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18 dic. 2016 20:30H
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Vaya por delante que el juego de palabras del titular no tiene por intención banalizar ni igualar dos ideas tan distantes como las que representan la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, y la firma textil española Dolores Promesas. Sin embargo, el ‘shipeo’ viene bien para definir la principal actividad de la ministra durante su primer mes y medio de mandato: las promesas.

No han sido pocas ni poco importantes las que ha hecho durante la mitad de su periodo de cortesía (los famosos 100 días). Si bien es cierto que tres cuartas partes de sus actos y anuncios se han centrado en la rama social del Ministerio (la violencia de género, el alcohol en menores y la discapacidad), Montserrat ha apretado el acelerador durante las últimas dos semanas con el primer apellido del departamento que dirige: la sanidad.

La agenda ha sido intensa y ya han pasado por su despacho médicos, farmacéuticos, oposición, pacientes y, pronto, enfermeros. Y para cada uno ha tenido una o varias promesas que, de palabra, vienen a contentar muchas de las reivindicaciones que se han hartado de reclamar los colectivos profesionales durante la anterior legislatura. Dolors ha venido con promesas, y promesas fuertes que gustan e ilusionan a todos. A ella le han encomendado lo que al resto de sus compañeros del Ejecutivo: el diálogo. Y el diálogo, con cesiones por delante, sirve de mucho.

Eso lo ha entendido a la perfección la ministra y le da un punto a su favor que no tuvieron sus inmediatos predecesores. A Ana Mato le tocó hacer de ‘poli malo’ con el Real Decreto 16/2012 y a Alfonso Alonso calmar las aguas y apagar algunos fuegos que amenazaban al partido de Gobierno a las puertas de elecciones (dobles).

No obstante, el sector sanitario tiene, hablando en plata, el ‘culo pelado’ de negociar con ministros. A algunos, como al presidente de los enfermeros españoles, Máximo González Jurado, les ha tocado hablar con prácticamente todos los de la Democracia, y eso hace callo ante lo que se pueda prometer, al mismo tiempo que da templanza y prudencia para discernir entre las palabras y los hechos.

Lo que está claro es que la ministra está abonando el terreno con la única arma de la que dispone por el momento, y está haciendo lo correcto, porque, de momento, todos los que han hablado con ella han salido contentos. Ahora toca escucharla antes de final de año en el Congreso de los Diputados y a principios de 2017 en el Foro de las Profesiones y en el Consejo Interterritorial.

Es ahí donde debe empezar a traducir las promesas que está haciendo durante este mes de diciembre y sentar las bases para el gran pacto por la sanidad que todos esperan y que puede conseguir que su nombre quede grabado para bien en la historia sanitaria española. Porque está bien un pacto por la violencia de género, por la tolerancia cero al alcohol en menores y por los servicios sociales o la dependencia, pero nadie duda de que el de la sanidad es la joya de la corona.

Volviendo al inicio de la tribuna y a su remota relación con la firma de ropa, ojalá la ministra tenga un éxito similar al que tiene Dolores Promesas en el terreno comercial porque, al fin y al cabo, que a Dolors Montserrat le vaya bien como ministra viene a significar que le va bien a la sanidad y a los profesionales que la sostienen. 

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