Aunque el hachazo se veía venir, no por ello iba a ser menos duro. Cuando la Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC) anunció hace unos meses que iba a emprender un estudio sobre la regulación farmacéutica, ya avanzó que sus conclusiones podrían incluir propuestas como la liberalización del sector o que los medicamentos que no fueran de prescripción se dispensaran en establecimientos que no fueran las farmacias, como así ha sido. Pero no se puede caer en la confusión: esta es solo otra (después de superar la ‘espada de Damocles’ que han significado algunas iniciativas legislativas del Ministerio de Economía y Competitividad) de las embestidas de Europa y la Comisión Europea, que quiere conducir a la extinción al modelo mediterráneo de farmacia, después de finiquitarlo en Grecia y comenzar su desmantelamiento en Italia. Sin embargo, está claro que, al menos en esto, la botica española cuenta con un aliado en el Ministerio de Sanidad, que, con una rapidez que bajo el mandato de Ana Mato habría sido impensable, ha salido en defensa de un modelo con el que está cada vez más firmemente comprometido.
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