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24 may. 2021 16:30H
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Ha dicho la señora presidenta del Congreso que al debate político sobre el covid le han faltado empatía y solidaridad. Este humilde ciudadano pide disculpas por discrepar de tan ilustre cargo, pero creo que a la política no le falta nada. Lo que sobra es ella misma, y dejar su lugar a gestores de salud, sanitarios, médicos y científicos independientes, para dirigir esta guerra sin intereses espurios. Es moda del actual discurso sanitario el término “modernizar”. En nuestro maltratado idioma, donde continuamente vemos aparecer barbarismos o jergas infumables con pretensiones de vistosidad y originalidad, empiezo a creer que modernizar significa ahora “hacer los cambios que sean de mi conveniencia”. O sea, no significa nada, porque esta subjetividad interesada y tan en boga, deja las palabras huecas de sentido, y las decora superficialmente con el sentido que cada uno le quiera dar.

La sanidad española ocupó, hace relativamente poco, altos lugares en el ranking de los países civilizados. Hasta iniciar una caída agudizada por injerencias políticas y, finalmente, por la gestión del covid, que nos ha llevado a posiciones menos risueñas. Derechos a opiniones encontradas, todos los del mundo, pero quede claro que esto no es una opinión, sino un simple retrato de lo que agendas especializadas han valorado en los últimos años.

Así las cosas, no parece que sea complicado diseñar la primera etapa de un plan de progreso: recuperar lo perdido. He sido testigo o espectador bien informado de cómo están funcionando muchos vacunódromos en Madrid. Y probablemente esté sucediendo lo mismo en muchas otras comunidades. En pocas palabras, un trabajo magnífico. Pero ello no puede ser pretexto de abandono en otros frentes de primera necesidad, los oncológicos o cardiacos o politraumatizados u otras muchas patologías. Los muertos del covid se han contado mal. Los que ha podido costar esta dejadez, ni siquiera se han contado.

Acción inmediata contra las listas de espera


Señora ministra de Sanidad, le ruego  inicie una acción inmediata y acelerada contra las inadmisibles listas de espera. En la salud, como en la justicia, las soluciones con atraso no solucionan nada. Consultas, quirófanos, diagnósticos, tienen que volver a su ser como un día fueron. Y después habrá tiempo y espacio para diseñar nuevas mejoras, que sin duda serán oportunas y hasta necesarias.

Hay que ser exigentes, incluso más que exigentes, con el calendario de vacunación. Tener porcentajes pobres de vacunados (y no sólo comparados con líderes como Israel o Estados Unidos, sino con otros países de menor orden) no puede justificarse por la situación de la Unión Europea, donde el atraso se está generalizando. Y resuelvan el problema de la Oxford/AstraZeneca. Esperar a ver no resuelve. La posible decisión (¿?) de colocar lo que tenemos en almacén (aun con consentimiento informado) y no pedir más, resuelve menos todavía porque provocaría un mayor rechazo popular a tal vacuna. Cumplan con la segunda dosis a tres semanas de la primera, y con una decisión firme para volcarse en el programa y en su calendario. A fin de cuentas, esta espera terminaría por ser inferior a la de las dudas.


"Ahora que ha terminado el innecesario estado de alarma, acaben también con la campaña contra los hospitales de gestión privada"



Utilicen todos los recursos terapéuticos a su alcance. Ahora que ha terminado el innecesario estado de alarma, acaben también con la campaña contra los hospitales de gestión privada, basada en sembrar prejuicios en una ciudadanía mal informada para conseguir con ello ventajas electorales. Al electorado no se le puede engañar eternamente y quienes lo hagan terminarán pagándolo. La gran oleada de prejubilaciones médicas que se atisba en el horizonte, ¿tendrá algo que ver con la insistencia sobre la incompatibilidad en momentos inoportunos?

Destierren para siempre la política del miedo, que continuamente se realimenta. La última realimentación creo que se llama “nuevas cepas”. El miedo es el mayor enemigo de la libertad y uno de los grandes destructores de la dignidad del ser humano. El pueblo quiere volver a su realidad, no a la “nueva”, que nació a la sombra del miedo, sino a la que teníamos y que es la única admisible. Prudencia siempre, miedo nunca.

No descuiden la Medicina de Familia


Como Madrid acaba de sufrir un sensible cambio regional político, le dedico una reflexión final. La última encuesta de satisfacción del usuario, por comunidades, arroja un resultado paradójico. Las islas, que tienen razones peculiares para marchar por caminos paralelos, se han ido a los extremos de la lista. Canarias es la menos valorada, Baleares la que más. Pero aun parece más chocante que Madrid no sea una comunidad puntera. Así que me permito recordar que la especialidad triunfadora en esa encuesta ha sido la Atención Primaria. ¿Tendrá algo que ver la situación de la Primaria en Madrid con su posición en el ranking?

La presidenta ha obtenido una victoria política contundente, que quizá la anime a dar un impulso grande a su proyecto estrella, La Paz 5.0, que pretende meter a su mayor hospital entre los líderes mundiales de innovación sanitaria. Un ambicioso proyecto cuya ejecución superará el tiempo de una legislatura, y que ahora es más posible gracias también a la entrada en escena del hospital Zendal, que descargará a La Paz de la atención a patologías menos críticas. Pero no descuiden la Medicina de Familia. Hay una franja de pacientes de mayor edad que dudosamente verán terminado La Paz 5.0, pero que quieren volver a ver, cara a cara, a su médico y a su enfermera.

Los viejecitos también tienen que contar. Es de justicia.