Los médicos tienen muchas razones para criticar a este y a otros gobiernos como este, pero en este nuevo y largamente anunciado desencuentro con el Ministerio aparece un nuevo factor, de carácter humano, y como tal, imprevisible



8 oct. 2015 12:02H
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Ismael Sánchez / Los médicos tienen muchas razones para criticar a este y a otros gobiernos como este, pero en este nuevo y largamente anunciado desencuentro con el Ministerio aparece un nuevo factor, de carácter humano, y como tal, imprevisible. El ministro Alonso, tan simpático y accesible con todo el sector, no guarda sonrisas para la CESM, de la que parece desconfiar. Al sindicato, más que dolido, se le ve confundido; no alcanza a saber las razones de esta distancia que, más que institucional, parece personal. Pero, con todo, ya ha logrado poner en fila a las otras organizaciones profesionales para abrirle al PP un delicado foco de crítica en plena campaña electoral.

Son sabidos y consabidos los argumentos que los médicos emplean para volver a criticar al Gobierno, en un ejercicio cíclico que es natural y hasta saludable: los sindicatos están ahí más para criticar y reivindicar que para los apretones de manos y las fotos. No hace falta arrancar la camisa a ningún alto cargo, como hicieron el otro día con los directivos de Air France, pero la escenificación de acuerdos como los firmados en Moncloa con el presidente Rajoy en julio de 2013 más que agradar, chirría.

A Paco Miralles se le vio mucho más cómodo ayer, anunciando rupturas y movilizaciones, que hace dos años, cuando tuvo que ajustarse el nudo de la corbata y seguir el estricto protocolo monclovita, en un acuerdo que no se creyó casi desde que terminó de firmarlo. Y eso que para él la de ayer fue una jornada delicada, puesto que al anuncio de CESM siguió una reunión del Foro de la Profesión Médica que podría haber concluido de manera diferente al derrotero sindical. Hubiera sido complicado de explicar que por la mañana, en representación de unos médicos, llamara a las barricadas, y por la tarde, en representación de otros y como portavoz del Foro, hubiera salido por peteneras de consensos y diálogos, para esconder la falta de unanimidad. No ha sido así, y es de reconocer que el liderazgo de Miralles queda de momento fortalecido.

Así lo auguraba un siempre bien informado Julián Ezquerra, que apostaba por que el Foro asumiría también la ruptura, en la creencia de que la unidad de los médicos es buena siempre, pero más aún cuando pintan bastos. Y ahora es uno de esos momentos históricos en los que, mires hacia donde mires (retribuciones, jornada laboral, ofertas de empleo público, contratos parciales, formación médica continuada y gestión clínica), solo hay motivos de queja, sobre todo de consideración y perspectiva profesional.

Ahora le toca al ministro mover ficha, encontrando una respuesta que no debería ser personal. Porque si a Alonso no le gusta la CESM ni sintoniza con Miralles, Albert Tomàs o Tomás Toranzo, el resultado no puede ser el silencio seguido hasta ahora que, por cierto, no ha sido seguido por ningún otro representante del Gobierno, Presidencia incluida. Pero es verdad que algo ocurre si el único que no ha contestado los ruegos sindicales ha sido el ministro. Y ese algo debe de ser algo humano.

Además de conjeturar sobre el próximo movimiento de Alonso, que viniendo de un político será un movimiento político, también se abre un escenario interesante sobre los otros líderes del Foro. Porque si damos por sentado que el desencuentro es personal, la reconciliación es más que probable que se dé también por esta vía. Y para concretarla, quizá el ministro, aplicando el divide y vencerás, prefiera acercarse a otros portavoces en los que sí encuentre esa conexión que todavía no ha aparecido con la CESM. No parece sensato buscarla en el presidente de la OMC, un Rodríguez Sendín que no pierde oportunidad pública de hablar alto y claro, y casi siempre mal del actual Gobierno. Así las cosas, el más aludido sería Carlos Macaya, presidente de la Facme, cuyo carácter, a simple vista, parece más llevadero.

En cualquier caso, es evidente que en el escenario preelectoral ya abierto, el PP no se puede permitir, si tiene en estima su estimación de voto, una disputa pública con los médicos.
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