La cirugía menor es conocida en la profesión enfermera desde el siglo XVII, original e históricamente como cura quirúrgica, siendo una práctica asistencial inherente a la formación enfermera, y por tanto indiscutida, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días.

Las diferentes denominaciones de la profesión enfermera, no solo de sus predecesores, sino también de otros profesionales sanitarios, no recogen su actual unificación y titulación hasta el siglo XX.

Los enfermeros han sido conocidos a lo largo de la historia con títulos como cirujanos romancistas y sangradores o ministrantes hasta 1845 y practicantes y matronas desde 1861, cuando se crea la carrera con tres funciones: callistas, dentistas y asistentes a partos. En ese momento se establece legalmente que el practicante será el que sustituya al cirujano menor y la matrona será la encargada de asistir los partos, primeros auxilios e incluso el bautismo al neonato, si fuera necesario.

La comisión de reformas sociales de 1883 abre la puerta al reformismo social en España. De esta manera se profesionalizan e institucionalizan la Sanidad y con ella la enfermería del siglo XIX ve publicado el Real Decreto que aprueba el Reglamento de las Carreras de Practicantes y Matronas en 1888, siendo su Majestad la Reina Regente Maria Cristina y Ministro de Fomento José Canalejas y Méndez.

Un reglamento que establecía para ejercer, superar y aprobar un proceso formativo de tres años: un año teórico y dos más de práctica hospitalaria, lo que les confería la competencia para practicar todas las operaciones que corresponden a la cirugía menor; en su Art. 5, entre otras funciones.


"Invito a quienes por sus múltiples ocupaciones les sea difícil tener una visión y perspectiva suficientemente amplia de la situación y estén en disposición de decidir sobre la Realidad Enfermera, a realizar un pequeño esfuerzo para no dar por buenos estigmas del pasado"


Aunque reconocidos desde entonces como profesión, pudo ser ese el momento donde nace la duda histórica, que aún permanece como motivo de iniquidad hacia la enfermeria y a las enfermeras, respecto a otras profesiones sanitarias. De una parte, la diferenciación de competencias por género y credo, y de otra por la dispersión de títulos.

Llama la atención por su contenido formativo, como los practicantes que solo podían ser varones, recibían intensa formación en anatomía, técnica de inmovilización, vendajes y cirugía menor. Las matronas recibían formación en anatomía solamente del aparato genital femenino, desarrollo y asistencia al parto, Cuidados y primeros auxilios neonatales.

Confluyen tres figuras embrionarias de la actual profesión enfermera: matronas, practicantes y enfermeras. Son estas últimas quienes se ocupan de los cuidados generales en el ámbito hospitalario y cuyo perfil único es que son religiosas. No es hasta 1915 cuando se crea para ellas el título de enfermera.

Esta situación académica dura casi cuatro décadas, hasta el decreto de unificación de los estudios de practicantes, enfermeras y matronas, de 27 de junio 1952. Nacían los estudios de ATS, pero convivían todos los títulos anteriores y con ellos sus estigmas.

El definitivo paso a la universidad en 1977 unifica la enfermeria bajo un solo nombre. La Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias de 2003, es clarificadora aún más del papel que la sociedad espera. Son desde ese momento y con plena autonomía, los enfermeros los responsables de la promoción, mantenimiento y recuperación de la salud. Ahí es nada. La directiva europea ratifica este compromiso como responsables de los cuidados generales, cuya transposición al ordenamiento jurídico español queda pendiente.

Los estudios pasaron a la Universidad y con ello se consolida la disciplina. La posterior elevación de los estudios de enfermeria a título de Grado, con acceso al doctorado y la creación y desarrollo de las especialidades de enfermería, acreditan más que suficientemente el respaldo académico de esta profesión.

Con este bagaje, reforzado con la incuestionable y permanente asistencia, tanto a enfermos como sanos, que requieran de una atención integral de cuidados. Siendo uno de los colectivos mejor valorados por los ciudadanos y con un reconocimiento de calidad internacional de la enfermería española por parte de los países de nuestro entorno. ¿Es posible que en pleno siglo XXI en un entorno de pleno compromiso de igualdad de género y libertad de credo, surjan voces que cuestionen la autonomía, cualificación y responsabilidad de la Enfermería en España?

Las Administraciones tampoco ayudan mucho en este sentido. Regular e intentar poner trabas administrativas donde la Legislación es clara y no limitante para la Enfermería, supone un enorme agravio y un injustificable gasto social.

Pero también una profesión moderna tiene que cerrar el círculo de la calidad de sus servicios. Tiene que poner en valor el aprendizaje comprensivo y reflexivo. Abandonar el estudio por imitación, repetición o mimetismo. Dar el paso hacia adelante, hacia nuevos horizontes que resuelvan las necesidades asistenciales de los ciudadanos. Recoger, publicar y divulgar cuantas situaciones encontradas en su dia a dia, sean susceptibles de favorezcan la investigación. Creer realmente que la profesión empieza en uno mismo y en su ejercicio autónomo indistintamente de que lo realice en una instalación pública, privada o propia.

Invito a quienes por sus múltiples ocupaciones les sea difícil tener una visión y perspectiva suficientemente amplia de la situación y estén en disposición de decidir sobre la Realidad Enfermera, a realizar un pequeño esfuerzo para no dar por buenos estigmas del pasado. No es necesario inventar el futuro legislando a base de poner puertas al campo. En ocasiones es fácil y sin moverse de la silla, basta con repasar algunos retazos de la historia de vez en cuando y darse cuenta de lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que cuesta hacer bien las cosas. ¿Estaremos perdiendo el sentido común?

Tras este largo recorrido todavía quedan algunas reflexiones que merecen una respuesta, ¿estamos dispuestos a incumplir el ordenamiento comunitario por omitir, retrasar, o transponer incorrecta o parcialmente las directivas europeas? ¿Seguiremos acompañando a quienes aún hoy, con un generoso, pero innecesario instinto paternal, intentan apartar del camino de la emancipación y autonomía a una hermana de casi dos siglos? Estamos mayores para tutelas.

Desde aquí mi reivindicación personal y colectiva de autonomía total en cirugía menor para los Enfermeros como una mas de sus competencias básicas.