Según Miranza, la nueva línea terapéutica pasa por el desarrollo de probióticos oculares.
Investigaciones recientes apuntan a que mantener en equilibrio la
microbiota ocular -el conjunto de microorganismos que vive en la superficie de nuestros ojos- es fundamental para prevenir y tratar enfermedades de la visión tan frecuentes y extendidas como el
ojo seco y la conjuntivitis crónica.
Especialistas de
Miranza, grupo líder en oftalmología con 40 centros en la Península, cuando esta comunidad microbiana se altera,
el ojo pierde parte de su defensa natural, lo que puede provocar irritación, sequedad, escozor o incluso infecciones recurrentes. “Durante años, hemos tratado estos problemas con
antibióticos o colirios antiinflamatorios, pero ahora sabemos que alterar el equilibrio natural del microbioma puede tener consecuencias a largo plazo”, explican los expertos de Miranza.
¿Por qué se altera el microbioma?
La contaminación, el uso excesivo de colirios antibióticos o los cambios hormonales son factores que pueden afectar la composición del
microbioma ocular. Esto hace que algunas
bacterias beneficiosas desaparezcan y otras menos deseables crezcan más de la cuenta.
Los estudios más recientes apuntan a que, en pacientes con ojo seco, el microbioma está menos equilibrado, lo que contribuye a la inflamación y a la sensación constante de sequedad o arenilla. Esta alteración está
relacionada frecuentemente con la infección por Demodex, un parásito que forma parte de la microbiota ocular. La presencia de este parásito en la zona periocular puede afectar a la superficie del ojo, en donde se encuentran las glándulas de
Meibomio, responsables de lubricar la superficie ocular, dando lugar a una disfunción en la secreción de lípidos, así como a cambios en la microbiota, lo que conlleva una posible
inflamación en el borde del párpado y ojo seco.
En los casos de conjuntivitis crónica, diversos estudios han evidenciado una disminución en la diversidad del microbioma ocular, es decir, una
menor variedad de especies bacterianas presentes en la superficie del ojo. Esta disbiosis (un desequilibrio en la comunidad microbiana) puede comprometer la función protectora natural del microbioma y favorecer la colonización persistente por bacterias patógenas o resistentes.
Un futuro con probióticos para los ojos
Durante años, los tratamientos convencionales han estado centrados en el uso de antibióticos y colirios antiinflamatorios. Sin embargo, este enfoque puede alterar aún más la microbiota ocular, debilitando su capacidad protectora. Hoy sabemos que no se trata de eliminar todas las bacterias, sino de
modular su composición para restaurar un equilibrio saludable.
Gracias a tecnologías de secuenciación genética, hoy es posible analizar con precisión el microbioma ocular y detectar desequilibrios que antes pasaban desapercibidos. Este conocimiento abre la puerta a
tratamientos más personalizados, incluyendo el
desarrollo de probióticos oculares o estrategias que restauren el equilibrio microbiano sin dañar las bacterias beneficiosas. “En los próximos años podríamos ver cómo los probióticos no solo se toman para el estómago, sino también para los ojos”, comenta
Álvaro Martín, especialista en Miranza Instituto Gómez-Ulla.
De hecho, se ha comenzado a investigar cómo ciertos probióticos podrían ayudar a modular el microbioma ocular, reforzar las defensas locales y reducir la inflamación crónica. “Aunque aún es un campo en desarrollo, no es descabellado imaginar que en un futuro cercano existan colirios probióticos o
tratamientos tópicos con bacterias beneficiosas específicamente diseñadas para prevenir o tratar enfermedades oculares mediante la restauración del equilibrio microbiano”, explica el oftalmólogo. “Estamos asistiendo a un cambio de paradigma, ya que ahora el objetivo ahora es recuperar una microbiota ocular funcional que contribuya activamente al bienestar ocular”, añade.
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