Eduardo Benlloch García, médico
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16 jun. 2017 15:00H
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En una reciente noticia publicada en Redacción Médica se titula “Alemania considera la homeopatía una terapia “reconocida y probada”, seguido de la frase “encuesta en la población general publicada por la 'Farmaindustria' germana” en un tamaño de letra sensiblemente inferior.

Esto es el paradigma de manipulación de una noticia. En apariencia parece querer decir que Alemania, como nación, considera la homeopatía como una ciencia y subyace la idea de que es aceptada por las autoridades científicas alemanas `en general´. La verdad es muy otra si se sigue leyendo, cosa que no hace la mayoría de los lectores que simplemente ojean la publicación. La verdad es que una asociación farmacéutica alemana, sin que se declare si tiene o no intereses en la venta de medicamentos homeopáticos, hace una encuesta entre ciudadanos alemanes (no se citan datos referentes a la composición muestral en la nota de prensa a que hace referencia el artículo) en la que se concluye que el 70 por ciento de los encuestados dicen confiar en los productos homeopáticos. De esa base y de esos datos se deduce el titular en el que por extensión Alemania pasa a reconocer y aprobar la homeopatía.

Por asociación uno debe preguntarse inmediatamente cual es la objetividad o si es un mero y tan frecuente `do ut des´. En un tema tan polémico y candente, desgraciadamente tan actual a estas alturas, debería la redacción de las noticias ser más cuidadosa para no inducir a errores de bulto como el que acabo de señalar.

Tal parecería que en Alemania está la homeopatía, aún a nivel de la sociedad en general, mucho más reconocida que en nuestro país, porque según la VIII en Encuesta de percepción social de la Fecyt (Abril 2017) en España sólo el 52 por ciento de la población encuestada creía en la homeopatía, bastante menos que la población alemana, aunque sí más que los que creen en los horóscopos (14,7 por ciento).

Si de verdad se quiere clarificar el problema de las “pseudociencias” o de las “medicinas alternativas” tenemos la obligación de acudir a la objetividad, a los datos científicos probados, a las opiniones fundamentadas. Poco pueden aportar las encuestas de opinión realizadas a la población general, cuyo interés por la ciencia es más bien escaso (sólo el 40 por ciento de la población dice estar interesado mucho o bastante por la ciencia y la tecnología) lo que introduce un sesgo de opinión muy importante, aunque pueda ser de interés, evidentemente, para las empresas productoras de remedios “pseudocientíficos” que cuentan con escasísimos y no favorables estudios RCT (ensayos controlados randomizados).

Ya advertía el profesor López Piñero en su magnífico libro “La Medicina en la Historia” (2002): “Los homeópatas actuales más serios continúan intentando demostrar experimentalmente sus postulados, en especial el de la “acción dinámica” de las dosis infinitesimales. En el polo opuesto la publicidad consumista procura presentar de forma ambigua la homeopatía como una novedad frente a la `medicina tradicional´, denominación que los explotadores comerciales de las `otras medicinas´ suelen usar para referirse a la medicina científica moderna”.

No parece que una publicación dirigida a profesionales de la medicina deba caer en lo que Lopez Piñero señalaba como “presentar de forma ambigua” los datos. No siempre RM lo ha hecho así, mas bien al revés, señalando la progresiva disminución de los Centros donde se pueden obtener conocimientos sobre las “medicinas alternativas”, aunque resulte ciertamente curioso que la UNED aún mantenga dos cursos de postgrado, aunque declarados a extinguir, para especialización en estas medicinas, en los que se entremezclan nutrición, dietética, fitoterapia, homeopatía y gestión de Farmacias y Parafarmacias.

Regular y legislar sobre el tema, como ha propuesto Ciudadanos, es una necesidad obvia y urgente, pero requiere información profesional y científica de la máxima seriedad e información veraz y prudente a la población, entre otras cosas.

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