Una residente de segundo año de Otorrinolaringología recuerda su experiencia en la preparación del MIR 2024

"Guardo buen recuerdo del MIR porque cada día preparándolo era un progreso"
Natalia Peláez, residente de segundo año de Otorrinolaringología.


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Empieza la cuenta atrás para el examen MIR 2026, que tendrá lugar el próximo 24 de enero, y miles de estudiantes de Medicina ven cómo se aproxima ese momento entre apuntes, con nervios y dudas propias de presentarse por primera vez a una prueba de este calibre con la que se decide la especialidad en la que van a pasar los próximos años de su vida laboral. Aún con la presión propia de este periodo, hay gente que lo guarda con cariño en su memoria: “Pues, quieras o no, la recuerdo con nostalgia. Son unos meses en los que tu vida entera prácticamente es estudiar y es el MIR, oyes esa palabra mil millones de veces al día. Todo lo que te planteas en tu cabeza son preguntas y respuestas MIR. Tu cerebro se empieza a organizar un poco para encontrar cuál es la más falsa o la más verdadera, y eso lo aplicas a todo”, cuenta a Redacción Médica Natalia Peláez, residente de segundo año de Otorrinolaringología en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda que se examinó en el 2024.

Aunque admite que todo giraba en torno al MIR, piensa que como estudiante observas que el esfuerzo tiene su recompensa: “Aunque es verdad que había días malos, cada vez que estudiabas más, normalmente, ibas aprendiendo más, progresando. Sin embargo, eso en el día a día no tengo la sensación de que me pase. Entonces, para mí fue una época bonita en general, dura, pero bonita”, confiesa.

Planificar el día de estudio de la mañana a la noche


Peláez estudió en una academia MIR que tenía la opción de clases online, que combinaba con los simulacros presenciales los sábados. De esa forma, sus días de lunes a viernes se basaban en levantarse a las 8, desayunar tranquilamente, y empezar a estudiar a las 10 de la mañana: “No soy nada madrugadora y me cuestan las mañanas, así que estaba desde esa hora hasta las 15:30, cuando comía. Después, normalmente me tomaba un parón de una hora y media, porque era comer y descansar. Y luego, pues, a lo mejor estaba de 17 a 22 horas otra vez, haciendo un paroncillo como a las ocho de la tarde o así”, explica sobre sus rutinas de estudio cuando preparaba el MIR. La residente cuenta que a veces estudiaba en casa y otras en la biblioteca, pero que los sábados se alteraba esta rutina por los simulacros: “Era un poco distinto, porque ibas allí desde por la mañana, y eran varias horas de simulacro y luego otras dos o tres horas de corrección. Era un día muy intenso el sábado, pero también era guay, porque te juntabas con otros compañeros del MIR que estaban pasando por lo mismo”, admite.


Por un problema personal, se sintió muy desestabilizada en un punto de la preparación del examen: “Estuve un mes entero sin poder estudiar y luego me costó bastante, tuve como un periodo de adaptación, para empezar progresivamente a estudiar una hora, al día siguiente una hora y media… hasta que conseguí llegar a más o menos el horario de 10 a 22 horas de nuevo”, confiesa. Una cosa que tuvo clara es cómo decidió tratarse a sí misma ante esta tesitura: “Sentía que me había esforzado mucho y había estudiado mucho, pero que a lo mejor, si no me salía tan bien como yo pensaba, no me iba a culpar, iba a echarle la culpa a la situación desafortunada que yo había vivido. Por tanto, creo que no tuve tanta presión sobre mí misma”, explica la futura especialista.

Ante la posibilidad de no entrar en la especialidad que le gustaba, empezó a plantearse otras vías más accesibles: “Yo veía que en los simulacros no me iba a dar para las que yo quería. Entonces, fui intentando buscar otros caminos y con la idea de siempre de ‘yo voy a hacer lo que pueda y si no me sale, pues el año que viene lo repito’”, dice Peláez.

La importancia de la actitud el día del examen


La residente de Otorrinolaringología dice que pudo desconectar en Navidad, lo que hizo que tuviera la mayor calma posible dentro de la situación: “El día del examen fui con la idea de que lo iba a hacer lo mejor posible y lo iba a bordar. Fui con esa energía”, recuerda. Cuenta que coincidió con amigos de la carrera en la puerta, algo que fue bonito y emotivo porque estuvieron dándose apoyo y animándose. “Me llevé muchísima comida, porque te dejan comer durante el examen. Entonces, cuando me atascaba con una pregunta, comía chuches”, detalla, añadiendo que decidió tomarse el examen “como un juego” dentro de los posible, y con esa actitud, finalmente le salió bien.

“Ya al salir no sabía muy bien si me había salido bien, si me había salido mal, porque tenía una muy buena sensación pero veía que todo el mundo salía mal del examen, preocupado, pensando que le había salido mal. Entonces, no sabía ni cómo sentirme”, comenta. De ese día también recuerda que en la puerta había gente con pancartas, familias y amigos esperando a los que se presentaban al examen, un recuerdo “muy bonito” que Peláez guarda con cariño.
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