Año tras año, asistimos al desfile de alegrías que nos deja el examen de acceso al sistema de Formación Sanitaria Especializada (FSE). Año tras año, los que acaban de quitarse la pátina de estudiantes nos cuentan, emocionados, su gran logro, esa plaza elegida y, en muchas ocasiones, soñada. Y año tras año, la moneda también tiene otra cara, la de aquellos que no han logrado lo que ansiaban: obtener una plaza MIR o, más concretamente, la plaza MIR deseada.

Este grupo de peor suerte tras el examen MIR no es que sea pequeño, ya que, aunque las plazas de Formación Sanitaria Especializada aumentan, siguen siendo insuficientes para absorber a los miles de estudiantes que finalizan los estudios de Ciencias de la Salud. Sin embargo, el panorama cambia mucho según la titulación cursada. Así, las plazas de Psicólogo Interno Residente son muy escasas y obliga a que la mayoría no pueda acceder a la formación especializada en la Sanidad pública, donde el título de PIR es obligatorio para el ejercicio.

En el caso de Enfermería, la especialidad no es obligatoria y los profesionales que han conseguido cursar el EIR están teniendo que abrirse paso “a codazos” en la sanidad pública, en la que las especialidades enfermeras apenas se empiezan a vislumbrar.

Así podríamos hablar de lo que ocurre con las distintas titulaciones sanitarias, cada una de ellas sujetas a distintas obligaciones o libertades de especialización para poder ejercer en la Sanidad pública o en el ámbito privado.

En el caso de la Medicina, la especialización se precisa para el ejercicio. Es un requisito que compartimos todos los médicos europeos y, sin ello, la posibilidad del ejercicio profesional desaparece casi en su totalidad o así debería ser, por ley. Año tras año, entre 12.000 y 14.000 titulados en Medicina se presentan al examen de acceso al sistema de formación MIR. De ellos, solo unos 8.000 obtendrán plaza y los demás verán cómo su sueño es esfuma un año más o quizás para siempre.

Es curioso que la obtención de un título de Medicina en nuestro país tenga tan poco valor, ya que lo lógico sería que todo aquel estudiante que finaliza con éxito la carrera pudiera optar a la formación como especialista, condición sin la cual el título que ha obtenido pierde valor y el campo en el que podrá ejercer su profesión disminuye hasta casi ser inexistente.


Año tras año, la otra cara de la moneda son todos los médicos titulados que se han preparado con la misma angustia, tenacidad y constancia que aquellos que finalmente han aprobado. Todos esos médicos sin plaza MIR son los grandes olvidados del sistema, los que no salen en las noticias y a los que nadie felicita a pesar de haber conseguido terminar una carrera tan dura como Medicina.

¿Tiene sentido formar médicos en las facultades de Medicina que no podrán ejercer?

La formación universitaria supone una inversión importante en tiempo y dinero, no solamente para las familias de los estudiantes, sino para el propio Estado. Tras finalizar la carrera o tras aprobar el MIR sin obtener plaza, algunos de ellos optan por marcharse a países extranjeros y acceder allí a los sistemas de formación en las diferentes especialidades, en Europa y Estados Unidos, sobre todo.

Antes, los que emigraban eran una excepción y a día de hoy, aun siendo un número pequeño, no dejan de crecer. Entre otras cosas porque las condiciones laborales en esos países son mejores y el acceso a este periodo formativo como especialistas se realiza por medio de una entrevista personal o un examen en el hospital elegido. Incluso es mayor el prestigio que supone formarse en alguno de los servicios punteros a nivel internacional y el caudal de conocimientos que aporta este hecho.

Otros afectados por esta situación optan por ejercer otras profesiones en las que no se exige la especialización o en las que disponer de una titulación ayuda, aunque no estén relacionadas directamente con la Medicina. En otros casos, la convocatoria actual no ha colmado sus aspiraciones y volverán a presentarse al examen MIR hasta que alcancen su objetivo de especialidad y centro. Por último, encontramos a todos aquellos que, por edad, condicionantes familiares, económicos o del tipo que sea, no tienen posibilidades de seguir probando fortuna.

Estos compañeros son utilizados por la Administración, conocedora de su precaria situación. Los usa en momentos determinados y los vuelve a olvidar cuando ya no les son necesarios, sin facilitarles ningún tipo de salida, entre otros motivos porque legalmente no pueden ejercer sin especialización.

Estos médicos, que son los eternos R0, están en la mayoría de servicios de salud, camuflados, escondidos por las administraciones –que no suelen reconocer su existencia-, y bajo un régimen de (como mínimo) irregularidad. Son utilizados cuando el déficit de profesionales alcanza su punto álgido, como en periodos estivales o en áreas periféricas, pero no generan derecho alguno porque su situación laboral no es regular. Además, esta situación es compartida por los médicos extracomunitarios en trámites de homologación.


Todo médico tiene derecho a acceder a la Formación Sanitaria Especializada


Es decir, que nos encontramos ante trabajadores que prácticamente carecen de derechos, ni siquiera el de protesta porque ninguna normativa les ampara. Evidentemente, la Administración no debería recurrir a médicos sin titulación o especialidad homologadas y desde la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos CESM nos vamos a oponer, siempre, a estas prácticas, que están bastante generalizadas en España, aunque no son reconocidas por las administraciones.

Pero también es evidente que todo médico tiene que tener derecho a acceder a la Formación Sanitaria Especializada, porque no tiene sentido formar médicos que no van a tener salidas profesionales; y que un examen aprobado de esta formación debería ser bastante para que el médico no tenga que estar examinándose durante toda su vida para poder alcanzar la estabilidad laboral (una plaza en propiedad) a edades que sobrepasan los 40 o 50 años. En este camino por la calidad del empleo perdemos a muchos compañeros muy valiosos en una profesión deficitaria.

La Administración ha contraído una deuda con estos trabajadores, una deuda laboral y moral. Si necesitamos médicos para mantener la asistencia sanitaria, debemos buscar una salida a todos estos médicos.

Terminaré lanzando una batería de preguntas para su fundamental reflexión. Cuestionaré si tiene sentido que aumentemos el número de estudiantes de Medicina con el actual cuello de botella en el acceso al MIR. ¿Tiene sentido que formemos muchos más médicos de los que podrán optar a una plaza de FSE? ¿Tiene sentido que a los especialistas que formamos los ahuyentemos con pésimas condiciones laborales?  ¿Tiene sentido que no dispongamos de una planificación del número de especialistas necesarios con proyección de futuro en pleno siglo XXI?

Desde CESM seguiremos luchando para que todas estas preguntas obtengan la respuesta que todos, pacientes y profesionales, necesitamos y merecemos.