El pasado 24 de octubre se firmaba y se hacía público el acuerdo de gobierno entre PSOE y SUMAR, los dos partidos que conforman el ejecutivo durante la actual legislatura, por lo que se entiende que ésta será su hoja de ruta. Dentro de los 48 folios en los que se describe el mundo de luz y de color que nos espera bajo su mandato en todos los órdenes de la vida, dedica, como no puede ser menos, un espacio a sanidad. No mucho, la verdad, poco más de un folio.

Resulta difícil no estar de acuerdo con la mayoría de las propuestas que se hacen en el documento, sobre todo por su carácter genérico sin ninguna concreción de cómo se van a realizar. Es el caso del blindaje del sistema nacional de salud, la potenciación de la salud mental, de la atención primaria, de la atención a las enfermedades raras, del aumento de sanitarios, la renovación de la tecnología y la financiación de audífonos, gafas, lentillas y salud bucodental. Se ve que sus autores, entre los que supongo está la actual ministra, por fin médica de profesión algo de agradecer, conocen cuales son los puntos débiles del sistema, lo cual es ya bastante más de lo que se pudo decir de muchos de los anteriores ministros de sanidad en su toma de posesión.

Solo se podría objetar, quizás por un problema de coordinación con otras áreas gubernamentales, que en ningún sitio está previsto un aumento del presupuesto sanitario para financiar todo eso y de hecho el gobierno que suscribe esta propuesta ha congelado para el 2024 el gasto previsto para sanidad, dejándolo en un pírrico 6,7% del PIB en el proyecto enviado a la Unión Europea, lejos incluso del ya insuficiente 7% prometido por el presidente del gobierno a principios de la pasada legislatura y además con un aviso de las instituciones europeas sobre lo descuadradas que están nuestras cuentas públicas. Tendríamos que asistir por tanto a un milagro de los panes y los peces para ver cumplidas estas promesas, lo que por otra parte les daría una perspectiva bíblica, sin duda interesante.

Pero lo que resulta realmente impactante, y es el motivo de estas líneas, es el párrafo referido a las listas de espera que no me resisto a transcribir:

Acabaremos con las listas de espera en la sanidad pública, estableciendo por ley unos tiempos máximos de espera en el SNS: 120 días para intervenciones quirúrgicas, 60 días para consultas externas especializadas y 30 días para pruebas complementarias con independencia del lugar de residencia. En el caso de la salud mental la garantía de tiempo máximo de espera será de un máximo de 15 días para jóvenes, adolescentes y menores de 21 años

Produce verdadera congoja pensar que tantos años batallando contra las listas de espera (sin mucho éxito la verdad porque la demora media quirúrgica estatal actual es ahora del doble que en los tiempos del Insalud hace 25 años: 50-60 días entonces vs. 112 días según los últimos datos), se podían haber evitado simplemente haciendo una ley que limite los tiempos de espera. ¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes? ¡Cuánto tiempo perdido! Con esta simple fórmula no es ya que se asegure que van a mejorar las listas de espera, sino que se va a acabar con ellas y no solo con las quirúrgicas sino las de las consultas y las pruebas diagnósticas.

Resulta enternecedora la fe de algunos en la capacidad taumatúrgica de las leyes. Ello se corresponde con la amplia producción de leyes del actual gobierno con 215 textos aprobados en la pasada legislatura que no completó los 4 años, a más de una ley por semana incluyendo las prolongadas vacaciones parlamentarias. Me recuerda mi experiencia laboral en Italia, un país con un número interminable de leyes, pero la mayoría con un cumplimiento más bien escaso.


"Vamos a suponer que se aprueba la ley de listas de espera. Se supone que un ejército de sanitarios, hoy día inexistentes y que no se sabe de dónde van a salir ni cómo se van a financiar, se ponen a operar a todo el mundo hasta que la lista de espera desaparece como dice el pacto [...] Realmente fabuloso, aunque sencillamente inverosímil. Por otra parte, si como es de esperar, las promesas no se cumplen, ¿qué medidas legales se van a tomar? ¿contra quién? ¿se indultará o amnistiará a los amiguetes como es ahora tendencia?"



Vamos a suponer que la iniciativa ve la luz y que se aprueba la ley en cuestión. Se supone que un ejército de cirujanos, anestesistas, enfermeras y demás personal sanitario, hoy día inexistentes y que no se sabe de dónde van a salir ni cómo se van a financiar, se ponen a operar a todo el mundo hasta que la lista de espera desaparece como dice el pacto. Igualmente, miles y miles de médicos y enfermeras actuando con aparataje y hospitales que deben estar en la nube o quizás en el metaverso, acabarían con las listas de consultas y pruebas diagnósticas. Realmente fabuloso, aunque sencillamente inverosímil. Por otra parte, si como es de esperar, las promesas no se cumplen, ¿qué medidas legales se van a tomar? ¿contra quién? ¿se indultará o amnistiará a los amiguetes como es ahora tendencia? Estas cosas habría que aclararlas en la exposición de motivos de la ley.

Sinceramente, como médico no me resisto a lanzar un ruego a la nueva ministra que en materia técnica parece una persona razonable: al menos en sanidad, no nos tomen por imbéciles, por favor. Tampoco es mucho pedir.