido el de reanimar la atención primaria. Es una buena noticia porque es la piedra angular de todos los sistemas sanitarios y si algo ha quedado demostrado estos años es que es imprescindible. Esta situación no deja de ser irónica dado que fueron las decisiones de la propia Osakidetza las que desmantelaron la atención primaria y la dejaron en una situación de vulnerabilidad ante los estragos de la pandemia. La mala noticia es que Osakidetza cree que para llevar a cabo su objetivo debe hacerlo al precio y de la manera que sea. Cree que para recuperar debe soltar y entre otras decisiones cuestionables, ha emprendido una campaña para aniquilar los servicios de urgencias hospitalarios.

La especialidad de urgencias


Nos nutrimos, como el resto de disciplinas médicas, de los residentes que acaban su formación. Sin embargo, nosotros tenemos una particularidad, y es que (aun) no somos una especialidad médica reconocida a nivel oficial. Esto hace que casi cualquier residente, al finalizar el periodo formativo, pueda trabajar en urgencias. El mayor porcentaje son médicos de familia, luego médicos internistas e intensivistas u otras especialidades. Desde los servicios de urgencias, plataformas y sociedades de Medicina de Urgencias y Emergencias, se lucha desde hace años para corregir esta situación. Conseguir que se nos reconozca como especialidad sería un paso de gigante en la dirección correcta y solucionaría parte de nuestros problemas. 


"Cada vez menos médicos quieren trabajar en atención primaria. Entiendo la decisión porque es la misma que yo tomé. Creo firmemente que en la actualidad es el trabajo más duro, más precario y como menos prestigio que un médico puede desempeñar. Y no, no es un problema de falta de médicos (...) es un problema de precariedad laboral, de falta de previsión y organización".



Nuestra época de contratación coincide con el final del último año de la residencia. Se hace un balance de necesidades de personal y se exponen a quienes toman las decisiones. El personal contratado en verano es imprescindible para paliar necesidades básicas como bajas por enfermedad, reducciones de jornada, jubilaciones o vacaciones. Fuera de esta ventana es muy difícil conseguir personal. En una decisión sin precedentes, Osakidetza, ha decidido emprender una linea dura y brutal respecto a la contratación de personal. Esta decisión afecta a casi todas las urgencias hospitalarias de Euskadi y los servicios de emergencias. Cruces, Alto Deba, Urduliz, Bidasoa, Zumarraga, Galdakao, San Eloy, emergencias de Bizkaia y de Gipuzkoa, entre otras. Especialmente sangrante es la situación en el hospital de Basurto. La fórmula es sencilla. Bloquear los contratos ofertados en urgencias para los residentes de medicina de familia que finalizan su formación y obligarles a firmar contratos en atención primaria. Ni siquiera con esta decisión han conseguido cubrir todas las necesidades y la razón es que cada vez menos médicos quieren trabajar en atención primaria. Entiendo la decisión porque es la misma que yo tomé. Creo firmemente que en la actualidad es el trabajo más duro, más precario y como menos prestigio que un médico puede desempeñar. Y no, no es un problema de falta de médicos (en Euskadi se ha cubierto las 109 plazas MIR de medicina de familia; una situación diferente al resto del territorio nacional donde se han dejado sin cubrir 200 plazas MIR de medicina de familia y más de 5.000 médicos se han quedado en la estacada por no haber superado la nota de corte. Un situación absurda). Es un problema de precariedad laboral, de falta de previsión y organización.

El mes de junio en las urgencias hospitalarias ha sido el más gris que recuerdo. Plagado de hastío e incertidumbre. Veníamos de una situación límite en estos tres años, donde hemos sido uno de los baluartes durante la pandemia, asumiendo competencias que no nos correspondía y recogiendo el testigo cada vez que la atención primaria claudicaba durante una ola de la pandemia. Y esta es la manera en la que Osakidetza nos reconoce el esfuerzo: con una pinza en la contratación. Durante todo el mes de junio han circulado miles de noticias contradictorias. No van a contratar a nadie. Van a conceder todos los contratos solicitados. Van a conceder la mitad de contratos. Se van a cancelar las vacaciones. Se van a deshacer las reducciones de jornada.

