El consumo de medicamentos es un factor de riesgo para la conducción. Imagen creada con IA.
Con la
llegada del verano, muchos ciudadanos se preparan para
largas horas de viaje, en muchas ocasiones por carretera. Ante este momento es normal revisar el coche, ajustar itinerarios o planificar las paradas, entre otras acciones. Sin embargo, a menudo se olvida una variable clave: la
medicación que se está tomando. A priori puede parecer un detalle menor, pero puede tener consecuencias graves si afecta a la capacidad para conducir de forma segura.
Y es que el organismo reacciona de forma distinta según el tipo de
fármaco y las circunstancias de cada paciente. Un tratamiento que no provoca somnolencia en una persona puede causar fatiga y pérdida de concentración en otra. Además, algunos
efectos secundarios no se manifiestan de inmediato, sino que se acumulan o se intensifican con el paso de las horas. Todo ello convierte la automedicación, o el desconocimiento de las advertencias del prospecto, en un factor de riesgo vial infravalorado.
Ante este escenario, lo más recomendable es recurrir a fuentes oficiales y al criterio de los profesionales sanitarios para aclarar cualquier duda. Entre las referencias más relevantes disponibles, destaca el documento informativo elaborado por la
Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), que cuenta con la guía más actualizada al respecto.
Fármacos que afectan a la conducción
En concreto, la FDA advierte de que ciertos medicamentos, incluso comunes o de venta libre, pueden
comprometer los reflejos, la concentración o el nivel de alerta. Y en carretera, una fracción de segundo puede marcar la diferencia. En su guía
Algunas medicinas y el volante no se mezclan, se detalla cómo tratamientos habituales pueden hacer peligrosa la conducción durante varias horas, o incluso hasta el día siguiente de su ingesta.
Entre los fármacos que pueden afectar gravemente la capacidad de conducción, se encuentran:
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Hipnóticos y ansiolíticos (como las benzodiacepinas).
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Antihistamínicos presentes en fármacos para alergias o resfriados.
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Opioides, incluidos antitusígenos con codeína o hidrocodona.
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Relajantes musculares.
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Antipsicóticos y anticonvulsivos.
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Estimulantes como efedrina, pseudoefedrina o píldoras para adelgazar.
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Tratamientos para el mareo, la vejiga o el control de la diarrea.
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Productos con cannabis o derivados como el CBD.
Medicación y viajes: cómo actuar
Estos medicamentos pueden provocar efectos como
somnolencia, visión borrosa, mareos, descoordinación motora o lentitud de reflejos. En muchos casos, los síntomas no se presentan de inmediato, lo que puede generar una falsa sensación de seguridad.
El riesgo se incrementa si estos fármacos se combinan con alcohol u otros depresores del sistema nervioso. Por ello, la FDA recomienda tomar
especial precaución con nuevas prescripciones, utilizar por primera vez cualquier medicamento en un entorno seguro —lejos del volante—, y consultar con profesionales sanitarios ante la mínima duda.
@farmacugat
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En España, el
Ministerio de Sanidad y la Dirección General de Tráfico coinciden con este enfoque. En su Documento de consenso sobre medicamentos y conducción, ambas instituciones subrayan que incluso tratamientos sin receta pueden alterar funciones cognitivas o físicas esenciales para la seguridad vial. En este sentido, la
Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) estima que uno de cada cuatro fármacos disponibles en el mercado puede influir negativamente en la conducción.
Las cifras refuerzan esta preocupación. Según el Instituto Nacional de Toxicología, el porcentaje de fallecidos en accidentes de tráfico con presencia de psicofármacos en sangre ha aumentado del 6 por ciento en 2017 al 15 por ciento en 2023. Una tendencia que sitúa al consumo farmacológico entre los nuevos factores de riesgo en carretera.
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