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16 mar. 2021 12:30H
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Siempre inicio mis artículos citando una frase de algún personaje célebre y normalmente me resulta relativamente fácil hacerlo, encontrar autor y frase. Hoy no me ha resultado sencillo hacerlo y me decanto por lo que decía Georg C. Lichtenberg: “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.

Ha pasado un año desde el inicio de la pandemia de la Covid-19; aún recuerdo esos inicios marcados por frases que pasarán a la historia, frases del Dr. Fernando Simón, del que ya he dicho en alguna ocasión que le consideraba en muy alta estima pero que se me ha caído del pedestal. La exposición diaria ante los medios de comunicación, ser trasmisor del mensaje, más teledirigido por el político de turno que de índole técnico-profesional, le ha hecho perder gran parte de su bagaje profesional. “España no va a tener más allá de algún caso diagnosticado” decía y hoy eso se ha traducido en más de 92.000 fallecidos, una de las cifras más altas de Europa y del mundo.

Hemos vivido y seguimos viviendo la mayor tragedia sanitaria de los últimos 100 años. Una crisis que ha supuesto poner en cuestión nuestro tan frecuentemente alabado Sistema Sanitario. El Sistema se ha superado, ha roto sus costuras, ha evidenciado que durante años ha estado abandonado, ha sufrido desinversión, falta de renovación de estructuras, falta de profesionales. No se hace política sanitaria, solo se ha politizado la sanidad. Me da igual a qué Comunidades Autónomas que miremos, de qué color político sea, en todas ellas se ha reproducido el mismo fenómeno.

¿Qué es hacer política sanitaria?


Hacer política sanitaria es planificar, es tener un plan estratégico a corto, medio y largo plazo. Es conocer el estado de sus infraestructuras, las necesidades de mantenimiento, reformas y nuevas instalaciones. Hospitales no antiguos, viejos y con necesidad de ser sustituidos por unos que se adapten a las necesidades de la Medicina del siglo XXI. Centros de Salud en los que aún hay espacios sin luz, sin ventilación, ubicados en bajos o sótanos de edificios antiguos y con difícil acceso.

Hacer política sanitaria es tener un estudio profundo de las necesidades de personal. Pirámide de edad, profesionales por categorías y especialidades, jubilaciones previstas a corto, medio y largo plazo, etc. Hay que conocer cuántos estudiantes tenemos, si el recambio está garantizado, si dispondremos de profesionales formados con tiempo acompasado con las salidas del Sistema. ¡Esto es mucho pedir! Un político pensando más allá del plazo de las próximas elecciones es una especie extinguida. No ven más allá del plazo de tiempo electoral, de lo que pueda dar rédito electoral.

Claro que todo lo anterior significa entender que hay necesidades. Unas necesidades que hay que acometer y la Sanidad no es barata, aunque si imprescindible. Entender que la Sanidad es una inversión, no solo un gasto, es fundamental. En esto difiero de quienes dicen que “la sanidad no es un gasto, es una inversión”. No, no lo comparto. Son ambas cosas.

A los políticos lo que les gusta es politizar la sanidad. Sacar rédito de la sanidad. Que me va mal en votos una determinada zona, pues le planto un hospital y un par de centros de salud y listo. Que es eficiente o necesario, eso es lo de menos. Lo importante es el voto, lo que da o quita poder. Un poder que significa “colocar a los míos” en la macro estructura político gestora de los 17 Sistemas de Salud. Lo he dicho en alguna ocasión: en el Insalud se dirigía todo el sistema con un director general y un par de subdirecciones. Ahora eso no da ni para el Ingesa, el sistema más pequeño de todo el conjunto de la Sanidad.

Solo hay que ver cómo se ha gestionado la pandemia. Cada Comunidad Autónoma ha tenido su modelo de gestión; unos hacen test, otros no; unos confinan, otros no; unos toman medidas duras desde el punto de vista social y económico, otros no. Así con todo. ¡No nos ponemos de acuerdo ni en un plan único de vacunación! ¡Todos buscan su “hecho diferencial”.

Me gustaría que los políticos entendieran que lo importante es hacer política sanitaria, una política sanitaria de consenso, que resista los cambios políticos, que esté por encima del partidismo. Las necesidades sanitarias son básicas, son comunes, están en lo más básico de un estado de bienestar. Sé que es difícil aunar criterios en este tema, empezando por las diferentes ideas en cuanto a si la sanidad debe ser cien por cien pública o es coherente y necesario mantener la colaboración público-privada. Este asunto ya se dejó zanjado con la Ley General de Sanidad y si se debe cambiar o no es un tema que requiere consenso, algo que en estos tiempos de polarización política extrema es prácticamente imposible.

Hay que fijar un gasto en sanidad en porcentaje del PIB, a mi juicio con una distribución de recursos en función de población, edades, morbilidades, nivel socio económico, etc. Sé que es pedir mucho, pero de ilusión también se vive. Y me imagino que si algún político lee esto, seguro que se está riendo a carcajadas. Ese es el problema, que los hay que se toman a broma algo tan básico como la sanidad, eso que nos hará salir con el menor daño posible de una pandemia que tarde o temprano dejaremos atrás, eso sí, lo haremos por el esfuerzo extenuante de los profesionales, incluso dejándose muchas vidas de ellos en el camino, no por lo que han aportado los políticos, y siento ser tan duro.

Y termino como empecé. He perdido el respeto por los que mandan, y lo hago viendo que ellos han perdido la vergüenza.