Este tema es controvertido, seamos sinceros. Es una cuestión que sale fuera del análisis puramente técnico. Es como decir, ¿qué es mejor, ser de derechas o de izquierdas? No hay una respuesta objetiva a eso. Por ello voy a dar mi opinión en este artículo, mi humilde opinión, sin querer sentar cátedra ni pretender tener la verdad absoluta.

En primer lugar, para los que no sepan de qué estamos hablando, centraré el tema: la Sanidad pública en España se puede gestionar actualmente de dos formas. La primera, llamada gestión directa, consiste en que la propia administración autonómica sea la que gestione directamente el departamento de salud, con su hospital y centros de salud. La segunda, llamada gestión indirecta, es llevada a cabo por una empresa o fundación. Conozco ambos modelos de gestión, pero en este artículo quiero hablar de la gestión indirecta en el Departamento de Salud de Torrevieja, dirigido por la empresa Ribera Salud.

Podría decir muy buenas cosas de Ribera Salud, como que tuvieron mi currículo en cuenta para encargarme el puesto de jefe de Servicio de Pediatría que desempeño. Hicieron un esfuerzo, de verdad, porque pensaban (y creo, piensan) que tenía talento, y buscaron las condiciones adecuadas para que me incorporara a su proyecto. Y pensaréis que esto es lo habitual, ¿verdad?

Esto, en gestión directa, simplemente es impensable: Da igual lo buen profesional que uno pueda ser, de su trayectoria profesional o de investigación. Simplemente, no es “importante”. Uno se podrá presentar a jefe de Servicio si tiene una plaza en propiedad (de oposición), cosa que puede ocurrir (o no) pasados 15-20 años tras terminar la especialidad. Eso sí, siempre que uno haya seguido los pasos adecuados, lo que implica, por ejemplo, no irse al extranjero o trabajar como médico en la medicina privada (cosas que no tienen valor para sumar puntos en una oposición). Quizá es algo complicado de entender, pero los que trabajan en Sanidad, saben de lo que hablo.

Podría decir también que Ribera Salud se preocupa de mi formación, que me financia cursos y másteres para que siga mejorando mis conocimientos, que redundarán en una mejor atención hacia mis pacientes y una mejor gestión de mi equipo. Esto, en gestión directa, es una ironía: Apenas te puedes apuntar a algún curso de la Escuela Valenciana de Estudios de la Salud y, para de contar. Si quieres acudir a un curso o hacer un máster, pues te lo pagas.

La formación de los sanitarios es un asunto extremadamente sensible. No podemos parar de formarnos en nuestra vida, ya que la Medicina evoluciona día tras día. Como profesional, e incluso como paciente, me parece arriesgado que un equipo de profesionales deba buscar financiación para formarse y actualizarse... Lo que en algunos casos ocurre en la gestión directa es que los profesionales tiran la toalla pasados algunos años de ilusión.

Y, por último, por no extenderme y resultar aburrido, me gustaría hablar del modelo de incentivos de Ribera Salud. Este modelo valora que el profesional aplique, durante la totalidad de su jornada laboral, tanto la eficacia como la eficiencia a la hora de ver los pacientes. Se atenderá a los máximos posibles siempre de la mejor manera posible. Y, finalmente, esto se verá recompensado. En gestión directa, esto ni se prioriza ni se controla debidamente. Y así funciona. Si se pueden citar 12 pacientes en una agenda, mejor que 14. Si no caben, pues para otro día, u otro mes. Así van las demoras, las listas de espera... No existe motivación. La gestión del día a día está demasiado alejada entre los gerentes y los profesionales que atienden pacientes.

En fin, como dije al principio, esto es tan sólo una opinión personal, parcial como todas lo son, pero hecha desde la experiencia de un pediatra que ha trabajado en la Sanidad pública de gestión directa y de gestión indirecta, tanto en España como en el extranjero, que también ha trabajado en la Sanidad privada, y que cree sinceramente que la gestión indirecta, bien llevada, es mucho más beneficiosa tanto para los profesionales como para los pacientes.