EDITORIAL
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10 jul. 2014 18:58H
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Nacido como ciudad sanitaria, cuando lo más vanguardista era apostar por grandes construcciones asistenciales, el Hospital Universitario La Paz cumple 50 años en los que, pese al inevitable desgaste que supone un espacio temporal tan largo, ha logrado mantener una indudable ascendencia sobre la sobresaliente calidad de la sanidad madrileña y, además, ser uno de los centros de referencia inexcusable para el conjunto del Sistema Nacional de Salud.

La sanidad ha cambiado mucho desde que La Paz arrancara su actividad asistencial con su hospital general, al que después seguirían el maternal, el infantil y el de traumatología y rehabilitación. Hoy, el centro asume también la gestión de los hospitales Cantoblanco y Carlos III, con lo que la complejidad de su estructura organizativa es tan superlativa como necesariamente operativa, para cumplir con las necesidades asistenciales de la Comunidad de Madrid y del resto de España en aquellas especialidades para la que es centro de referencia.

Hace doce años, La Paz, como cualquier centro sanitario del extinto territorio Insalud, vivió un delicado proceso de cambio administrativo como consecuencia de la culminación del proceso transferencial de las competencias sanitarias desde el Estado a las comunidades autónomas. El centro pasó en un primer momento a depender del nuevo Instituto Madrileño de Salud y, posteriormente, hasta hoy, del Servicio Madrileño de Salud.

En el Insalud o en la Comunidad de Madrid, La Paz siempre ha sido uno de los mejores ejemplos para describir esa realidad inevitable, con defensores y detractores a partes iguales, de los viejos hospitales de la Seguridad Social. Aquí se condensa gran parte de las virtudes y de los defectos de este tipo de centros, capaces de agrupar a generaciones y generaciones de magníficos profesionales, que son los que, en suma y muy particularmente en el caso de La Paz, son los auténticos artífices de la altísima calidad de sus servicios. En paralelo, los problemas que genera un sistema burocratizado, con escaso margen de maniobra en la gestión de personal, y centralizado en exceso también remiten directamente a casos como el de La Paz.

Con esta realidad han tenido que convivir sus directores gerentes, comenzando por el actual, Rafael Pérez-Santamarina, que cumple diez años al frente del hospital después de una etapa muy significada políticamente como secretario general de Sanidad en el Ministerio dirigido por entonces por la actual titular de Fomento, Ana Pastor. Siguiendo por Ignacio Martínez y llegando hasta José Luis Temes, otro peso pesado de la sanidad, que también ejerció una alta responsabilidad política, en su caso con el PSOE en el Gobierno. Temes fue el encargado de conmemorar los 25 años de La Paz, con García Vargas de ministro de Sanidad y, máximo responsable de una sanidad todavía centralizada en el Insalud.

Con todo, La Paz mantiene intacto su prestigio, tanto en los profesionales más jóvenes (lleva cuatro años seguidos siendo el hospital elegido por el número 1 del MIR) como en los pacientes, que encuentran la mejor asistencia posible a sus problemas de salud. Pese a su indudable e imprescindible vocación asistencial, el centro cuida con mimo su lado docente, gracias a la especial y fructífera vinculación con la Universidad Autónoma de Madrid, y presume de sus logros en investigación, gracias al empuje del Idipaz, uno de los institutos más importantes de la Comunidad de Madrid, o en trasplantes, gracias a un programa iniciado en 1984 y que ha deparado señeras intervenciones con notable repercusión para la sanidad madrileña y española.   

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