14 mar. 2016 9:25H
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Redacción. Barcelona
El pasado 29 de febrero, Grifols hacía públicos sus resultados anuales, en los que los datos positivos se sucedían uno tras otro: 532 millones de euros de beneficio neto, aumento del 17 por ciento en el apartado de ingresos y mejoras en todas sus divisiones. Ateniéndose exclusivamente a la dictadura de los números, las cosas marchan bien para la compañía dedicada a la producción de hemoderivados, única del sector sanitario con presencia en el Ibex 35. Sin embargo, detrás de ellos hay una serie de movimientos, operaciones y ‘reveses’ que dejan entrever la posibilidad de que la perfecta imagen que el gigante catalán intenta proyectar no sea más que una brillante fachada tras la que se oculta una realidad mucho menos idílica.

Una de las principales máximas empresariales es la consistente en tratar que toda la información relacionada  con la actividad realizada que salga a la luz pública sea positiva. Contrariamente a lo que se espera de una compañía de su dimensión, los últimos meses no han resultado ni mucho menos tranquilos en el seno de Grifols, que se ha visto ‘en el ojo del huracán’ muchas más veces de las que le habría gustado. La última de ellas se ha producido esta misma semana, con el anuncio de que solo el 18 por ciento de sus inversiones se realizarán en España, dejando además en un 'pudo ser pero no fue' la posibilidad de abrir una nueva planta de fraccionamiento de plasma en Barcelona para decantarse finalmente por hacerlo en Clayton (Carolina del Norte, EEUU).

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