Hace unos días y en este mismo medio he leído un interesante artículo sobre este tema publicado por mi apreciado colega Julián Ezquerra y en el que afirma: “creo que el modelo actual de concurso oposición y traslados, mejor anual, pero al menos cada dos años, es un buen modelo…”, aunque posteriormente, a lo largo del artículo, analiza y describe acertadamente los múltiples problemas que ha tenido dicho modelo en las últimas dos décadas, coincidiendo casi con exactitud cronológica con las políticas de corte neoliberal que instauraron una prolongada (hasta hoy) estrategia de recortes de los servicios públicos, entre ellos el sanitario.

Estoy de acuerdo con la gran mayoría de las reflexiones de Julián Ezquerra y especialmente con la necesidad de cumplir estrictamente con los principios de igualdad, mérito, capacidad y publicidad en las convocatorias de puestos de trabajo. Pero, visto lo visto, parece evidente que nos encontramos en una situación de precariedad laboral sanitaria y de disfuncionalidad del mercado de trabajo que, lejos de corregirse, se agrava día tras día y genera percepciones dispares como, por ejemplo, sobre la existencia (o no) de un déficit significativo de profesionales, tanto global como de determinadas especialidades. La precariedad, las remuneraciones insuficientes y no incentivadoras de la cobertura de puestos de trabajo de mayor dificultad, la ausencia de políticas de promoción decidida del desarrollo continuo individual y carrera profesional, sobre todo en atención primaria y comunitaria, se entremezclan e influyen negativamente sobre la transparencia y fluidez del mercado de trabajo sanitario e impiden obtener una visión clara de los problemas y sus soluciones.

Tal como apunta el Dr. Ezquerra, la planificación de recursos humanos de nuestro sistema sanitario ha brillado por su ausencia desde hace décadas e incluso podríamos llegar a afirmar que, en muchas ocasiones, se ha realizado una política de “antiplanificación” por parte de unas administraciones que se oponían (aún lo hacen hoy) a considerar las propuestas de racionalización procedentes de diversos ámbitos: político, sindical, organizaciones profesionales…

Hechas estas consideraciones, y siguiendo el esquema discursivo del artículo de Julián Ezquerra, es obvia la necesidad de plantear soluciones alternativas a la desastrosa situación actual. Es aquí donde discrepo con el autor cuando se muestra contrario a la laboralización en el ámbito sanitario y propone la pervivencia del sistema estatutario actual. Por supuesto que habría que descentralizar al máximo posible las convocatorias de plazas, pero ello parece incompatible con el sistema de concurso-oposición.

Tampoco creo que el sistema de traslados sea adecuado para responder a la diversificación de necesidades de perfiles profesionales de los distintos centros y servicios. Creo que es necesario proceder a una laboralización total de los profesionales sanitarios respetando los principios señalados antes y en el marco de convocatorias de plazas por parte de cada entidad, grupo de elles, o centro y servicio.

La conjunción de políticas restrictivas de servicios públicos junto con la rigidez del sistema actual de concurso-oposición, fuente de problemas sin fin tanto en el diseño de baremos y pruebas de examen como en la resolución de las abundantes reclamaciones por parte de los aspirantes a plazas (que tardan años en resolverse y paralizan, a veces sine die, la toma de posesión de los adjudicatarios) son factores que se usan como justificación para el freno de las administraciones autonómicas a la hora de realizar convocatorias de plazas, y es precisamente esta situación la que propicia las irregularidades que impiden sistemáticamente cumplir con los cuatro principios señalados antes y, simultáneamente, incrementan la precariedad laboral de los profesionales, su desmotivación y, lo que es aun peor, su desesperanza ante un futuro que visualizan como negativo.

Tampoco hay que olvidar que los concursos-oposición centralizados a nivel autonómico o estatal (sistema MIR) intentar evitar la tentación de sucumbir al amiguismo trifásico que muchos consideran como inherente a nuestra cultura mediterránea. Posiblemente la llave de la solución al problema se encuentre en establecer un mecanismo de convocatorias y coberturas de las plazas que combine tres factores, a mi juicio, esenciales:
  • Garantía de los cuatro principios señalados antes en estas líneas y en el articulo del Dr. Ezquerra
  • Autonomía de los centros y servicios para poder tipificar las plazas y seleccionar a los profesionales que se adapten de la forma más estrecha possible a sus necesidades y características concretes
  • Agilidad en los procedimientos de convocatoria, resolución y cobertura para impedir la eternización actual de los concursos-oposición centralizados, una de las fuentes indudables de la precariedad laboral que vienen sufriendo desde hace ya muchos años nuestros profesionales sanitarios.

Es posible que muchos piensen que conseguir los objetivos anteriores es utópico en nuestro medio. Yo estoy convencido de que se pueden alcanzar. Para ello necesitamos que nuestros decisores políticos tengan voluntad clara de solucionar el problema y que se dejen asesorar por aquellos expertos que conocen las claves técnicas para abordarlo.