Leonor Ruiz, nueva presidenta del Comité de Bioética, analiza los retos del ente tras la pandemia

"La teleconsulta no puede enfocarse a rentabilizar la jornada laboral"
Leonor Ruiz, nueva presidenta del Comité de Bioética de España.


2 dic. 2022 18:20H
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La teleconsulta debe ser entendida como complementaria a la presencialidad de la asistencia sanitaria, y no como sustitutiva. Es una de las ideas que ha recalcado Leonor Ruiz, nueva presidenta del Comité de Bioética de España (CBE), en una entrevista con Redacción Médica tras renovarse el organigrama del citado ente dependiente del Instituto de Salud Carlos III.

Licenciada en Medicina y especialista en Psiquiatría, esta facultativa ha cursado un máster en Bioética y lleva cerca de tres décadas dedicándose a la salud desde diferentes ámbitos. Dentro del propio centro hospitalario, pero también, desde la docencia, formando en Salud Mental. Con una larga trayectoria en la gestión y liderazgo de diferentes entidades relacionadas con la bioética, la experta aborda la actual situación y los pasos futuros de la bioética española. 

¿Cómo han sido estas primeras semanas al frente del Comité de Bioética?

El Comité de Bioética de España es un órgano colegiado que se crea en España con la entrada en vigor de la Ley de Investigacion biomédica en el año 2007. La ley le otorga su carácter permanente, independiente y consultivo para cuestiones éticas relacionadas fundamentalmente con la Biomedicina y las Ciencias de la Salud. Este Comité que ahora inicia su andadura y que tengo el honor y el privilegio de presidir, es, por tanto, el cuarto que se constituye desde su creación en el año 2008 y fue nombrado por el Ministerio de Sanidad el pasado mes de julio. Me parece importante que la ciudadanía conozca que el Comité lo conforman 12 personas, de las cuales 6 las nombra el Consejo Interterritorial (CISNS) a propuesta de las Comunidades Autónomas. En este sentido, constituyó para mí un honor que Andalucía, mi Comunidad Autónoma, confiara en mí por segunda vez  para formar parte de este órgano en los siguientes cuatro años. Pues bien, como le decía, 6 miembros son nombrados por el Consejo Interterritorial y seis por la Administración General del Estado a propuesta del Ministerio de Sanidad, de Justicia, de Innovación y Ciencia y de Industria, Comercio y Turismo. Quiero resaltar con esto su carácter plural, representativo y por primera vez con mayoría de mujeres frente a la franca minoría en la que las mujeres nos hemos encontrado en mandatos anteriores, como en tantos otros sectores de la sociedad en la que a pesar de tener reconocidos los derechos queda un importante recorrido para poder ejerercerlos en igualdad.

Dicho esto, que me parecen características esenciales de este Comité, en el mes de septiembre se constituyó el nuevo CBE y se propusieron de entre las vocalías a las personas para representar los cargos de presidencia y vicepresidencia para quedar plenamente constituido tras el nombramiento de estos por, en este caso, la ministra de Sanidad.

Han sido unas semanas de emociones, presididas por la curiosidad y las incertidumbres de cualquier grupo que se configura de nuevo, al que le une la voluntad y el compromiso de contribuir a que las personas que constituimos  esta sociedad  nos sintamos cada vez más formadas e informadas para poder  ejercer con autonomía responsable nuestra ciudadanía en todo aquello que afecta a nuestra salud mental, física y ambiental.  

En fin, el Comité tiene una ardua tarea por delante, y estamos organizándonos, muy conscientes de las implicaciones éticas de nuestro presente, mirando al futuro y con espíritu abierto a las nuevas y complejas realidades que se están conformando.

Conoce el Comité porque antes que presidenta, ha sido vocal. ¿Qué cambios va a impulsar desde su actual cargo y qué retos marca como prioritarios?

El fin último del Comité de Bioética de España es contribuir a mejorar la vida de las personas que forman parte de esta sociedad compleja y democrática a la que representa. En bioética, como también en otras disciplinas humanas, son importantes las preguntas que se formulan y el talante sensible y deliberador que permita construir respuestas prudentes y útiles. Si partimos de que las realidades son complejas, las respuestas no pueden aspirar a ser cartesianas porque desde esa mirada no servirán a la pluralidad social a la que se dirigen. Contribuir con prudencia a construir la sólida base de valores sobre la que se asienta la ética civil de esta sociedad será sin duda un loable reto para este Comité que ahora comienza su andadura.

El Comité de Bioética de España está al servicio de las Instituciones, de las autoridades nacionales y autonómicas, pero también y ante todo de la sociedad, y es un importante reto desarrollar un fino y potente radar que le ayude a detectar las implicaciones éticas que subyacen en los distintos escenarios en los que se desarrolla la vida de las personas, no sólo las presentes, sino también las futuras porque la ciencia y la tecnología nos anticipan escenarios de vértigo en los que la bioética debe estar muy presente y sin duda jugará un papel fundamental.

