El psicólogo Santiago Pérez analiza los enfoques terapéuticos con mayor eficacia para abordar este trastorno

Santiago Pérez, director de la unidad de Psicología de HLA Clínica Montpellier.
Santiago Pérez, director de la unidad de Psicología de HLA Clínica Montpellier.


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En Aragón, se estima que unas 7.000 personas padecen algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria, principalmente mujeres y cada vez con mayor presencia entre adolescentes. Además, la unidad especializada en adultos de la comunidad atendió en 2024 casi 5.000 consultas externas, lo que representa un incremento del 1,75 por ciento respecto a 2023. Estos datos evidencian que los TCA constituyen una problemática de salud en crecimiento, con una notable demanda de atención especializada.

Con motivo del Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), la Unidad de Psicología de HLA Clínica Montpellier destaca el incremento sostenido de estos trastornos en los últimos años y la necesidad de reforzar los recursos de prevención, detección y tratamiento especializado. Su director, Santiago Pérez, analiza la situación actual, los factores que influyen en el aumento de casos y los enfoques terapéuticos que están demostrando mayor eficacia.

Según Pérez, el aumento de los TCA se ha observado de manera clara en la consulta: “La pandemia generó una incertidumbre generalizada que desbordó los mecanismos de afrontamiento de muchas personas. El síntoma, en este caso el TCA, emerge como una estrategia rígida de control cuando el individuo siente que ha perdido el dominio sobre el resto de su vida”.

El especialista señala que, aunque los factores que intervienen son múltiples, la raíz principal del trastorno sigue siendo una vulnerabilidad psicológica previa asociada a la necesidad de control absoluto. Las presiones sociales o digitales actúan como un catalizador que marca el estándar a partir del cual se despliega este control. La unidad de Psicología ha observado un ensanchamiento del rango de edades afectadas: “En los casos más tempranos, el TCA intenta dar orden a un entorno percibido como caótico. En adultos, suelen reactivarse antiguos patrones de autoexigencia ante situaciones estresantes o cambios vitales importantes”, explica.

Las plataformas digitales ejercen una influencia significativa, aunque no determinante, en el desarrollo del trastorno. “Las redes no causan el TCA, pero amplifican los estándares de autoexigencia. Proporcionan una meta inalcanzable que refuerza la culpa y la insatisfacción y alimenta el ciclo del trastorno”. No obstante, el psicólogo reconoce que el entorno digital puede tener un papel positivo si promueve la conexión y la verbalización del malestar, siempre que esas herramientas puedan trasladarse a la vida real sin convertirse en nuevas dependencias.

La clave, según señala el director de la unidad, no es combatir los contenidos tóxicos, sino reforzar la identidad y la flexibilidad mental de la persona: “Se trata de ayudar al paciente a construir una autoeficacia basada en logros internos, no en la apariencia o el peso”. El modelo de intervención de HLA Clínica Montpellier se orienta a modificar los patrones rígidos y fortalecer las habilidades de regulación emocional: “Trabajamos para desmantelar el TCA como solución fallida. El paciente debe aprender a tolerar la incertidumbre y la imperfección, sustituyendo la autoexigencia extrema por estrategias saludables”, afirma. El tratamiento es interdisciplinar y esencialmente integral: la nutrición asegura la estabilización física y la psicología aporta la flexibilidad cognitiva y emocional necesaria para sostener el cambio.


La importancia de la atención temprana y personalizada


Santiago subraya que detectar el trastorno a tiempo es crucial: “Cuanto más se refuerza la conducta de control, más difícil resulta revertir ese esquema. La personalización del tratamiento permite llegar al patrón disfuncional de control que es único en cada individuo.”

La unidad también ha observado un aumento de casos asociados a ansiedad y depresión, que suelen ser consecuencia del intento fallido de control total: “Nuestra labor consiste en dotar al paciente de estrategias emocionales más funcionales que la restricción”. Sobre la anorexia nerviosa, el especialista recuerda su peligrosidad: “Es un trastorno de control con consecuencias potencialmente letales. El riesgo vital procede de la rigidez extrema con la que se mantiene la restricción”.

Para reducir la incidencia de los TCA, especialmente entre adolescentes, es esencial fomentar la flexibilidad mental y la autocompasión: “Debemos crear espacios donde el joven pueda cuestionar la necesidad de perfección y tolerar la frustración sin recurrir a mecanismos dañinos.” Los centros educativos pueden desempeñar un papel clave en la detección temprana, identificando patrones restrictivos y conectando al alumnado con profesionales de salud mental.
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