“Después del poder, nada hay tan excelso como saber tener dominio de su uso”. (Jean Paul Richter). Tener poder y saber usarlo, no siempre es fácil.

La construcción del Hospital Isabel Zendal es una buena noticia, si, lo es, pero no por lo que dice la presidenta de Madrid, lo es porque ha demostrado que cuando se quiere, se puede.

La construcción de este centro sanitario, no se puede llamar hospital, es un hito asombroso, cierto, es asombroso hacerlo como obra pública en escasos meses. Esto si pasará a la historia, no el propio centro, un mal llamado hospital que se basa en modelos de hace 100 años; salas con camas sin ninguna separación, sin intimidad, deshumanizadas; un centro en el que la hospitalización no cuenta con los mínimos estándares de calidad propios de este siglo. Pero el objeto de esta tribuna no es hacer crítica de este hospital, aunque también.

Me retrotraigo a mi propia historia. Voy a relatar dos acontecimientos que he vivido personalmente. El primero es corto y muy sencillo. Muy cerca de mi casa, fui testigo de la gran venta política de la puesta de la primera piedra del nuevo Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda. Una ceremonia a mayor gloria de los políticos de turno que se presentaba con todo lujo de cortesanos, prensa, reportaje gráfico, etc. Pasaron años y la segunda piedra no llegaba. Al final, dentro del “modelo Aguirre” de construcción, fue la iniciativa privada la que lo levantó en tiempo récord, eso sí, con los peajes que todos conocemos.

La otra historia es diferente. Corría el año 1996 cuando me proponen ir como gerente al Complejo Hospitalario de Toledo. Era joven, tenía experiencia, ánimo, me gustaba la gestión, me había formado para ello, era un reto. Acepté y asumí esa responsabilidad.

Me encuentro un hospital viejo, pequeño, deteriorado, con volumen de edificación, unos metros cuadrados por cama, muy alejados de los que en esa época se consideraban los adecuados. En definitiva, un hospital necesitado de mejoras estructurales muy importantes.

Herencia de la anterior dirección, sobre la mesa hay un “informe técnico” elaborado por un estudio de arquitectos en el que “por encargo” se determina que el Hospital Virgen de la Salud debe y puede ser reformado y ampliado. El resultado final era un hospital que seguía sin alcanzar los metros por cama necesarios, que, tras mucho tiempo de obras, seguiría siendo estructuralmente insuficiente.

Tomé la primera decisión trascendente. No estando conforme con lo que el informe determinaba, opté por desecharlo. Entendí que lo que se necesitaba era un nuevo hospital, localizado en una parcela nueva, cercana a Toledo, no en pleno centro, en la que fuera posible construir un hospital con la superficie necesaria. Así se lo planteé al Director Territorial. Se iniciaron los primeros movimientos para hablar con Tesorería, ver viabilidad, etc. Ahí quedó el planteamiento. Dos años después me marché y no había ni reforma y ampliación, ni proyecto de nuevo hospital.

Bien, tras esta pequeña historia, más de 20 años después, veo con satisfacción que Toledo ya tiene su nuevo hospital, aun por terminar y estar operativo, pero ya está en el proceso final de cierre del viejo Virgen de la Salud y traslado al nuevo y flamante hospital.

De todo esto saco unas conclusiones sencillas. Hacer una obra pública es un calvario cuando no se quiere y sencillo cuando si se quiere. Hacer el Hospital Puerta de Hierro o el nuevo Hospital de Toledo puede llevar años, decenas de años. Hacer el Hospital Isabel Zendal, meses, escasos meses. Sin entrar en la polémica de la necesidad o no del este último, del que yo he manifestado mi desacuerdo, lo que se demuestra es que cuando la Administración quiere, cuando pone recursos, cuando le interesa, la obra pública es posible hacerla en tiempos de privada.

Mi pregunta final es sencilla. ¿Qué impide ser siempre tan diligentes en la Administración? Se que habrá quien diga que la tramitación por vía de urgencia es lo que hace acortar plazos, procedimiento administrativo, etc. Pero si se ha sido capaz de hacerlo es este caso, nada impide hacerlo en otros. La urgencia es un trámite que determina la propia Administración, que argumenta cuando y como quiere.

Por eso, está claro que “cuando se quiere, se puede”. Y como contribuyente, como ciudadano, yo exijo a los dirigentes de la Administración pública que sean diligentes, que entiendan que se pueden hacer las cosas en base a necesidades sociales, no a necesidades políticas. No es serio planificar obras, hacer leyes, etc., siempre pensando con un calendario al lado, un calendario que tiene marcadas sus fechas clave, los siguientes procesos electorales.