Inicio este nuevo artículo con esta frase de Friedrich Nietzsche: “Uno debe morir con orgullo cuando ya no es posible vivir con orgullo”. Afronta la muerte con orgullo, ¡qué difícil! Como médico cuidamos de las personas a lo largo de su vida, les ayudamos a vivir bien. A mi juicio, también debemos ayudar al final de la vida, ayudar a bien morir.

Hace unos días, con motivo de la situación vivida por una pareja que llegó al momento de poner en marcha un “suicidio asistido”, se ha reabierto una polémica en torno a los ya tradicionales conceptos de eutanasia, muerte asistida, suicidio asistido, cuidados paliativos, muerte digna, etc.

Vivimos en una cultura en la que el miedo a la muerte nos está llevando a su medicalización sin límite. Con ello se dan casos extremos en los que, el encarnizamiento terapéutico, el exceso de intervención, hace que el final de la vida sea algo poco natural.

El desarrollo de la bioética hace que se propongan formulas de morir en paz, de cómo apoyar en el final de la vida. De ello, y de la intervención de juristas y políticos, se han derivado en diversos países las leyes de muerte digna, incluso la regulación de la eutanasia. No quisiera continuar escribiendo sin definir que es la eutanasia. Si nos vamos al diccionario de la R.A.E., vemos que tiene dos definiciones: 1ª- Intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura, y 2ª- Muerte sin sufrimiento físico.


"Me gustaría entender y que se entendiera, que la eutanasia no es otra cosa que la muerte sin sufrimiento físico. Lo que hemos practicado siempre en Medicina, ese ayudar a bien morir, ese morir sin dolor y sufrimiento"


Las reticencias a la regulación de la eutanasia vienen dadas no solo culturalmente, sino también por la forma en la que se puede entender que es realmente la eutanasia. A mi me gustaría entender y que se entienda que no es otra cosa que la muerte sin sufrimiento físico. Lo que hemos practicado siempre en Medicina, ese ayudar a bien morir, ese morir sin dolor y sin sufrimiento. No soy un experto en estos temas, pero he acompañado a muchos pacientes en su camino a la muerte, he acompañado a sus familiares y cuidadores principales, y después de ello creo que la idea de lograr una muerte sin sufrimiento físico está muy interiorizada en mí. Si ello es sinónimo de que soy partidario de regular la eutanasia, lo soy y creo que ha llegado el momento de decirlo abiertamente y sin temor.

Llegado a este punto habrá que preguntarse ¿cómo es posible que aún no se haya logrado el cambio?, ¿cómo es posible que sigamos viendo muertes tras largos procesos de sufrimiento y dolor? Esto no es solo un problema de médicos, de personal sanitario, es un problema de toda la sociedad, inmadura para hacer frente a estas situaciones, mas allá del debate político y jurídico al que nos tienen acostumbrados. Los médicos estamos involucrados de lleno en este tema, debemos poder hablar de ello sin miedos, expresarnos libremente y concienciar a la sociedad de la necesidad de regular con seguridad todo lo que se relaciona con ello.

Quiero terminar haciendo mías las siguientes palabras del Dr. Juan Pablo Beca, director del Centro de Bioética, Facultad de Medicina Clínica Alemana- Universidad del Desarrollo, Chile: “La muerte tiene que ser respetada, los enfermos necesitan vivir su proceso final y que se les permita morir en paz” (El derecho al “buen morir”; 5-8-2010)