Tras leer un interesante estudio titulado 'A new threat to obesity: the vanity sizing' publicado en la prestigiosa revista The Lancet Diabetes & Endocrinology, quisiera compartir una reflexión sobre un asunto de gran relevancia en la actualidad:  el aumento exponencial de la obesidad en los países desarrollados y cómo esta pandemia silenciosa está modificando los patrones de la moda, con un notable impacto psicológico en una parte considerable de la población. 

En la última década, la prevalencia de la obesidad ha aumentado a nivel mundial hasta alcanzar niveles epidémicos. La obesidad es una enfermedad crónica y compleja que se define por una acumulación excesiva o anómala de grasa que puede ser perjudicial para la salud.

La obesidad es la consecuencia de un desequilibrio entre la ingesta calórica (alimentación) y el gasto energético (actividad física y gasto relacionado con el mantenimento del metabolismo) y en la mayoría de los casos, es una enfermedad multifactorial que se debe a un entorno obesogénico, factores psicosociales y variantes genéticas. Además, la obesidad se relaciona con una menor calidad de vida y juega un papel esencial en el desarrollo de otras enfermedades no transmisibles como la hipertensión, la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares, la enfermedad renal y múltiples tipos de cáncer

Costes asociados a la obesidad 

En este contexto, las estrategias de prevención y tratamiento a escala mundial para combatirla cobran aún más relevancia. Los costes directos e indirectos para la sociedad son inmensos, lo que supone una carga significativa para los sistemas de salud y otros recursos sociales en muchos países. La obesidad también puede estar condicionada por normas culturales y sociales, incluyendo las preferencias alimentarias, las normas sociales sobre la forma corporal y las prácticas en torno al uso del tiempo libre y la actividad física, todo lo cual puede interactuar con otros factores de riesgo y contribuir a su aumento. 
Recientemente, la editorial anteriormente mencionada, alerta sobre cómo la industria textil puede influir negativamente en la percepción de la obesidad en la población general, minimizando su impacto en la salud.

La ropa es una necesidad en la vida de las personas y, como tal, la industria textil es vital para la economía mundial. Se prevé que los ingresos de la industria mundial de la ropa y el calzado superen los 3,3 billones de dólares para 2030, según Statista.

Talla grande como estigma 


Hace una década, la controversia en el mundo de la moda se centraba en la falta de tallas grandes para las personas con obesidad, lo que contribuía al enorme estigma de dicha enfermedad y favorecía la desigualdad social. Sin embargo, gracias en parte a la presión social y a influencia de las redes sociales, en especial de los nuevos influencers, esta situación ha comenzado a mejorar. Afortunadamente, hoy en día muchas marcas de ropa están adoptando una mayor inclusión en cuanto a tallas, aunque, sin duda, aún queda mucho por avanzar. En los últimos años, la alta costura ha dejado de promover la delgadez extrema, abandonando estereotipos que fomentaban trastornos como la anorexia. Esto ha contribuido a que muchas marcas de prestigio internacional incluyan hoy modelos de todas las tallas

Uno de los autores del trabajo, el facultativo Pablo Pérez, señala que la idea de reflexionar sobre el impacto del mundo de la moda en relación con la obesidad surgió a raíz de un comentario de su hija adolescente quien le dijo que : "El año pasado usaba una 36 y ahora uso una 32 porque la 34 me queda grande... y he crecido 5 cm". Por supuesto, se refiere al tallaje de la ropa. En otro contexto, una amiga de 45 años con sobrepeso comentaba que no entendía "cómo, pesando ahora más que hace seis meses, podía usar una talla menos de la misma marca de ropa”.

¿Qué es el vanity sizing?


En los últimos años, la industria textil ha implementado una serie de medidas para satisfacer al consumidor, haciéndole creer que, a pesar de tener más peso, es similar o incluso menor. En Estados Unidos, las tallas han aumentado en promedio media pulgada para que las mujeres, y con menos frecuencia los hombres, puedan usar tallas más pequeñas y sentirse bien. Este fenómeno se conoce como 'vanity sizing' o 'tallaje vanidoso'. El tallaje vanidoso consiste en etiquetar una prenda de vestir con una talla menor a la real. Esta es una estrategia de marketing utilizada por algunas empresas para complacer al cliente, quien, al usar una talla menor a la esperada, cree, engañado, que su peso es menor. Como lo indica el concepto, aumenta la vanidad basada en la estética, lo cual tiene poco o nada que ver con una autoestima real y saludable.

