Una experta advierte de que su eficacia clínica choca con límites económicos, logísticos y de equidad

Una especialista analiza la viabilidad real de estos nuevos medicamentos y advierte de que su eficacia clínica choca con límites económicos.
Irene Bretón, coordinadora del Área de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).


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España no está preparada para financiar ni implementar de forma generalizada los nuevos tratamientos farmacológicos para la obesidad. Así lo ha advertido en Redacción Médica Irene Bretón, coordinadora del Área de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya publicado un documento sobre el uso de los agonistas del receptor GLP-1 presentes en medicamentos para el tratamiento de diabetes tipo 2 actualmente en auge -como Ozempic y Wegoby- que han demostrado una elevada eficacia en la pérdida de peso, algo para lo que la organización destaca que son eesenciales. Sin embargo, la facultativa asegura que integrarlos en el Sistema Nacional de Salud (SNS) sería un gran reto por "el alto coste, la falta de recursos asistenciales y la necesidad de un abordaje multidisciplinar".

Para Bretón, el principal punto crítico está en la viabilidad económica. La especialista señala que "el coste por sí mismo es muy elevado y hace muy difícil plantear un despliegue inmediato en un país donde la prevalencia de obesidad es tan alta". Los precios de estos fármacos, que pueden alcanzar varios cientos de euros mensuales por paciente, suponen una barrera evidente, aunque no es el único obstáculo: "Incluso aunque el precio fuera más bajo, tampoco podríamos darlo a todas las personas que lo necesitan porque no hay capacidad de producción ni de distribución suficiente y porque son tratamientos inyectables con requisitos logísticos concretos".

Coste, accesibilidad y límites del sistema


Además, la coordinadora del Área de Obesidad de la SEEN insiste en que estos medicamentos no pueden concebirse como una solución aislada ni como un producto de consumo rápido. "Los fármacos tienen un precio alto, pero también requieren un contexto asistencial robusto. No pueden utilizarse sin una intervención de ejercicio físico, alimentación adecuada y cambio de hábitos. Sin ese marco, su eficacia cae de forma significativa". Por eso, considera que el SNS no está adaptado para absorber un volumen tan alto de pacientes que necesitarían un seguimiento estrecho, apoyo nutricional y supervisión médica continuada: "Ahora mismo, ningún sistema nacional está preparado para asumir un tratamiento tan caro y para una enfermedad tan prevalente. Tampoco lo están nuestros equipos, porque el abordaje de la obesidad requiere formación específica y una estructura multidisciplinar que todavía no es universal".

Bretón también cree que antes de pensar en la financiación de los medicamentos con semaglutida, España debe dar un paso previo: asumir plenamente que la obesidad es una enfermedad. "Todavía queda mucho por hacer para reconocerla como tal. Una enfermedad requiere tratamiento, seguimiento y recursos, y eso significa que hay que priorizarla. Hablamos de un problema de salud pública enorme que no está tratado con el mismo rigor organizativo que otras patologías crónicas". La experta recuerda que, incluso aunque se dispusiera de los fármacos, "sin una estrategia clara de clasificación, evaluación y priorización clínica, el riesgo sería que la demanda superara con mucho la capacidad del sistema".

Eficacia real en un tratamiento crónico


La llegada de la semaglutida ha cambiado radicalmente el panorama del tratamiento de la obesidad. Bretón señala que "hasta ahora, las terapias farmacológicas conseguían pérdidas de peso limitadas y con un impacto discreto en las complicaciones metabólicas". Los nuevos fármacos, sin embargo, han logrado reducciones de peso mucho mayores y un efecto significativo sobre múltiples factores de riesgo. "Hablamos de más de 200 complicaciones asociadas a la obesidad, desde problemas cardiovasculares hasta apnea del sueño, hígado graso o alteraciones metabólicas. Por primera vez vemos un medicamento capaz de producir beneficios clínicos comparables a los de la cirugía bariátrica en determinados parámetros".

Sobre la duración del tratamiento, Bretón es clara: "Cuando se retira el fármaco, se produce cierta recuperación del peso. Es lo mismo que pasa con los tratamientos de otras enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes. La obesidad es una enfermedad crónica, y la OMS plantea esto con claridad". No obstante, reconoce que queda por estudiar la variabilidad individual: "No sabemos por qué unas personas recuperan más o menos peso cuando interrumpen el tratamiento. Seguramente intervienen factores genéticos, metabólicos, ambientales y conductuales".

Además, subraya un aspecto clave que podría ayudar a mitigar esa recuperación: la actividad física. "Hay algunos estudios de laboratorio muy claros que muestran que las personas más activas recuperan menos peso. Mantener la masa muscular y un metabolismo más eficiente parece jugar un papel relevante", dice. Aun así, insiste en que se necesitan datos de vida real para definir mejor las pautas a largo plazo, identificar perfiles de respuesta y establecer estrategias de mantenimiento.

Vigilancia de seguridad y equidad


Más allá de la eficacia, Bretón considera esencial abordar el debate sobre la equidad: "Las personas con menos recursos tienen más riesgo de desarrollar obesidad y, paradójicamente, son quienes menos acceso tienen a estos tratamientos. Es una doble desigualdad". Reclama así que cualquier política de financiación debe contemplar este desequilibrio social y económico si se quiere evitar que estos medicamentos se conviertan en un recurso de élite. "No podemos permitir que el nivel económico determine quién puede tratarse una enfermedad crónica", asegura.

En cuanto a la financiación pública de estos fármacos, opina que "es necesaria, pero no inmediata, y debe hacerse de forma escalonada". La razón es doble: por el coste y por la capacidad asistencial limitada. "No podemos financiarlo todo desde el primer día. Necesitamos criterios claros de priorización clínica y una introducción progresiva", apunta. Ese proceso, explica, no solo implica recursos económicos, sino una transformación organizativa con "equipos multidisciplinares consolidados, rutas asistenciales homogéneas entre comunidades autónomas y un sistema de seguimiento estructurado".

¿Investigación pública o privada?


El documento de la OMS también pide reforzar la vigilancia de seguridad y generar evidencia independiente. Bretón confirma que España ya avanza en esa dirección: "Nosotros notificamos los efectos adversos a través de los canales habituales, tanto en SEEN como en la Agencia Española de Medicamentos". Añade que la propia sociedad científica ha financiado un proyecto específico para monitorizar efectos secundarios. Sin embargo, matiza que "estos fármacos no deben someterse a un control más exigente que otros tratamientos nuevos. Debemos aplicar los mismos criterios que con cualquier novedad terapéutica".

Respecto a la investigación independiente, la experta reconoce que sigue siendo un desafío. "Los ensayos clínicos son muy costosos y, por eso, la mayor parte de los datos provienen de la industria", continúa, aunque matiza que España "tiene una ventaja enorme" porque "es uno de los mayores generadores de evidencia científica de Europa". "Tenemos estructuras, investigadores y experiencia para impulsar estudios independientes de impacto". Con más recursos y una estrategia estatal coordinada, afirma, el país podría desempeñar "un papel clave" en el análisis a largo plazo de estos medicamentos.

Por último, Bretón insiste en que los avances en estos medicamentos han transformado la percepción social y profesional de la obesidad. "Son tratamientos para una enfermedad seria, compleja y multifactorial. No funcionan como un recurso estético, sino como una herramienta terapéutica de alto impacto clínico", afirma reconociendo a la vez que los pacientes deben gestionar las expectativas con cautela: "Algunos responden de forma espectacular, otros de manera moderada y otros con menos intensidad. La clave está en seleccionar correctamente, personalizar el tratamiento y acompañarlo de cambios de estilo de vida".
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