En el largo e inconcluso camino de la enfermería en busca de un mayor reconocimiento profesional y social, el acceso a puestos directivos en el sistema sanitario es una asignatura cuya calificación solo puede ser de muy deficiente. Redacción Médica ha ofrecido el alarmante dato, que no admite discusión: solo quince enfermeras ostentan cargos de alta responsabilidad sanitaria en el Sistema Nacional de Salud. Una cifra exigua, cuando no directamente insultante. La profesión es consciente de esta insignificancia directiva que, a buen seguro, tiene consecuencias directas sobre la valoración y sobre las posibilidades de promoción de las enfermeras. Para remediarla, seguramente no sirva con la reivindicación sobre sus capacidades. Sus representantes, colegios, sindicatos y sociedades científicas, deben procurar con mayor ahínco una sensibilización para corregir el actual desequilibrio entre un sistema en el que la enfermería juega un papel fundamental, y está llamada a jugarlo con aún mayor relevancia en el futuro, y un organigrama directivo donde sus profesionales son pura y anecdótica excepción. Paralelamente, administraciones sanitarias, servicios de salud y partidos políticos deben asumir el auge de la enfermería e ir dándole el protagonismo directivo que están reclamando desde hace tiempo y que merecen por derecho propio.
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