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19 nov. 2020 17:10H
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María Alarcón, Alejandro Moreno, Patricia Bau… Son solo tres de las miles de enfermeras y enfermeros que hace unos años no vieron otra alternativa que dejar su país para poder desempeñar su labor asistencial y de cuidados en unas condiciones laborales dignas.

Contratos muy precarios, en caso de haberlos, les llevó a traspasar nuestras fronteras, dejando atrás a sus familias y seres queridos, para engrosar las plantillas enfermeras de otros sistemas sanitarios que los recibían con los brazos abiertos al ser conocedores de su excelente preparación y cualificación.

El éxodo enfermero se viene produciendo desde hace décadas pero ha experimentado un aumento progresivo en los últimos años y ahora ocupa más espacio en los medios de comunicación a raíz de que la grave crisis de la Covid-19 ha puesto el foco informativo en el sustancial déficit de enfermeras y enfermeros en nuestro país.

El déficit de enfermeras en España es histórico y crónico


Un déficit histórico y crónico en un país que, de forma ilógica e incoherente, propicia que las enfermeras y enfermeros que hay disponibles se vayan a trabajar fuera. Como ocurre también lamentablemente en otras áreas del conocimiento, en lugar de retener y potenciar nuestro talento enfermero lo servimos en bandeja a otros sistemas sanitarios que lo aprovechan para atender y cuidar mejor a sus ciudadanos sin haber tenido que invertir ni un euro en la formación previa necesaria.

A pesar de ser algo tan obvio e incontestable, la falta de interés de las autoridades competentes a lo largo de sucesivos gobiernos, a nivel tanto estatal como autonómico, ha enquistado un problema al que debemos de dar solución, de una vez por todas, y, de esta forma, paliar en parte la cuestión “de fondo” como es la falta de enfermeras y enfermeros en los distintos servicios de salud.

¿Es posible evitar la emigración forzosa de los profesionales y fomentar su vuelta en el caso de que así lo deseen? Sí, lo es. Lo que se necesita es un plan o estrategia conjunta de actuación que contemple una serie de medidas, ayudas, e incentivos que cumplan con este doble objetivo.

Desde Satse así lo entendemos y hemos trasladado una propuesta concreta al Gobierno central, a los de las distintas comunidades autónomas y a los principales partidos políticos desde el convencimiento de que si aseguramos unas condiciones laborales justas y razonables propiciaremos la vuelta a España de muchos de los profesionales que emigraron y no obligaremos a otros muchos a hacerlo si no lo desean.

Soy consciente de que se trata de un doble objetivo que no es posible conseguir a corto plazo, y, por ello, espero que la habitual miopía cortoplacista política no lleve a desestimar su puesta en práctica al considerar que no tiene un rédito en términos electorales de manera casi inmediata.

Una historia personal en cada enfermera que emigra


Detrás de cada nombre de enfermera o enfermero que trabaja fuera de nuestras fronteras hay una historia personal y profesional no exenta de muchas dificultades y también una oportunidad desaprovechada por nuestro sistema sanitario para ofrecer la atención y cuidados que el conjunto de la ciudadanía se merece.

Una fuga de talento enfermero que, como se ha constatado, resulta especialmente grave cuando nuestro Sistema Nacional de Salud ha de enfrentarse a graves crisis de salud pública, como la de la Covid-19, al tiempo que debe seguir dando respuesta a las necesidades asistenciales y de cuidados del resto de personas con otras enfermedades y problemas de salud.

No hay duda de que la pandemia de la Covid-19 ha supuesto un antes y después en la historia del sistema sanitario de nuestro país. Una vez superada la crisis, está en nuestras manos posibilitar una sanidad mejor, más fuerte y con las enfermeras y enfermeros necesarios, entre ellas y ellos, los que ya pudieron volver a su país y los que al final no se fueron del mismo.