El médico de Aparato Digestivo Juan José Sebastián Domingo publica un libro sobre la importancia de la prevención

Juan José Sebastián Domingo, jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Royo Villanova de Zaragoza
Juan José Sebastián Domingo, jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Royo Villanova de Zaragoza.


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Con motivo de la publicación de su libro 'Prevenir los tumores digestivos. Lo que necesitas saber para evitar el cáncer', Juan José Sebastián Domingo, jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Royo Villanova de Zaragoza, advierte de que la prevención primaria sigue siendo “la gran asignatura pendiente” en España. El especialista denuncia la falta de cultura preventiva y la normalización de hábitos poco saludables, y subraya la necesidad de reforzar la educación sanitaria y replantear las estrategias de cribado para reducir la incidencia de estos tumores.

¿Qué barreras estructurales o culturales detecta en España para que se priorice realmente la prevención primaria del cáncer digestivo?

En España, las principales barreras son la falta de una cultura preventiva bien consolidada y la tendencia a priorizar la atención y los recursos al diagnóstico y tratamiento sobre la promoción de la salud. La medicina preventiva sigue siendo la gran asignatura pendiente del sistema nacional de salud.

La población, en general, tiene una percepción distorsionada del cáncer, lo asocia a un destino inevitable y no a una enfermedad prevenible en muchos casos. Además, los hábitos de vida poco saludables (dieta rica en ultraprocesados, sedentarismo, tabaquismo y consumo de alcohol) están ampliamente normalizados e, incluso, socialmente aceptados, y hay una escasa conciencia sobre la relación directa entre estos factores y la aparición de tumores digestivos. La educación sanitaria en las escuelas y medios de comunicación es insuficiente.

¿Qué estrategias institucionales cree que serían más efectivas para superarlas?

Habría que reforzar la educación en salud en el sistema educativo, desde etapas tempranas, sobre alimentación saludable y autocuidados digestivos.

Las instituciones sanitarias deberían destinar más recursos a la promoción de hábitos saludables.
Integrar la prevención primaria en la atención primaria de forma real, formando a los médicos de familia en prevención oncológica digestiva y dotándolos de herramientas para intervenir eficazmente en los factores de riesgo modificables.
Las sociedades científicas deberían de implicarse mucho más en difundir mensajes claros y basados en evidencia sobre la importancia de la dieta, el ejercicio, la reducción del consumo de alcohol y tabaco, y la participación en los programas de cribado.

¿Qué obstáculos percibe en la implementación y adherencia a estos programas en España?

Los principales obstáculos son la falta de información adecuada, el miedo a la colonoscopia, el rechazo o desinterés ante las pruebas preventivas, como el test de sangre oculta en heces (SOH), y la baja percepción del riesgo entre personas asintomáticas.
La ausencia de sistemas eficaces de llamada y seguimiento dificulta la adherencia a los programas de cridado. No basta con enviar cartas, se requiere proactividad e insistencia, incluso enviar los kits de SOH a las casas de las personas en riesgo.

Además, la sobrecarga de los sistemas sanitarios puede dificultar la invitación y seguimiento de la población objetivo. Por último, la desigualdad en el acceso a los programas según la región también limita la adherencia.

¿Cómo podrían mejorarse?

Los cribados, en particular el del cáncer colorrectal, debería de ser una estrategia de salud pública obligatoria y no solo una recomendación.

Habría que personalizar los mensajes de participación en los programas para distintos grupos de edad y riesgo y emplear estrategias de contacto directo, como llamadas telefónicas y recordatorios automáticos, e implementar el seguimiento por parte del personal de enfermería.

Implicando todavía más a los médicos de atención primaria en la recomendación directa del cribado, para motivar a la población y resolver dudas o temores e incluyendo esta actuación como indicador de calidad clínica.

¿Considera que deberíamos replantearnos los criterios de edad para iniciar los cribados poblacionales?

En mi opinión, sí, claramente. El aumento de la incidencia del cáncer colorrectal (CCR), en concreto, en personas menores de 50 años —especialmente entre los 40 y 49 años— es un hecho bien documentado y con evidencia creciente. En el libro se alerta sobre este cambio epidemiológico y se propone una reflexión seria sobre el descenso de la edad de inicio del cribado, valorando iniciarlo de forma más precoz en los grupos de riesgo, especialmente en aquellos con antecedentes familiares o factores de riesgo acumulados. En EE.UU., por ejemplo, ya se ha modificado la recomendación oficial para comenzar a los 45 años.

¿Qué relevancia clínica tiene actualmente la modulación de la microbiota en la prevención del cáncer digestivo?

