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21 jun. 2017 11:10H
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Es esta la segunda vez que utilizo la palabra ‘escrache’ para titular un escrito de opinión. La primera fue con motivo del fallecimiento de Don Pedro Capilla, gran presidente que fue de nuestro Consejo General de Farmacéuticos; hombre de gran formación, cabal y recto, y de talla difícil de superar. Conociéndolo como le conocía, estoy completamente seguro de que no guardaba rencor a ninguno de los que pusieron en duda sus méritos, su aptitud como presidente de los Farmacéuticos españoles o su capacidad de interlocución con la Administración e, incluso, a quienes encendieron la mecha y atizaron el fuego contra él en aquellos años de acoso personal e institucional.
 
Me cabe la satisfacción, como persona y como presidente de un Colegio de Farmacéuticos, de no dejarme llevar por la presión de quienes pretendían arruinar al Consejo General, con tal de derribar a su legítimo presidente democráticamente elegido. Siempre he tenido claro que hay ciertos rubicones que no voy a cruzar, y que nunca seré cómplice, por acción u omisión, de quienes pretendan cruzarlos. Nunca me han convencido aquéllos para los que el fin pretendido justifica los medios empleados.
 
En aquellos días muchos de los que se ponían de perfil, de los que miraban para otro lado y de los que estaban abiertamente contra Capilla -el objetivo a batir- actuaban dentro de lo que se denomina corrección política.  
 
La corrección política, por comodidad, por miedo o por moda, es la causa de muchos de los males que nos aquejan a los españoles en los tiempos actuales, y lo seguirá siendo si no rectificamos ya. “Dejar hacer”, “no dar la cara” o el célebre “para qué te vas a señalar”, que son la raíz de lo políticamente correcto, nos ha traído la banalización vergonzante de la política, la falta de respeto y el incumplimiento impune de las leyes; la profanación de algo básico como la libertad y los derechos de los demás como personas y como profesionales; el culto a los nuevos “dioses” y la obediencia ciega a los nuevos “credos” y una más que preocupante falta de personalidad y, por ello, de capacidad de decisión.
 
¿Por qué son así las cosas? Porque en la España actual cualquier persona que cometa la osadía de pensar de forma diferente al pensamiento único, corre el riesgo de ser señalada.  
 
Hace unos meses comenzó en España una campaña anti-homeopatía que está concitando determinadas adhesiones. No voy a entrar en el pretendido debate sobre ‘homeopatía sí, homeopatía no’, pero sí quiero comentar algunos hechos ocurridos con motivo de la celebración en nuestro Colegio de las II Jornadas Nacionales de Homeopatía el pasado día 10 de junio (Las primeras se celebraron en Granada hace un año, sin problema alguno).
 
He recibido determinados correos electrónicos, llamadas de teléfono, mensajes a través de las redes sociales y hasta un burofax, de personas -algunas conocidas por mí y otras, en cambio, no- que me conminaban a suspender las mencionadas jornadas; incluso algunos me decían el típico “Manolo, para qué te vas a señalar; las suspendes y ya está”. Lo fácil hubiera sido eso, suspenderlas: yo me pliego y ellos, tan contentos, me dejan en paz. Pero no hubiera sido lo honesto.
 
Me han remitido, además y por diversos cauces, el estudio que la Real Academia de Farmacia ha realizado sobre la Homeopatía o, mejor dicho, contra la Homeopatía, cuyo fondo, forma y oportunidad habrá que analizar con detenimiento. Siempre echaré de menos, a partir de ahora, que no se hubiera producido en el pasado un pronunciamiento espontáneo tan rotundo contra las nocivas subastas de medicamentos en Andalucía, por ejemplo.
 
El colmo, de ahí el título de este escrito, ha sido el contenido de un tuit, del mismo grupo que me remitía el burofax, dirigido a la Delegación de Alumnos de la Facultad de Farmacia de Sevilla, que pone en copia a la propia universidad hispalense. Dice así: “Hola @Dafarmus la homeopatía no es ni ciencia ni medicamento, no dejéis q usen vuestra facultad para promocionar este fraude @unisevilla” (sic), adjuntando la convocatoria de un seminario sobre esta materia programado para el día 9 de junio. El objetivo está muy claro: se anima a los estudiantes de Farmacia de la Facultad sevillana a impedir la celebración del acto, del mismo modo y por los mismos métodos, que en otras universidades españolas se han impedido actos que no interesaban a algún movimiento político. Esa clarísima invitación al escrache ha sido certera: el mencionado seminario ha sido suspendido por las autoridades académicas; no se ha celebrado.
 
A la vista de lo anterior, opino Desde El Sur que algunos de los métodos que se están utilizando por parte de quienes se oponen a la práctica de la homeopatía en España son excesivos, y pudieran ser hasta presuntamente delictivos. Y repito que no voy a entrar a discutir sobre ‘Homeopatía sí, Homeopatía no’. Me limito a exponer lo que está sucediendo, y lo que me ha sucedido a mí personalmente.   
 
No soy hombre de consejos, pero tengo mi propia opinión sobre lo que se debería hacer, que pudiera coincidir con lo que pusimos en marcha hace veinte años en el campo de las Enfermedades Raras. En esos momentos sí que recibimos ‘llamadas al orden’ y presiones de todo tipo de ‘Tirios y Troyanos’. No había redes sociales, ni correos electrónicos; pero teléfonos sí. Y sonaban; ¡vaya si sonaban!. ¿Qué hicimos?: oídos sordos y poner manos a la obra; empezamos a trabajar, sí, a trabajar, soportando las llamadas al orden y las presiones; promoviendo iniciativas y cambios normativos en España y en Europa, muchos de los cuales se consiguieron finalmente.

Pero, eso sí, sin amenazar ni criminalizar a nadie, a pesar de que había muchos ‘presuntos culpables’ de la tremenda e injusta situación que soportaban y sufrían los afectados y sus familias.

Estuvimos muy solos en esa iniciativa. Casi nadie se pronunció a nuestro favor; ni siquiera la Real Academia de Farmacia, o algunos –que ya estaban entonces en el mundo profesional- de los que ahora nos han abordado con tuits, correos, burofaxes, escraches y demás coacciones -que no nos van a afectar y con los que pueden ganar lgunas batallas, pero no la guerra-.

Así que dejen de perder el tiempo con nosotros y en las redes sociales, y empiecen a trabajar seriamente y con argumentos sólidos con la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, con el Ministerio de Sanidad y con la Agencia Europea. Si tienen razón, como nosotros entonces, se la darán. Es más útil aunque, posiblemente, menos vistoso.

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