La gente dice que el tiempo cambia las cosas, pero no es cierto. Hacer cosas cambia las cosas, no hacer las cosas deja todo exactamente como está. Dr. Gregory House

La triada clasica de la labor no asistencial del médico ha sido siempre la formación continuada, la docencia y la investigación. ¿Por ese orden? Hablar de investigación significa aún, para muchos galenos, referirse a territorios mitológicos e inaccesibles, llenos de sabios despistados, probetas, moléculas extrañas y animalarios.

Afortunadamente esa imagen tópica cada vez tiene menos consistencia. Muchos esforzados pioneros han descubierto que la investigación clínica no es lo mismo que la investigación básica, que para investigar no hay que tener una dilatada experiencia y que, curriculum aparte, nos aporta algo que a veces encontramos dramáticamente a faltar en nuestra práctica diaria: un antídoto contra la rutina. Ese es el secreto: investigar es emocionante. Y no solo eso, sin esos pilares, el edificio entero amenaza con venirse abajo.

La evidencia nos indica que un servicio reducido exclusivamente a la labor asistencial pierde la mayor parte de la calidad de su capital humano en un lapso de tiempo que oscila entre cinco y siete años, lo que debería ser para todos un poderoso recordatorio en los tiempos que corren. La investigación clínica dinamiza el sistema sanitario a múltiples niveles: el investigador obtiene estímulo y prestigio, el paciente se beneficia de sus resultados y obtiene mejor calidad en su cuidado y el sistema de salud evita el atraso y la parálisis. Los hechos a este respecto son tozudos, basta una mirada para comprobar que los servicios que más investigan suelen ser invariablemente también punteros en la práctica clínica.

En el Complejo Hospitalario de Toledo, vamos a comenzar una nueva andadura creando una Unidad de Investigación. El nuevo hospital en proceso de construcción, que debe sustituir al antiguo, ya mermado por los años, aspira a ser, por tamaño y relevancia, referente dentro de nuestra comunidad y a nivel nacional, aspiración que incluye la labor investigadora. Entre nosotros, existen desde hace años acreditadas y muy robustas líneas que encuentran eco en revistas de reconocido prestigio, de esas que se adornan con elevados índices de impacto. Se robustecen en el tiempo, creciendo y ramificándose de forma aparentemente inagotable. El capital humano, infraestructura y resultados en anatomía patológica, cohortes sobre envejecimiento poblacional, cardiología, ensayos clínicos oncológicos, o enfermedades raras, como la mastocitosis, nos hacen ser portadores de una tradición estable.

Sin embargo, los problemas que acechan al investigador experimentado son múltiples. En demasiadas ocasiones, choca con obstáculos burocráticos y administrativos, falta de flexibilidad de las partidas presupuestarias, plazos y fines excesivamente encajonados y dificultades en la contratación y retribuciones al personal investigador auxiliar. Por no hablar de los sempiterrnos problemas en la compatibilidad horaria y, en ocasiones, la falta de comprensión de directivos y de los propios compañeros. Además de proporcionarles el lugar físico y las infraestructuras necesarias, paliar algunas de estas dificultades es función de las unidades de investigación, eliminando en lo posible todos esos estorbos que impiden su máxima dedicación a lo que mejor saben hacer, investigar.

Es gratificante observar que, pese a todos los obstáculos, una investigación más modesta no deja de surgir en mil rincones, imponiéndose a la falta de tiempo, de medios y a la presencia abrumadora de la labor asistencial. Y frente a ese empuje alentador, muchas veces nos encontramos con una realidad inadvertida y desagradable: la falta de formación del investigador novel. En ningún sitio se les ha enseñado: ni en la carrera, ni en la residencia, ni en congresos, ni en ninguna parte. Tan inadvertidamente se cuela ese déficit en su formación que muchas veces ni siquiera son conscientes de ello y se asombran hasta lo inimaginable cuando, ya realizado un trabajo que les ha llevado tiempo, sudor y lágrimas, se les indican sus deficiencias: muestras sesgadas o insuficientes, diseño mal realizado, conclusiones mal fundamentadas. Defectos que les impiden publicar su trabajo donde pueda merecerlo.

Es fácil percatarse de la urgente necesidad de apoyo metodológico para un gran numero de nuevos investigadores. Las unidades de investigación no persiguen solo favorecer a los investigadores de reconocido prestigio, sino también proporcionar también una hoja de ruta para ayudar al investigador novel a depurar esa idea que solo vislumbran de un modo general, asesorándole acerca de las herramientas metodológicas disponibles y guiarle en lo posible dentro del complejo proceso editorial de la publicación científica.

El futuro debe ser nuestro referente. El sistema de financiación de la investigación en nuestro país va a cambiar en un corto periodo de tiempo y los investigadores van a tener que adaptarse. El proyecto Horizonte 2020, cuyo ámbito cubre toda la Comunidad Europea, va a vehicular un gran porcentaje de  los fondos dedicados a investigación. Las oportunidades van a ser mayores, pero el nivel de exigencia también. Prepararnos para ese futuro debe ser nuestra primera prioridad y la forma de hacerlo determinará la calidad de nuestra investigación futura. Desde Castilla-La Mancha deseamos ser actores destacados en ese nuevo escenario.

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