Más de 1000 enfermeras y fisioterapeutas relatan experiencias de acoso en primera persona

Varias enfermeras y fisioterapeutas cuentan experiencias de acoso en entornos sanitarios. Al detalle en Redacción Médica
Una enfermera trabajando en una consulta.


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Una macroencuesta llevada a cabo por el Sindicato de la Enfermería (Satse) ha revelado que hasta la mitad de las enfermeras y fisioterapeutas sufren situaciones que pueden ser constitutivas de acoso sexual o por razón de sexo. En total, más de 1.500 personas compartieron un testimonio en primera persona sobre esta situación. Redacción Médica ha podido tener acceso a una veintena de ellos y las experiencias son variables: desde piropos o comentarios inapropiados, hasta tocamientos. “Pacientes, pero más familiares o acompañantes, hacen comentarios sobre mí o mis compañeras y han intentado, o conseguido en ocasiones, manosear, tocar y rozar”, dice una de ellas. En algunos casos, las consecuencias de estas agresiones han llevado a las profesionales a rechazar hacer guardias para evitar el contacto con su agresor.


Ser enfermera o fisioterapeuta, factor de riesgo en el acoso sexual


En el ámbito hospitalario conviven profesionales sanitarios y no sanitarios, pacientes y familiares. Y hay agresores en cada uno de los colectivos. “Acercamientos incómodos, comentarios referentes a zonas sexuales, roces e insinuaciones”. Este es el testimonio de una sola persona, pero resume la experiencia de miles de mujeres, principales víctimas de este tipo de violencia.

Son muchas las que aseguran haber vivido situaciones más que desagradables al tratar con sus pacientes. “Preguntarle que si necesita algo y contestarte que ‘un beso’ sin venir a cuento y con actitud grosera”, cuenta una sanitaria. “Vio contenidos sexuales mientras le ponía la medicación”, añade otra. La violencia también se instala en las consultas: “Un paciente se obsesionó conmigo y me llevaba regalos, me ofrecía su casa e invadía mi espacio cada vez que venía, no había manera amable de sacarlo de la consulta”. En otras ocasiones, y dada la particularidad de algunos servicios, la violencia de la situación escala. “En una visita domiciliaria se acercó físicamente a mí, de una manera totalmente inapropiada”, relata una tercera. En otro de los testimonios se pone el foco en los familiares: “El marido de una paciente me siguió durante días al salir de trabajar para invitarme a cenar”.

Tu compañero también puede ser un agresor y aprovecharse de las particularidades del propio trabajo. Así lo cuenta una enfermera: “Me engañó llevándome a su casa e intentó tocarme y besarme. Él llevaba el coche para hacer domicilios, y me justificó parar en su casa a coger una cosa”. Por otro lado, hay quienes simplemente sobrepasan los límites. “Abusó durante años a compañeras y alumnas, mandando imágenes explícitas y mensajes con proposiciones sexuales”, asegura otra trabajadora.


El abuso de poder en el acoso a sanitarias


El abuso de poder se inserta en el acoso sexual. Así, son muchas las que aseguran que un superior, bien un jefe o bien un tutor de la universidad, ha llevado a cabo acciones que podrían ser consideradas como acoso. “Mano en cintura, agarrarme contra una puerta e intentar besarme con coacción y amenazas”; “Me dejaba la última para quedarse a solas conmigo en su despacho e insinuarse”, recuerdan. También hay quien intenta camuflarlo en clave de humor: “Un superior me abordó por detrás empujando su miembro contra mi nalga disfrazándolo como una broma”.

Estos testimonios son una pequeña muestra de la realidad del abuso y el acoso sexual en entornos sanitarios. En el 85 por ciento de las veces, según la encuesta de Satse, las profesionales ni  han notificado al centro, ni lo han denunciado ante las autoridades. La falta de confianza en la eficacia del procedimiento y el desconocimiento del mismo son las razones principales de esto. Sin embargo, hay quienes han tratado de hacerlo y se han dado de bruces contra la realidad. “Sufrí una situación de acoso por parte de un familiar de un paciente en un domicilio en el que me encontraba sola. Lo puse en conocimiento de mi supervisora y su respuesta fue: ‘deberías ser menos amable con los pacientes y no ponerte vestidos para ir a los domicilios’. Con el tiempo, esto generó una baja por ansiedad”, relata una trabajadora. De igual modo, hay quienes se han visto obligadas a cambiar de horario o a rechazar el dinero extra para evitar situaciones de abuso. “Un superior en una guardia intentó besarme y mantener relaciones sexuales conmigo. No volví a hacer guardias para no tener que verlo”, concluye otra.
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