Esther Pérez David, cardióloga.
Cuando Esther Pérez David se presentó al
examen MIR en 1994, no existían predicciones fiables ni plataformas online que anticiparan los resultados. “Los simuladores no salían bien”, recuerda. Por eso, cuando se publicó la lista oficial y vio que
había obtenido el número uno, la sorpresa fue total. Tres décadas después, desde su puesto como cardióloga en el Hospital Universitario La Paz, hace balance de su recorrido profesional y reafirma la elección que marcó su trayectoria: “Me gustaba la Medicina Interna, pero me parecía un campo demasiado amplio. Dentro de sus ramas,
Cardiología era la más completa y la más efectiva en ese momento. Y lo sigue siendo”.
No le sorprende que Cardiología siga siendo una de las
primeras especialidades en agotarse cada año. “Es muy gratificante. Tiene una parte clínica potente, con pacientes agudos que requieren mucha competencia, pero que también dan muchas alegrías. Es técnica, versátil y con muchas salidas laborales.
Es una especialidad muy completa”, resume.
David desarrolló gran parte de su carrera en el
Hospital Gregorio Marañón, donde realizó la residencia y posteriormente lideró el desarrollo del programa de resonancia magnética cardíaca entre 2004 y 2020. “Ha sido una de las
experiencias más gratificantes de mi vida laboral. Aprender algo nuevo, poder llevarlo a la práctica clínica, aportar a un servicio que ya era muy bueno. Ver cómo una técnica nueva ayuda a los pacientes fue muy satisfactorio. Además, pude formarme fuera, fue
una etapa muy ilusionante y, además, me divertí mucho”, cuenta.
En plena pandemia decidió dar un giro profesional y se incorporó al
Hospital La Paz. “Me presenté a una
jefatura de gestión. Surgió la posibilidad de desarrollar un nuevo proyecto. La Paz es un gran hospital, y era una buena oportunidad para aportar mi experiencia”.
“Una experiencia muy selectiva”
Su formación como residente estuvo marcada por un entorno altamente competitivo. “Fue
una experiencia muy selectiva. Había gente muy potente desde el punto de vista científico-técnico, con mucha iniciativa y capacidad de trabajo. Teníamos muchas expectativas”.
Sin embargo, reconoce que el
trabajo en equipo no estaba tan desarrollado como ahora. “Dependíamos más de nuestro desarrollo individual. Lo aceptábamos, pero nos faltaba esa capacidad de trabajar en equipo. Eso
ha mejorado con las generaciones más jóvenes, que trabajan mejor en colaboración”.
La rememora como una etapa intensa, cargada de emociones. “Cuando eres residente todo es nuevo.
La intensidad es tremenda. Hay grandes alegrías y grandes disgustos. Pero también eres joven, y eso te da una energía especial. Compartir momentos difíciles con los compañeros te une mucho. Yo
lo recuerdo con muchísimo cariño”.
Competitividad también había, aunque la define como una
motivación positiva. “Por supuesto que sí. El intento de superarse es una cosa buena. El reto estaba en saber combinar eso con el trabajo en equipo, y ahí es donde a veces nos tropezábamos”.
¿Un MIR más difícil hoy?
Pérez David no cree que el examen
MIR sea más difícil que antes, aunque sí lo considera diferente. “Ahora
tiene un enfoque más clínico. Se parece más a las competencias que luego vamos a tener que practicar en el día a día. Es verdad que tecnológicamente es más fácil incluir imágenes y casos clínicos. En cuanto a
dificultad, yo creo que no es demasiada”, opina.
"Los derechos y obligaciones de los residentes están hoy mucho mejor definidos"
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También considera que la residencia ha cambiado. “Los derechos y obligaciones de los residentes están hoy mucho mejor definidos. Hay más contenidos porque ha aumentado el conocimiento y hay más posibilidades terapéuticas, sobre todo en pacientes agudos. Pero la estructura es más clara.
La residencia ahora es más sistemática”.
Una formación posterior
Con todos los avances que ha vivido la especialidad, la cardióloga cree que la solución no pasa por alargar la residencia, sino por
estructurar mejor la formación posterior. “La residencia ya dura cinco años, es larga. Pero hay una necesidad evidente de estandarizar la formación en subespecialidades, como la
imagen cardíaca, la electrofisiología o la cardiología intervencionista. Es algo que se está trabajando desde la
Sociedad Española de Cardiología junto a las instituciones. Es un proyecto complejo, con muchos actores, pero necesario”.
La especialista insiste en que no se trata de añadir más contenido durante los años de residencia, sino de crear una figura que permita una formación posterior estructurada y reglada, capaz de responder a los
niveles de especialización actuales.
La evolución de la imagen cardíaca
El campo al que ha dedicado buena parte de su trayectoria también ha cambiado radicalmente. “Cuando hice la residencia, lo que hacíamos era electrocardiografía y ecocardiografía. En los últimos 20 años se han desarrollado muchas técnicas como el
TAC cardíaco o la resonancia. Ahora trabajamos con un
perfil de multimodalidad. Aunque la técnica básica sigue siendo la ecografía, el conocimiento se ha integrado”.
Además, destaca el papel creciente de la I
nteligencia artificial en esta área. “Muchos programas comerciales que usamos ya tienen algoritmos integrados de IA. Funcionan en segundo plano y muchas veces ni somos conscientes. Aceleran la adquisición y el procesamiento de imágenes.
Ya están cambiando nuestra práctica clínica”.
Aun así, advierte que esta tecnología también plantea desafíos. “Da un poco de vértigo. No sabemos hasta qué punto puede dificultar el aprendizaje de la gente joven. Si empiezan a resolver todos los trabajos con IA, ¿serán capaces de mantener sus competencias? Habrá que
adaptar la docencia para no perder la calidad del aprendizaje ni la creatividad”.
"Sean generosos"
Desde su experiencia como formadora de residentes, lanza un consejo claro: “Que
intenten absorber todo lo que puedan. Están rodeados de gente muy buena. Que no se limiten a los conocimientos técnicos, también es importante observar cómo se trata a los pacientes, cómo se relacionan los equipos.
El trabajo en equipo se aprende también en esta etapa”.
Y concluye con un mensaje que va más allá de lo profesional:
“Que sean generosos, que no tengan miedo de dedicar su energía e ilusión. Aunque estén cansados o sobrecargados, es una época muy gratificante. Los residentes aportan frescura, pensamiento crítico, ilusión. Es un intercambio. Ellos dan mucho, y nosotros también recibimos mucho de ellos”.
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