Tiene una relevancia creciente. Se ha demostrado que una microbiota intestinal equilibrada desempeña un papel clave en la integridad de la mucosa digestiva, en el control de la inflamación crónica y en la metabolización de compuestos potencialmente cancerígenos.
Ciertas alteraciones del microbioma (disbiosis) se han asociado con un mayor riesgo de tumores colorrectales, gástricos y hepáticos. Algunas bacterias concretas se han relacionado directamente con la progresión tumoral. Por tanto, la modulación de la microbiota intestinal, mediante dieta, prebióticos, probióticos y reducción de antibióticos innecesarios, puede convertirse en una estrategia preventiva eficaz.
Sin embargo, aunque la modulación de la microbiota parece tener mucho potencial, aún no existe suficiente evidencia clínica sólida como para recomendar dichas intervenciones específicas como medida preventiva estándar en la población general.

¿Considera que la aspirina podría recomendarse como medida preventiva en grupos seleccionados? ¿En qué casos?

Sí, pero siempre en grupos seleccionados y bajo estricta supervisión médica. La evidencia sugiere que la aspirina, a dosis bajas y sostenidas, puede reducir el riesgo de CCR y, en menor medida, de esófago, especialmente en personas con predisposición genética o antecedentes familiares.

Podría valorarse en:
  • Pacientes con síndrome de Lynch, una condición hereditaria que incrementa la probabilidad de presentar cáncer de colon y cáncer de recto, donde hay consenso sobre su utilidad.
  • Personas con esófago de Barrett, una condición adquirida del esófago en la cual el recubrimiento normal de la porción terminal es sustituido por uno metaplásico, y en
  • Individuos con múltiples pólipos adenomatosos o historia personal de CCR previo.
Pero esta estrategia debe sopesarse teniendo en cuenta el riesgo de sangrado gastrointestinal, por lo que no puede generalizarse y siempre requiere una evaluación individualizada del balance beneficio-riesgo.

¿Ve viable una estrategia sistemática de cribado de cáncer de páncreas en grupos de alto riesgo en el corto plazo?

Actualmente, no existe un cribado poblacional para el cáncer de páncreas debido a su baja prevalencia y a la falta de una herramienta coste-efectiva para la población general; sin embargo, sí se recomienda un protocolo de vigilancia para grupos de alto riesgo muy definidos, basado en evidencia de consensos internacionales, en portadores de mutaciones genéticas con riesgo elevado (BRCA2, síndrome de Lynch) y aquellos con síndrome de Peutz-Jeghers o pancreatitis hereditaria, además de en individuos con fuerte historia familiar (mínimo dos familiares de primer grado afectados).

La vigilancia se realiza en centros de experiencia, mediante resonancia magnética (colangiopancreatografía), que es la técnica de elección, y, alternativamente, la ecoendoscopia (USE), en caso de lesiones dudosas ya que permite biopsiarlas.

¿Qué papel deben desempeñar los médicos en la educación sanitaria para fomentar hábitos preventivos eficaces?

Los médicos debemos desempeñan un papel esencial en la prevención del cáncer a través de la educación sanitaria. Somos los responsables de informar claramente a la población sobre los factores de riesgo, como el tabaco, el alcohol, la mala alimentación y el sedentarismo, y motivar la adopción de hábitos y una alimentación saludable, que pueden evitar hasta el 40% de los cánceres.

Los médicos deben de informar sobre los signos y síntomas de alarma de los distintos tipos de cáncer, animando a las personas a que consulten ante cualquier anomalía.

Su función también debe de incluir la promoción y recomendación activa de que las personas se sometan a exámenes preventivos y programas de cribado, como la colonoscopia, explicando e insistiendo en sus beneficios de cara a la detección temprana de los tumores, lo que incrementa significativamente la posibilidad de curación.

La educación sanitaria desde edades tempranas y la implicación directa del médico en escuelas y comunidades también son claves para concienciar y fomentar el autocuidado y la adopción de hábitos saludables desde las primeras etapas de la vida.

¿Cómo ha sido el proceso de adaptar la evidencia médica a un lenguaje comprensible? ¿Qué retos encontró y qué aprendió en ese ejercicio divulgativo?

El proceso ha supuesto un reto importante, ya que ha sido necesario traducir conceptos técnicos y datos complejos a un lenguaje claro y accesible, sin perder el rigor científico, evitando tecnicismos y seleccionando la información más relevante para el público general.

Tuve que simplificar sin banalizar, hacer un esfuerzo activo de empatía, poniéndome en el lugar del lector, explicando ideas y conceptos sin presuponer conocimientos previos.

Escribiendo el libro, he aprendido que el conocimiento médico solo es útil si se transmite con claridad y dándole una dimensión práctica. Que la divulgación científica en general, y sanitaria en particular, no es un trabajo fácil pero que, espero, merece la pena. 
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