La profesión médica en la encrucijada:
hacia un nuevo modelo de gobierno 
corporativo y de contrato social”    
(Albert J. Jovell)

Hace ahora diez años, los médicos empezábamos a pedir que el Pacto por la Sanidad “se hacía, necesario, imprescindible y urgente”. Sin embargo, la crisis económica que se avecinaba hizo que la ilusión inicial se fuera apagando.

Estas sospechas se fueron materializando en poco tiempo. El mismo día de su presentación por el ministro Bernat Soria (30 de agosto de 2008) en ausencia de cualquier otro miembro del Gobierno, se ponía de manifiesto que el Pacto carecía de liderazgo y ambición política.

Aquella presentación, más que la alegría de un bautizo, representaba la desilusión y tristeza de una larga agonía. La llegada de Trinidad Jiménez al Ministerio, trajo que el Pacto entrara en las tinieblas y en el olvido, y hoy esté enterrado.

Podemos preguntarnos si el nuevo Gobierno, si llega, pondrá el Pacto por la Sanidad encima de la mesa de negociación. Lo veo imposible por varios motivos: la situación político-económica, el déficit público, las exigencias y nuevos recortes que impondrá la Unión Europea y, además y lo más importante, la bancarrota de la caja de pensiones.

Mientras tanto, la sociedad y la profesión médica están inmersas en un cambio social, el más importante de la Historia, con una crisis de valores por medio. El cambio del modelo de vida y del Estado del Bienestar ha pasado de una sociedad industrializada a otra del conocimiento, para convertirnos así en una sociedad de riesgo.

La profesión médica se encuentra en una situación difícil o, mejor expresado, en la encrucijada. Los médicos, en estos últimos 50 años, hemos pasado de ser una profesión liberal, socialmente respetada, a convertirnos en un trabajador asalariado del Sistema Nacional de Salud (SNS) con escasas retribuciones y más de un 30 por ciento de puestos de trabajo en precario.

Poco a poco, el médico ha vivido cómo se ha ido deteriorando la situación, la relación médico-paciente y el rol social y profesional, habiendo perdido también la autoridad clínica (siendo sustituidos por los gestores de una sanidad gestionada).

Con este panorama, ¿es posible todavía  la esperanza? ¿Cómo salir y solucionar la encrucijada en que se encuentra el Estado del Bienestar y la profesión médica en particular? Pongamos las luces largas y miremos a lo que somos y lo que hacemos como médicos, sin olvidar que el ciudadano y paciente depositan en el médico y en su profesión toda su confianza, como se aprecia en millones de actos médicos que todos los días se hacen en España. Luchemos, una vez más, por ‘el placer de ser y hacer de médicos’ y por que nos devuelvan la autoridad clínica.

Ante esta encrucijada en que se encuentra la profesión médica, hemos de caminar hacia un nuevo contrato corporativo, además de recuperar el contrato social implícito entre el médico y el paciente, que se estableció hace muchísimos siglos.

Es bien sabido que todo acto médico tiene dos protagonistas: el médico y el paciente. En este acto, se establece una relación que lleva implícita este contrato social. Contrato que se asienta en la confianza, que el paciente-ciudadano deposita todos los días en el conocimiento y compromiso del médico y en la profesión médica. Siendo esta confianza el valor esencial que garantiza la viabilidad del contrato social entre la profesión médica y la sociedad civil.

Ha llegado la hora de caminar y recuperar el protagonismo de este contrato, pero, por favor, no debe tomarse este caminar como una amenaza al Gobierno (por ahora). Debe ser una llamada de atención a la inoperancia política que no ha sido capaz de conseguir el Pacto por la Sanidad en estos últimos diez años.

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