Hace tiempo escribía en esta tribuna sobre la obsolescencia de los hospitales y la imperiosa necesidad de acometer obras para su adecuación a las actuales necesidades. Las estructuras hospitalarias están viejas, deterioradas y necesitan una renovación urgente.

La Comunidad de Madrid anunció un ambicioso plan de reformas y actualizaciones de sus hospitales, algo que parece necesario y que debe ser entendido por encima de la ideología política que se tenga. Es una necesidad palpable y no se puede demorar más tiempo.

El anuncio generó importantes críticas y no pocas alabanzas. Todo dependía del color político de turno. Algo en lo que se debería coincidir, de nuevo es objeto de disputa absurda. Da igual quien tenga la idea, lo importante es acometer las reformas para dotar al SERMAS de unas estructuras adecuadas a la realidad asistencial que vivimos. Hospitales de 40 años, construidos para un tipo de medicina que ha evolucionado, que han sufrido un deterioro evidente, y no entro ahora en si el mantenimiento ha sido el correcto o no, que eso es otro debate, necesitamos sustituirlos o reformarlos íntegramente.

El primero de los proyectos ha sido ya adjudicado. El Hospital Universitario de La Paz será renovado íntegramente, diría más bien construido sobre el propio hospital, un proyecto complejo donde será necesario vivir dos realidades paralelas, seguir trabajando en el actual y construir uno nuevo de forma simultánea. Difícil, técnicamente complejo, costoso para técnicos, profesionales y pacientes. El proyecto ya está adjudicado y se plantea un precio y duración determinado que, como pasa siempre con cualquier obra, será finalmente mayor en coste y tiempo.

Ahora es el momento se sumar voluntades, de aunar esfuerzos, de no hacer política partidista ni los unos ni los otros. Esto es un gran proyecto que necesita Madrid, que apoyan sus profesionales. Es fácil criticar, es sencillo presuponer costes mayores del licitado, hacer campaña con esto, pero lo único cierto es que el Hospital se cae, se inunda cuando llueve, está viejo y deteriorado, no se adapta en espacios a las necesidades de la medicina actual, etc. Esto en incuestionable.

No soy arquitecto, ni lo pretendo, y se ha ofertado en concurso la realización del proyecto. Al igual que me fío de los profesionales que tienen que realizar una intervención quirúrgica o les consulto un problema de salud, me fio de los profesionales de la arquitectura.

Cierto es que hay que pedir certezas, seguridad, informes de impacto, viabilidad de convivir actividad asistencial y obras, compromiso de plazos y coste, colaboración entre las partes, etc. Y no tengo que dudar que estos informes sean presentados y tenidos en cuenta a la hora de acometer una obra de esta envergadura.

También conozco la cruda realidad de la corrupción que ha rodeado o rodea a la obra pública. Por ello creo necesario que todos los políticos dejen a un lado sus prioridades partidistas, se sienten en una mesa, hablen, pacten y lleguen a un compromiso para hacer que esta necesidad sea una realidad de la que todos nos beneficiemos. La mejor forma de evitar la desconfianza, de ser transparentes, de aunar esfuerzos, es hacerse copartícipe del proyecto, viendo mas allá de su único interés partidista. Reconozco que escribir esto es muy fácil, pero que sea una realidad en el mundo real de la política, es una utopía. Me gustaría equivocarme y ver que nuestros políticos están a la altura de los ciudadanos y realmente son capaces de pensar en todos. Termino con esta frase de Gabriel García Márquez: “Yo creo que todavía no es demasiado tarde para construir una utopía que nos permita compartir la tierra”.