Este fenómeno es bastante popular, especialmente en las principales cadenas de ropa, y es una forma de hacer que los consumidores se sientan más identificados con la marca y generar más gasto mediante tácticas opacas que generan confusión entre los consumidores. Esta estrategia se suma a otras como la de los espejos misteriosos que estilizan hasta el infinito o con el hecho de que cada vez más personas usan y abusan de filtros en redes sociales distorsionando su imagen a su antojo. Aquí es donde entra en juego la promoción de estereotipos sociales, que pueden fomentar trastornos psicológicos y perpetuar el estigma de la obesidad. Volviendo a lo que nos ocupa, el peso es un asunto muy serio que nunca debe tomarse a la ligera, y la industria textil no debería relacionarlo con una cuestión estética ni trivializarlo.

Falta de un estándar de tallas 


Uno de los principales problemas para eliminar las tallas vanidosas es la ausencia de un estándar internacional de tallas. ¿Siempre usas la misma talla?, ¿en qué tienda compras? Seguramente, la respuesta casi siempre es negativa. Y es que las tallas de ropa son un tema confuso que se ha vuelto más controvertido con el tiempo. Es cierto que existe el sistema internacional por letras que conocemos tan bien, en el que la XXS corresponde al patrón más pequeño de una prenda y la XXL a la talla más grande. También hay tallas superiores, como la 3XL.

Por lo tanto, esta es la talla que encontramos en la mayoría de las partes de arriba, pero la cosa cambia con los pantalones. Las prendas de abajo suelen ser más precisas si se usa un sistema numérico en lugar de uno alfabético, por lo que lo más común es encontrar un número en la etiqueta al probarnos unos vaqueros o una falda. Así, en España, las tallas suelen ir de la 32 a la 50, aunque son pocas las tiendas que ofrecen prendas en la talla 50 o por debajo de la 32, como la 30.


"El 'vanity sizing' es mucho más que una táctica de venta, es un obstáculo añadido en la lucha contra la epidemia de la obesidad."


Pero ¿qué ocurre si una tienda decide seguir un sistema que no está extendido en el país donde vende? Es más, ¿qué ocurre cuando no solo adoptan otra métrica, sino que combinan varias? En esencia, la falta de un estándar internacional de tallas hace que las tallas vanidosas sean cada vez más frecuentes. El resultado, en última instancia, lo dan los consumidores, que piden más claridad y rigor en las tallas de la ropa porque creen, y se confirma, que existe una gran confusión cuando los fabricantes atribuyen la misma talla a diferentes medidas.

Resulta lógico pensar que los consorcios de moda deberían acordar mantener una talla universal para facilitar el proceso de compra y no para crear diferenciaciones, pero la realidad es que cada marca gestiona sus propias medidas. Sin embargo, no debemos ser totalmente pesimistas. 

El papel de los profesionales de la salud


Inicialmente, podríamos asumir que los profesionales de la salud no pueden influir en la industria textil para que modifique las tallas vanidosas o simplemente una talla universal. Sin embargo mi opinión es que el sector salud puede influir significativamente en la redefinición de los criterios de moda.

En este sentido, la otra autora del trabajo, Juana Carretero, internista experta en obesidad del Complejo Hospitalario Universitario de Badajoz, señala que “los profesionales de la salud gozan de un alto grado de credibilidad y tienen una considerable capacidad para influir en la sociedad y difundir mensajes.

Además, dado que las políticas gubernamentales se alinean cada vez más con el desafío de la obesidad, las medidas para evitar las tallas vanidosas deberían negociarse a nivel global con las empresas de ropa”. Y ahondando más con expertos en obesidad, María del Mar Malagón, presidenta de la Seedo (Sociedad Española de Obesidad) subraya que la educación y la comunicación son fundamentales: “Es importante transmitir mensajes claros sobre la relevancia de las mediciones objetivas, como el IMC o el índice cintura-altura, frente al uso de las tallas de ropa como referencia. Para ello es importante fomentar la colaboración con la industria textil para desarrollar sellos de calidad que certifiquen tallas reales y promover que estos estén avalados por organismos de salud y asociaciones de consumidores”.

Y Pablo Pérez, director del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) e internista del Hospital Universitario Reina Sofía señala “la necesidad de poner en marcha campañas de sensibilización que expliquen qué es el vanity sizing y adviertan sobre sus riesgos para la Salud Pública. Además, los profesionales sanitarios deberíamos promover con mayor firmeza una imagen corporal saludable, impulsando iniciativas que unan al sector de la salud y al de la moda en la búsqueda de soluciones conjuntas.

Todo ello pone de manifiesto que el 'vanity sizing' es mucho más que una táctica de venta, es un obstáculo añadido en la lucha contra la epidemia de obesidad. Mientras las etiquetas mientan, la sociedad seguirá confundiendo ilusión con realidad en un ámbito tan importante como la obesidad. Profesionales de la salud, industria de la moda y organismos reguladores deben unirse para imponer estándares claros, porque la talla que importa es la de la salud, no la de la etiqueta. Quizá ha llegado el momento de que la moda escuche a quienes cuidan del cuerpo más allá de la estética.