Este comité deberá estar atento a aquellas situaciones sociales nacidas de la injusticia y de la inequidad, porque  enferman a las personas, porque ser mujer, ser pobre, dependiente, tener una enfermedad mental, ser migrante etc., desgraciadamente ensancha la brecha de la injusticia social.


"La Bioética no ha deliverado sobre el derecho a la eutanasia de los adolescentes"



La actual Ley de Eutanasia, ¿en qué situación deja a los adolescentes entre los 16 y 18 años con, por ejemplo, enfermedades terminales que quieran morir?, ¿tienen la suficiente libertad?

Es un tema muy complejo el que plantea y debo decirle que el Comité no ha deliberado sobre este tema y por tanto no puedo trasladarle opinión del mismo fundamentada al respecto. La Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia entró en vigor en España el 24 de junio del pasado año. Establece los requisitos para que las personas puedan solicitar la prestación de ayuda para morir y las condiciones para su ejercicio. Al respecto, el texto dice que lo puede solicitar toda persona mayor de edad y en plena capacidad de obrar y decidir, siempre que lo haga de forma autónoma, consciente e informada, y que se encuentre en los supuestos clínicos que claramente se definen. La Ley no incluye a los menores de edad como subsidiarios de este derecho. Por diversas razones el legislador no ha estimado regular este derecho en esta Ley para los menores de edad. En nuestro entorno, y en concreto en cuestiones sanitarias, los menores tienen límites en el desempeño de su autonomía; por ejemplo, cuando se trata de una actuación de grave riesgo para su vida o su salud, para participar en ensayos clínicos o acceder a técnicas de reproducción humana asistida, o para la interrupción voluntaria del embarazo. En fin, que aunque la mayoría de edad para la toma de decisiones sanitarias en nuestro país esté establecida a los 16 años, la ley de Autonomía del paciente 41/2002 establece restricciones en determinadas situaciones.

Para mí, como médica y como ciudadana, lo mas importante es reconocer el sufrimiento de los menores, darles voz para que se sientan reconocidos, posibilitar los escenarios para que se sientan escuchados, acompañados y seguros en el progresivo desarrollo de su autonomía y por consiguiente, en el ejercicio responsable de su libertad.

Sin embargo, España carece de una Ley de Cuidados Paliativos, ¿es una falla en nuestro sistema sanitario?

La soberanía de las leyes radica en el Parlamento y este tiene la obligación y la responsabilidad de proteger y garantizar con las normas los derechos de la ciudadanía a la que representa.

Tanto el Ministerio de Sanidad como los diversos territorios autonómicos han desarrollado planes integrales y procesos asistenciales para dar respuesta a la necesidad de proporcionar los mejores cuidados y las mejores alternativas terapéuticas desde un enfoque integral a pacientes y sus familias cuando tienen que hacer frente a enfermedades graves, altamente deteriorantes y que amenazan su vida.

Expertos y sociedades científicas han señalado reiteradamente la conveniencia de regular con una norma general y de ámbito estatal los cuidados paliativos a fin de garantizar la cantidad y la calidad de los mismos, la población a la que se dirigen, los territorios en los que se imparten y la formacion de los profesionales. Como profesional de la salud mental me sumo a estas voces y acentúo específicamente la importancia de garantizar abordajes psicológicos no solo para los pacientes, sino también a las familias, sin olvidar la atención en el periodo de duelo. No debemos olvidar que la inequidad es una injusticia evitable y como sociedad tenemos que asumir responsabilidades para evitarla.


"Quiero una nueva Deontología médica que respete la vida de las personas"



Parece que el futuro nuevo Código Deontológico de los médicos será contrario a la Eutanasia, ¿cómo valora esta distancia entre lo legislado en nuestro país y la posición de los médicos?

No soy experta en leyes pero como le decía antes, las leyes las aprueban los parlamentos, que es donde reside la soberanía popular. Las leyes se respetan y su cumplimiento nos atañe a todas y todos. No hacerlo así tiene consecuencias para la persona que la incumpla. En el caso de la Ley de regulación de la Eutanasia, esta reconoce el derecho individual de los profesionales sanitarios a no atender aquellas demandas de actuación sanitaria reguladas en la Ley que resulten incompatibles con sus propias convicciones. Explícitamente exime de su cumplimiento a aquellos profesionales médicos a los que la observancia de la norma les genere un conflicto moral y les reconoce por ello el derecho a la Objeción de Conciencia.

No conozco la última versión del nuevo código de deontología médica. Desde el 2018 han circulado varias versiones y muchas de ellas han sido contestadas con numerosas enmiendas. Le puedo decir que como médica me gustaría que el nuevo código Deontológico me aportara seguridad jurídica y fuera una guía que me orientara en las buenas prácticas y en el profesionalismo médico. Me gustaría que me ayudara a respetar íntegramente la vida de las personas y que ellas pudieran decidir autónoma y libremente cómo quieren vivirla en todas y cada una de las dimensiones que dan sentido a su existencia. Estoy convencida de que finalmente así será.