Situación en Osakidetza


La jugada de Osakidezta ha sido muy astuta. Ha tensado la cuerda, el pánico ha cundido y con el paso de los días se han ido rebajando las expectativas. La decisión final ha sido la de conceder contratos basados en porcentajes: algunos (mínimos) contratos al 100% y otros, en su gran mayoría, contratos donde la mitad de la actividad laboral se desarrolla en la urgencia del hospital y otra mitad en atención primaria. En números absolutos pueden vanagloriarse de haber asegurado la contratación, pero la verdad es que cuatro contratos al 50% son en realidad como dos contratos al 100%. Evidentemente esto no alivia nuestras necesidades porque invariablemente sigue faltando personal, y el exceso de horas va a recaer sobre plantillas con un exceso de carga laboral desde hace meses. No hay nadie satisfecho con esta situación y con las decisiones adoptadas. En la misma medida que el pesimismo hacía mella, crecía la indignación y la necesidad de organizarse. Tras ser conscientes de nuestra nueva realidad, las urgencias de todo Euskadi se han coordinado para tomar decisiones organizativas, reivindicar derechos y dar visibilidad a nuestra situación. Sin embargo, casi todo este genuino ímpetu ha sido aplastado por una Osakidetza acostumbrada a reprimir las voces discordantes, con políticas disuasorias encaminadas a sembrar el miedo entre sus trabajadores.

Osakidetza es una estructura gigantesca que precisa de una fuerte burocracia en la que se diluyen las responsabilidades y se difuminan los nombres en una tenue y peligrosa bruma. El entramado dirigente adolece de una preocupante falta de conocimientos sobre la estructura, el funcionamiento y el proceso de organización sanitarios y que toma decisiones salomónicas y unilaterales que no tienen en cuenta a sus trabajadores y, lo que es más importante, cómo estas van a afectar a los pacientes. Un ente invulnerable y resistente que solo tiene una debilidad: la opinión pública en el voluble escaparate de las redes sociales, la televisión y la prensa. La pose y la sonrisa en tiempos de lo políticamente correcto con el fin de ocultar la realidad.

Esta situación va a afectarte de la peor manera. Van a existir días en los que no se puedan cubrir todos los puestos de trabajo necesarios para garantizar la correcta asistencia durante un turno. El resto de días, la carga de trabajo extra por ese déficit, va a hacer que las plantillas estén más fatigadas, por lo que se trabajará a menor ritmo y aumentará el número de errores potencialmente peligrosos. En esta situación, se priorizará la patología urgente y emergente y todo aquello que no lo sea, sufrirá una demora sustancial en la atención. Por una parte y en base a la teoría de los vasos comunicantes entre urgencias y atención primaria, todo aquel excedente de pacientes que la atención primaria no pueda asimilar van a tener que esperar más horas. Y por la otra, aquellos pacientes que acudan con patología urgente pero la atención pueda demorarse también aumentará su tiempo de espera: cólicos renales no complicados, apendicitis o colecistis sin datos de inestabilidad, fracturas no quirúrgicas o infecciones de orina.

Usuarios y usuarias de Osakidetza. Nunca os habíais enfrentado a una situación similar con un acceso tan complejo a la sanidad. Los médicos de atención primaria, desbordados, tardan varios días en dar cita y en el otro punto de acceso, la urgencia, la espera será larga, frustrante, dolorosa y potencialmente peligrosa. Nosotros, los urgenciólogos y urgenciólogas que trabajamos en Euskadi, tampoco nos habíamos enfrentado a una situación tan límite. Nuestro trabajo se vuelve aun más precario cuando te enfrentas a un número demencial de turnos al mes y esperas de más de cuatro horas con 20 o 30 pacientes en cola. Los días en que los que solo hay azul clarito en la pantalla y la sala de espera palpita de hostilidad y quejas y discusiones.

Cuando impera la necesidad y no cuentas con nada, cualquier cosa, incluidas las migajas son bienvenidas. El cansancio arrastrado, el hartazgo de todos estos años y las iniciativas enérgicas que se quedan en nada hacen el resto. En unos años las urgencias se devaluaran al actual estado de la atención primaria. Nosotros seguiremos trabajando con la cabeza gacha aguantando el chaparrón y vosotros seguiréis en la sala de espera exclamando: ¡Se han cargado las urgencias de Osakidetza! Y todo continuará igual.