Esta época convulsa que nos toca vivir no es sino consecuencia del cambio que se viene gestando, que afecta a un modelo de desarrollo sobre el que se han sustentado los años más prósperos y a la vez más inciertos de nuestra historia más reciente. Como todo cambio tiene su cara y su cruz, la cara correspondería en mi opinión a las grandes oportunidades que por ejemplo nos ofrece el imparable despegue tecnológico y como reto el preservar los valores y principios éticos para que no sean dados la vuelta como si de un calcetín se tratara.

En estos días hemos presenciado el ejercicio de un derecho constitucional en nuestro país, la presentación y defensa de una moción de censura al actual gobierno tal y como se hizo en otras ocasiones, entre ellas, la que llevó al actual presidente de la nación al palacio de La Moncloa.

No es objeto de esta breve reflexión entrar ni en el contenido ni en su grado de oportunidad, pero sí en la forma o, mejor dicho, en las formas, considero que, necesitadas de mayor talante, tono, respeto y temple, y en un par de aspectos puntuales en los que las empresas y la sanidad han tenido referencias directas.

Hubo un momento concreto en la moción en el que el candidato incidió en la “aversión” que tiene este gobierno hacia los empresarios con ejemplos recientes. Este hecho que no es baladí y que queda reflejado en los titulares de prensa, afecta probablemente a todos los sectores en mayor o menor medida y en este sentido el sector privado de la sanidad no es una excepción, un sector que mereció referencias explícitas y directas en el debate.

Todos podemos comprobar a través de los medios de comunicación que no hay día que no aparezca algún responsable de nuestro espectro político y social que no vierta críticas al sistema sanitario de titularidad privada, un sistema que según reflejan los datos es propietario del 40 por ciento de los recursos sanitarios de nuestro país, al que están suscritos más de 12 millones de asegurados (uno de cada cuatro españoles) y de ellos, más de diez millones mantienen un doble aseguramiento, público obligatorio, y privado voluntario; un sistema que realiza más del 30 por ciento de toda la actividad asistencial en España, y no digamos si hablamos de asistencia social a dependientes y personas frágiles, vulnerables y de edad avanzada que por sus circunstancias eligen un centro residencial para vivir y ser atendidos.


"El sector privado de la sanidad contribuye significativamente tanto al desarrollo económico (PIB) como a la vertebración social"



Estos datos junto a la generación de empleo cualificado directo al contratar a médicos, enfermeras, técnicos de laboratorio, administrativos, entre otros trabajadores y de fomentar el empleo indirecto al contratar servicios y suministros a proveedores, contratistas y demás, no hacen sino ratificar la relevancia de este sector no solo en términos asistenciales sino también en el contexto económico y social. El sector sanitario privado con sus grupos asistenciales y aseguradores y con los autónomos con consultas intra y extrahospitalarias en domicilio, en ejercicio libre de la medicina, suponen un total de 292.282 profesionales a los que habría que añadir los cientos de miles de trabajadores que profesionalmente desempeñan su tarea en otras áreas del entorno sanitario privado (ámbito farmacéutico, tecnológico, de investigación, de servicios, etc…).

En cuanto a la generación de riqueza, el sector privado de la sanidad contribuye significativamente tanto al desarrollo económico (el peso del gasto sanitario privado representa el 2,9 por ciento del PIB porcentaje al que habría que sumar el relativo a las otras áreas mencionadas del emprendimiento privado en sanidad, lo que daría como resultante una cifra muy abultada en términos porcentuales en relación al PIB) invirtiendo en innovación, infraestructuras, equipos y tecnologías avanzadas, como a la vertebración social al crear empleo y generar beneficios para la sociedad, entre ellos, el más relevante de todos, el de ser un agente indispensable en la protección y cuidado de la salud.

Un apunte final, las empresas privadas del sector sanitario son motor de innovación y tienen un impacto muy relevante en los procesos de I+D (p.ej. desde 2016 los centros privados han participado en 821 ensayos clínicos, lo que supone el 50 por ciento del total) y por lo tanto en el desarrollo de nuevas técnicas, procedimientos diagnósticos y tratamientos médicos y quirúrgicos que tienen un claro beneficiario, el paciente.

En definitiva, en mi opinión, las críticas sistemáticas al emprendimiento privado en general y en sanidad en particular no tienen explicación alguna salvo que respondan a cuestiones ideológicas que tratan de situarse por encima de la realidad y de los intereses de una sociedad que demanda prosperidad y bienestar, y ambas premisas, prosperidad y bienestar asientan sus raíces en el empleo, en el desarrollo económico y social, en la estabilidad, en la cooperación y en el compromiso por la sostenibilidad y por el desarrollo e implantación de los frutos de una innovación comprometida, constante y responsable.