En el informe que emitió el Comité el pasado 13 de junio se dijo que la telemedicina era útil, ya que ha mostrado fortalezas en situaciones extraordinarias. ¿Dónde se ha de poner el límite?

Le respondo a esta cuestión en mi calidad de vocal del extinto Comité de Bioética que emitió el informe al que se refiere. Es evidente que cuando hablamos de nuevas tecnologías, aunque ya no tan nuevas, nos adentramos en un campo en continua evolución en el que en el tiempo que transcurre en desarrollar el argumento este ya se ha quedado obsoleto. Esa es la razón por la que creo que no debemos hablar de los límites, sino de las oportunidades que abre y los retos que plantea.

En telemedicina, igual que en las actuaciones médicas presenciales, el objetivo esencial no puede ser otro que el beneficio para el paciente. Ambos tipos de consulta se deben regir por los mismos principios de la ética médica. Ni la distancia ni la interposición de la tecnología pueden quebrar la plena relación de confianza que debe existir en la relación clínica, ni socavar su carácter interpersonal y relacional.

Cualquier dirección en la que avance y se desarrolle, sobre todo en su versión de teleconsulta, debe ser entendida como complementaria y no como sustituta absoluta de la presencialidad. Su uso se debe promocionar en aquellas situaciones que supongan una oportunidad para el cuidado de la salud de las personas, disminuyendo la desigualdad, mejorando los trámites burocráticos, facilitando la continuidad, el seguimiento, las respuestas a dudas o comunicación de resultados, la televigilancia domiciliaria en pacientes con patologías crónicas… Debe ser sometida a evaluación para orientar su uso y realizar los ajustes necesarios, se debe promover la formación de la ciudadanía en el manejo de las tecnologías para que no contribuya a aumentar la brecha de la desigualdad. Y desde luego, no debe ser utilizada como una herramienta que tenga como finalidad el ahorro de profesionales o la rentabilización de la jornada laboral.

Su desarrollo precisa de una apuesta genuina, potente y deliberativa de la sociedad en general y de las autoridades sanitarias en particular con una clara gobernanza que no excluya a los pacientes, profesionales y a la sociedad del conocimiento. Es necesario avanzar de forma segura y garantista por el camino de la salud digital basada en valores.

Estamos en un contexto complicado, con una denunciada falta de profesionales médicos de ciertas especialidades como Familia. ¿Es ético que un médico sin esa especialidad, la ejerza para paliar dichas carencias?

Efectivamente es un contexto complicado en este momento, pero el análisis del problema que lo genera es también altamente complejo. El CBE no ha deliberado expresamente sobre esta cuestión y no descarta incluirlo en una agenda futura. Sin duda es una situación que plantea conflicto ético que requeriría de un exhaustivo análisis de los hechos que la propician, de los valores que compromete y la prudente ponderación de los mismos para encontrar las respuestas que propicien las acciones menos lesivas.

En un contexto sanitario, por el momento, mucho más tranquilo que en los años previos al no tener una emergencia sanitaria incipiente, ¿en qué ámbitos cree que debe reforzarse el papel de la Bioética?

En la actualidad es difícil dibujar las fronteras disciplinares de la Bioética. Lo que empezó como un diálogo circunscrito a científicos y teólogos para solucionar problemas e identificar líneas de acción dando lugar a los Comités de Ética Asistencial se ha visto superado por la realidad y están emergiendo problemas y situaciones dilemáticas que no hace tantos años se nos antojaban como ciencia ficción y que ya hoy son ciencia real. Porque, como decía Francesc Borrell, la Bioética es un dialogo interdisciplinar que tiene como fin la búsqueda de soluciones razonables para gestionar la vida en todas sus formas.

En mi opinión, en este momento a la Bioética se le abren grandes desafíos que tienen que ver con la distribución justa de los recursos y la gestión de los mismos. Debe tener la capacidad para hacer propuestas que garanticen el desarrollo de la vida y la calidad de la existencia. Debe abundar en el debate Ecoético, porque los efectos de la crisis ecológica tienen consecuencias en la vida presente pero también en el legado generacional que estamos obligados a dejar con responsabilidad. El desarrollo exponencial de la robótica, la nanotecnología y la inteligencia artificial nos plantea interrogantes acerca de la frontera entre lo humano y lo técnico. Y no es posible olvidar el debate ético necesario en torno a la gerontología, los cuidados, la vulnerabilidad en todas sus manifestaciones, las desigualdades en salud por razón de género, los derechos de la infancia y la vulneración de derechos a la que están expuestas las personas por el hecho de padecer una enfermedad como la mental. 
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