Nos encontramos en un momento en que es habitual observar la preocupación de muchos directivos de la salud y otros muchos ciudadanos de observar que en el ámbito de la salud no se haya puesto en marcha un proceso para saber hacia dónde vamos, donde queremos ir, a diferencia de otros sectores como el turismo, la industria, el medioambiente, etc. donde sí tienen una hoja de ruta más o menos clara hacia dónde ir. A pesar que existe una unanimidad y disposición de todos los actores del sistema sanitario para ayudar a los gobiernos a describir esa visión, la soberbia impide a los actuales responsables sanitarios aceptar este ofrecimiento.

Una cuestión que debe primar por encima de todo es que los esfuerzos se deben centrar en conseguir los resultados en salud que queramos y no cometer el error (que se vislumbra en muchas de las decisiones que se están tomando) de intentar digitalizar o hacer servicios más personalizados, porque entonces únicamente nos decantaremos por la tecnología. Sin tener en cuenta que si el debate se focaliza en los resultados, serán precisamente las tecnologías más prometedoras las centradas en innovar y no continuar con el modelo actual.

Seguimos además en España sin contar con los pacientes, no se pregunta de forma sistemática y ordenada a los pacientes en el ámbito de la asistencia sanitaria y menos aún de cómo les afecta el proceso de digitalización. Y sin embargo hoy en día cualquier proceso de transformación requiere que los esfuerzos se centre en la co-creación de servicios y procesos con los pacientes.

Modelos sanitario y de servicios sociales deben encontrarse


Por otra parte no podemos dejar de tener presente que cualquier proceso de transformación de la sanidad pasa por integrar mejor los servicios asistenciales y sociales (y esta pandemia lo ha consolidado). Y en nuestro país parecemos empeñados en seguir la senda contraria donde los dos modelos sanitario y de servicios sociales dan la impresión de no quererse encontrar. Y sin embargo los puntos de encuentro son obligados en un país que camina irremediablemente hacia un envejecimiento preocupante y la consolidación de una brecha social no solo entre las clases más favorecidas y las menos sino que comienza ha hacerse patente entre aquellos que puedan ser vulnerables y los que no independientemente de su clase social.

Pero los responsables de nuestro sistema sanitario, al parecer muy preocupados por sus sostenibilidad, no parecen mostrar mucho interés por hacer una verdadera apuesta por la prevención y abordar la transformación a la que se ve abocado dirigiendo sus esfuerzos a adoptar estrategias integrales de salud.

Es un hecho que las tecnologías están revolucionando el mundo y que el salto tecnológico de los próximos años y el sistema sanitario no será ajeno a ello, pero tecnología sin cambios estructurales y organizativos supondrá únicamente seguir haciendo lo mismo pero con tecnología (al como nos pasó con la historia clínica electrónica). En mi opinión la pandemia, que ha conseguido avances en digitalización impensables hasta hace una año, al mismo tiempo ha reforzado el componente de fascinación tecnológica que ya tenían nuestras organizaciones sanitarias y da la impresión que lo que muchos entienden por innovación y transformación se limita a tecnificación o digitalización.  Y eso es un error, un grave error.

Lo realmente importante es ser capaces de superar la parsimonia y hasta torpeza con que nuestras administraciones y organizaciones sanitarias hacen frente al fenómeno de la aceleración de la robotización de nuestras sociedades y por ende del Sistema Nacional de Salud (SNS) para utilizarlo como palanca de transformación. Lo cierto es que, como sostiene Kolhatkar, aunque asistimos a una creciente interacción entre profesionales sanitarios y tecnologías, cada vez mayor y que avanza de manera vertiginosa, si no somos capaces de procurar los cambios estructurales, organizativos y funcionales (incluidos determinados paradigmas asistenciales y formación de profesionales) nos vamos a encontrar, debido a la extensión de las tensiones generadas por las aplicaciones de la inteligencia artificial (IA), con situaciones difíciles de gestionar.

Financiación europea


Probablemente este interés por las tecnologías no es ajeno a las expectativas de financiación europea lo que constituye otro error. Aquí tampoco parece existir un plan estratégico responsable que nos dé confianza más allá de literatura. Tan solo la iniciativa de la patronal Fenin ha sido quien ha planteado al respecto una propuesta. Hablar de miles de millones de euros que llegarán como un maná ciega a muchos y hasta ahora por parte de las administraciones tan solo hemos podido comprobar documentos más o menos elaborados, pero ninguna constatación efectiva de planificación seria.

Pero fiar a la financiación europea un tema que debiera enmarcarse en un proceso estratégico de más largo alcance no parece la solución más razonable. Por otra parte, no podemos olvidar que muchos de esos fondos no condicionados deben devolverse en un horizonte más o menos cercano y que con una deuda que se acerca al 1,5 del producto interior bruto (PIB) y un déficit galopante no parece factible el hecho de que además habrá que conseguir el equilibrio presupuestario.


"Pareciera como que algunos han olvidado que en el SNS toda inversión extraordinaria se traduce en un gasto corriente que se consolida"



Pareciera como que algunos han olvidado que en el SNS toda inversión extraordinaria se traduce en un gasto corriente que se consolida, por lo que en un horizonte que no será precisamente expansivo de recursos sino más bien de contracción de recursos será más que nunca necesario en la evolución de nuestras organizaciones sanitarias orientadas más a la adaptabilidad y flexibilidad que obcecarse en obras y equipamientos.

Si no somos capaces de avanzar hacia un sistema sanitario moderno, inteligente, sostenible y que aproveche los datos de la cadena de valor habremos desaprovechado una oportunidad histórica que no nos podemos permitir dejar como legado a generaciones próximas.

Otro tanto ocurre si seguimos sin poner en su justa posición a la suma de esfuerzos y colaboración entre la sanidad privada y pública y seguimos empeñados en excluirla en el diseño estratégico de la sanidad y desaprovechamos esta magnífica oportunidad para cambiar nuestros modelos de producción de servicios sanitarios que nos ofrecen  los fondos europeos de recuperación económica.

Y sin embargo siguen sin apreciarse síntomas ni signos de avanzar hacia propuestas solventes y rigurosas de transformación del SNS más allá de discursos. Tan solo algunos directivos sanitarios están impulsando iniciativas que desgraciadamente no llegan a obtener el calado que se merecen.

Es este un tema que no atiende a voluntades y requiere algo más que compromisos, requiere de una estrategia definida y consensuada con todos los actores y no solamente un pacto político (que no vendría mal dicho sea de paso), una estrategia construida sobre datos objetivos y con la necesaria financiación.