Un estudio de la Universidad de Insbruck (Austria) sobre los accidentes en la montaña concluye que el 75 por ciento de las caídas se produce durante el descenso. En dicho estudio se incluyeron cuestiones sobre experiencia en la montaña, accidentes previos, comportamientos de riesgo o descripción de la ruta, temas que bien podrían ser aplicados a la nueva fase que esta semana afrontamos en la Comunidad de Madrid.

Aparentemente es más sencillo bajar que subir y, por ello, con frecuencia en el descenso se descuidan muchos detalles que son imprescindibles conocer para poder acabar la ruta con éxito y que son necesarios tener en cuenta para una desescalada que, inexorablemente, tendremos que acometer.

Los españoles lo hemos sacrificado todo para combatir la epidemia por SARS-CoV-2: vidas, familia, trabajo, futuro. Durante más de dos meses hemos dado lo máximo para conseguir aplanar la curva y ahora que lo hemos conseguido necesitamos tener muy clara la ruta de la desescalada. Es más, debería haber estado prevista ya antes de haber llegado a la cima.

Mientras en los hospitales y en Atención Primaria se libraba la batalla por la vida contra el virus, los departamentos de Salud Pública deberían haberse dedicado a preparar la siguiente fase para así haber ganado un tiempo precioso que, como ha ocurrido en la Comunidad de Madrid, era tan necesario para minimizar en lo posible los efectos de la epidemia.

Desde el comienzo de esta crisis sanitaria he llamado la atención sobre dos aspectos que los responsables de su gestión no han tenido en cuenta:  el papel de la Atención Primaria como elemento clave de detección y control de la evolución, y la importancia de los portadores asintomáticos, la roca del iceberg en esta epidemia. El SARS-CoV-2 ha venido para quedarse y serán inútiles todos los esfuerzos para erradicarlo, mientras que las acciones encaminadas a llevar un control de los portadores asintomáticos, la detección precoz de los casos, la protección de los colectivos más vulnerables y de los profesionales sanitarios, y una adecuada gestión de los recursos sanitarios serán las que nos permitan volver a nuestra vida diaria con la confianza de saber que nuestros gestores conocen la ruta de la desescalada.


"Hay que coordinar la labor asistencial con la labor de investigación epidemiológica y eso requiere un alto nivel de conocimiento y excelencia por parte de los que toman las decisiones"


Hoy, en la Comunidad de Madrid, es factible llevar a cabo una labor de rastreo de portadores, si se sabe cómo se tiene que hacer: campañas de sensibilización y reclutamiento de personal, programas de formación, centralitas con líneas para casos y contactos, acuerdos con colectivos para desplazamiento de los equipos, disponibilidad de pruebas diagnósticas y unicidad de criterios a la hora de aplicarlas, sistemas informáticos y aplicaciones para la localización de contactos, y un adecuado sistema de recogida e interpretación de los datos.

El trabajo de este primer nivel, en continua relación con la Atención Primaria, será la clave del éxito en nuestra nueva andadura, siempre y cuando se tenga claro que la Atención Primaria necesita disponer de todos sus recursos y no se vuelva a caer en la tentación de utilizarlos de nuevo para todo. Este sector, que ya venía adoleciendo de un déficit de unos 500 médicos de familia y 150 pediatras, necesita contar con todos los medios humanos y materiales al cien por cien para que, como debió ser desde el principio, sea el muro de contención de la epidemia y evite que lleguemos a una situación de la que aún hoy todavía no hemos terminado de salir.

A los madrileños no nos tranquiliza saber que podemos volver a tener 1.500 camas de UCI, como no nos tranquiliza saber que podemos abrir otras tres grandes morgues. A los madrileños nos tranquiliza saber que tenemos al mando de la nave a un equipo que cuente con el suficiente conocimiento científico-técnico como para adentrarnos en esta nueva fase. Comprar material y montar camas es sencillo, o debería serlo si se hace con tiempo y previsión, pero ahora entramos en una nueva dimensión. Hay que coordinar la labor asistencial con la labor de investigación epidemiológica y eso requiere un alto nivel de conocimiento y excelencia por parte de los que toman las decisiones.

Se dice que toda crisis tiene una solución, una fecha de vencimiento y un aprendizaje. La fecha de vencimiento aún está por venir, la solución la conocemos -solo hay que saber ejecutarla- y el aprendizaje ya ha empezado y dista mucho de acabar. Estamos aprendiendo a reconocer a los profesionales sanitarios, un colectivo infravalorado, exprimido y despreciado, que merece ser reconocido moral, humana y materialmente hablando; estamos reconociendo la importancia de una Atención Primaria que siempre ha trabajado en la sombra y que encarna la vocación médica más genuina; estamos reconociendo la necesidad de un departamento de Salud Pública robusto y asentado, que sea capaz de ver donde nadie ve y adelantarse a lo que ha de llegar. Y, sobre todo, estamos reconociendo el valor de la vida, en todos los sentidos, empezando por la de aquellos que han sufrido tanto y durante tanto tiempo y cuyas muertes tendremos que poder analizar con valentía y honestidad.

Los que hemos recibido el encargo de los ciudadanos de velar por el bien de nuestra Comunidad y máxime los que, como yo, tenemos una voz en el ámbito sanitario, tenemos la obligación moral de actuar con responsabilidad antes de exigírsela a ellos. Y una muestra de responsabilidad es expresar, libre de todo sesgo y por todas las vías a nuestro alcance, todo aquello que creamos que pueda servir para paliar el dolor que tantos padecen y para procurar evitar que lo vuelvan a sufrir. Solo así podremos transmitirles a los madrileños la confianza en una desescalada segura, sin miedo a deslizarse por una pendiente que les impida llegar íntegros al final de la ruta.