La asistencia sanitaria de calidad entendida como la prestación de servicios de salud que sean efectivos, seguros, centrados en el paciente y basados en la evidencia científica y la continuidad asistencial son elementos fundamentales en la construcción de un sistema que dé servicio a una sociedad informada, capacitada, saludable en toda la extensión del concepto, y equitativa. La Constitución Española y el propio marco normativo de la Ley General de Sanidad del año 86 expresan en sus fundamentos y exposición de motivos mucho más ampliamente estos adjetivos.

Hablar de calidad implica evaluar aspectos como la capacitación, formación y práctica clínica de los profesionales de la salud, la infraestructura y dotación de los centros sanitarios, y como un parámetro de especial relevancia la propia satisfacción o experiencia del paciente. De esta forma, la calidad no solo se traduce en mejora de procesos y procedimientos, sino en términos de resultados sanitarios y de salud, aportando una mayor credibilidad, confianza y por lo tanto reputación al propio sistema por parte de una sociedad que, aporta de su propio pecunio los recursos necesarios para su sostenibilidad, un hecho que debería traer consigo el exigir cuentas a quienes lo administran y gestionan.

"Calidad y continuidad asistencial se erigen como dos caras de la misma moneda, no se entiende la una sin la otra y viceversa"


La continuidad asistencial se refiere a la coordinación efectiva de la atención médica a lo largo del tiempo entre diferentes proveedores de salud de titularidad pública o privada que comparten el espacio sanitario en el que desarrollan su actividad. Esto implica la comunicación fluida entre médicos, especialistas y otros profesionales de la salud, así como la disponibilidad de registros médicos actualizados, consistentes y estructurados. La continuidad de la asistencia sanitaria es esencial para garantizar que los pacientes reciban un cuidado integral, evitando a su vez duplicidades y redundancias que no solo incomodan al paciente, sino que, además generan ineficiencias más que notorias.

Los beneficios de la continuidad asistencial son evidentes, permite alcanzar mejores resultados sanitarios y de salud, la atención coordinada de la atención médica supone avances notables en la gestión puesto que, supone y aporta una mayor eficiencia al sistema, y por supuesto, genera un escenario de continuidad lo cual supone una mayor satisfacción y compromiso por parte del propio paciente.

A pesar de la importancia de la calidad y la continuidad asistencial, existen desafíos en su implementación. Estos pueden incluir problemas de acceso a la atención médica, carencia o insuficiencia de recursos a todos los niveles, sistemas de información obsoletos, y lo más importante falta de voluntad conceptual bien por reactividad al cambio o por cuestiones ideológicas que suponen en muchos casos la barrera más infranqueable de todas.

Por lo tanto, para tratar de solventar esta situación se hace indispensable mostrar y demostrar un espíritu colaborativo, invertir en recursos no solo de infraestructuras y arquitectura digital, sino también y muy especialmente de prevención de riesgos (seguridad de la información / ciberseguridad) de talento y capital humano a través de incorporar nuevas profesiones del ámbito tecnológico digital al contexto sanitario, así como fomentar la capacitación de los propios profesionales de la salud en esta materia tan determinante y a su vez compleja. Además, se me antoja también imprescindible promover e impulsar una comunicación proactiva y efectiva entre los diferentes agentes que componen la cadena de valor para adoptar sistemas de registros electrónicos armonizados, estructurados y consistentes.

"Construir un sistema sólido y procurar por la mejor sanidad para todos implica avanzar de forma decidida en estas dos áreas de actuación"


Finalmente, no podemos dejar de lado la importancia de la educación y la concienciación dirigida a la comunidad, haciendo bandera de la gestión de la propia salud, de la prevención y el autocuidado, de la importancia de adoptar hábitos saludables en todos los sentidos para de esta forma que la continuidad de la asistencia no nazca de la enfermedad instaurada, sino de la prevención de la misma de tal forma que pueda reducir la carga sobre el sistema sanitario.

Por todo y con ello, la calidad y la continuidad asistencial se erigen como dos caras de la misma moneda, no se entiende la una sin la otra y viceversa. Construir un sistema sólido y procurar por la mejor sanidad para todos implica avanzar de forma decidida en estas dos áreas de actuación. Romper barreras, dejar atrás apriorismos y cuestiones demagógicas supone avanzar hacia un sistema garante, pensado y articulado para y con el paciente que tenga como fin último la consecución y logro de los mejores resultados sanitarios y de salud posibles y esto es responsabilidad de todos.

En la actualidad, la asistencia sanitaria es uno de los aspectos vitales, nucleares, de nuestra sociedad. La salud de los ciudadanos es el bien preciado por todos que debe ser protegido y mejorado de forma constante. En este sentido, es responsabilidad de todos los agentes implicados promover y perfeccionar la asistencia sanitaria sumando esfuerzos y multiplicando voluntades. Colaborar y dialogar han de conformar los ejes cartesianos sobre los que asentar esa mejor sanidad para todos que anhelamos, no en vano en ello nos jugamos mucho, nuestra salud y nuestra propia vida.

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