Todo es armonía en la naturaleza” eso decía un bioquímico ruso al referirse a la economía natural que se impone en las vías enzimáticas, y no pudo tener más razón el científico que entonces llamábamos soviético. Hace unos años, mi laboratorio fue testigo de cómo un mecanismo molecular que explicaba los estados refractarios sufridos por los pacientes sépticos, también gobernaba la ausencia de respuesta inmune efectiva en los enfermos de cáncer.  Resulta que la llamada inmunosupresión que tanto afecta a los pacientes que han desarrollado una sepsis, estaba regida por la presencia de una molécula de nombre pegadizo por aquel entonces, IRAK-M. Su aparición era como un freno para las defensas que dejaban al paciente a la merced de infecciones oportunistas. Mi equipo, por aquel entonces bastante pequeño, había estudiado todos sus vericuetos moleculares en el contexto de la sepsis. Sin embargo, un día nos asaltó una pregunta: ¿Estará sucediendo lo mismo en el cáncer? Aparentemente, un tumor y una infección que deviene sepsis no parecen estar relacionadas. Pero las apariencias suelen engañar. Existe un factor común entre estas dos patologías: las defensas. Un tumor es el resultado de un fallo de nuestras defensas, una especie de escape a la vigilancia que hace el sistema inmune. De igual manera, para que una infección evolucione hasta una sepsis, provocando un estado de inmunodepresión en los pacientes, se debe dar un fallo de las defensas. Este fue el nexo que exploramos. El mecanismo que se activa para frenar a  nuestros vigilantes durante una sepsis debe ser igual al que aparece en un tumor para tener el mismo efecto: el freno de las defensas. Y así fue, lo que habíamos estudiado en los pacientes sépticos lo trasladamos a los enfermos de varios tipos de cáncer.

“Todo es armonía en la naturaleza” o mejor dicho, la naturaleza es la mejor economista, nunca gastará en implementar algo que ya ha generado en otro contexto. Lo curioso es que ahora hemos hecho el viaje al revés. Aquellos que están relacionados con los nuevos tratamientos oncológicos conocen las enormes ventajas de usar la inmunoterapia en pacientes con ciertos tipos de tumores. Es decir, bloqueando algunas vías moleculares logramos desactivar aquel freno que una vez comentamos, y hacemos que las defensas del paciente vuelvan a estar de su parte. Nuevos nombres de moléculas se han incorporado a la jerga diaria de la clínica y hablo de las ya muy famosas PD-L1 y PD-1, protagonistas en un número importante de ensayos clínicos contra melanomas y cáncer de pulmón. Entonces, otra pregunta nos asalta… si logramos re-activar las defensas usándolas en tumores, ¿podrían tener el mismo resultado en la sepsis? Exactamente fue lo que hicimos. Resulta que la sapiencia de la naturaleza nos vuelve a sorprender. El mismo mecanismo que deja exhaustas a nuestras defensas y permite que muchos tumores campeen como si en su casa estuvieran, es el responsable de la no recuperación de las defensas durante una sepsis, comprometiendo la vida del paciente con esta patología.

Muchas son las veces que personas ajenas a la investigación me preguntan sobre cómo es que trabajamos, de dónde salen las ideas, etc. He aquí un ejemplo.

El avance de la ciencia resulta de las asociaciones de ideas y las “utopías” diarias en un laboratorio. En el caso concreto de la biomedicina, nunca debemos olvidar que la armonía presente en la naturaleza nos depara soluciones que saltan de una patología a otra por aquello de la economía natural.