La Revista

Javier Santamarta hace un repaso en 'Siempre estuvieron ellas' por los problemas que soslayaron las primeras médicos

Los obstáculos de las mujeres médicas: así eran las "doctores con falda"
Dolors Aleu Riera, primera médico en abrir consulta propia.


27 dic. 2018 9:10H
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POR BORJA NEGRETE
"Felicitamos por adelantado a los enfermos que fíen la curación de sus dolencias al nuevo doctor con faldas". Con estas palabras se refiere El Liberal, uno de los periódicos más progresistas del siglo XIX, a Dolors Aleu Riera, la primera médico en abrir consulta propia y ejercer la Medicina en la Historia de España. 

Este acontecimiento tuvo lugar en 1882, tras grandes esfuerzos y dificultades, como relata Javier Santamarta en su libro Siempre estuvieron ellas, donde dedica un capítulo a narrar los obstáculos que tuvieron que superar las primeras doctoras. La primera barrera de cristal que hubo que romper fue la que impedía a las mujeres estudiar en la universidad. Quien protagonizó esta hazaña fue Concepción Arenal, sin cuyo sacrificio hoy no habría doctoras en el sistema nacional de salud. 

Elena Maseras.

Arenal quiso estudiar Derecho en 1841 y para ello tuvo que disfrazarse de hombre. Se cortó el pelo, se puso levita, pantalones, sombrero de copa y una capa para poder asistir a las clases de la Universidad Central de Madrid. Al descubrirla, el rector permitió que asistiera a clases dado los buenos resultados académicos que había logrado, aunque, eso sí, solo como oyente.

Apartada del resto de alumnos


Una vez traspasada esa primera barrera, la primera mujer que dio el paso para estudiar Medicina fue Elena Maseras, una catalana perteneciente a una familia de larga tradición en el sector médico. Por aquel entonces (1872) la ley no decía nada sobre la posibilidad de que las mujeres estudiasen carreras universitarias. Maseras intentó aprovechar ese resquicio legal para poder hacer Medicina.
 

Elena Maseras necesitó un permiso del rey Amadeo de Saboya para poder estudiar Medicina


Tuvo que ser el mismísimo rey, Amadeo de Saboya, quien concediera un permiso real a Maseras para poder acudir a la universidad. No obstante, ni siquiera el permiso real le habilitaba para poder ir a clase como una alumna más. Tuvo que estudiar de forma privada, pese a estar matriculada. Su excelente rendimiento llevo a los catedráticos Juan Giné y Partagás y Narciso Carbó y Aloy a introducirla en el aula junto al resto de estudiantes. 

A su entrada en clase, el resto de alumnos rompió a aplaudir. Habían pasado tres años desde que Maseras pudo estudiar como una alumna más. Sin embargo, los prejuicios seguían presentes, como demuestra el hecho de que tuviera que sentarse en la tarima, alejada de sus compañeros, al lado del profesor. Elena Maseras acabaría la carrera en 1878, aunque sus esfuerzos no lograron que le permitiesen ejercer como médico. 

Con escolta a la universidad


Título de Medicina de Dolors Aleu.

A pesar de ello, abrió la puerta para que otras mujeres estudiasen Medicina, siendo la siguiente en la lista Dolors Aleu Riera, que entró dos años después en la universidad. Hija de Joan Aleu, farmacéutico, gobernador general de Cataluña, teniente alcalde de la Ciudad Condal y jefe de la Policía municipal, lo tuvo menos difícil que se antecesora.  

A su entrada a la facultad, algunos exaltados le lanzaron piedras, y su padre tomó la decisión de ponerle dos escoltas, que le acompañarían hasta el final de los estudios. De la misma forma que a Maseras, los compañeros de pupitre de Aleu aplaudieron a su entrada en clase. Aleu se licenció con la calificación de excelente, convirtiéndose en la primera mujer a la que permitieron ejercer la Medicina en España. 

Especializada en Ginecología y Medicina Infantil, su consulta de Barcelona fue todo un éxito, pues, dada la época, cientos de mujeres preferían ser tratados por una mujer que por un hombre extraño.  

El protocolo de la tesis... para mujeres


La tercera pionera fue Martina Castells, también catalana, que fue la primera mujer en obtener el doctorado en Medicina con una tesis titulada Educación física, intelectual y moral que debería darse a la mujer para que contribuyese en grado máximo a la perfección y la dicha de la Humanidad, un estudio que es una reivindicación del papel femenino, llegando a relacionarlo con la felicidad de la Humanidad. 

Martina Castells.

Cabe destacar que Castells no lo tuvo fácil, a pesar del camino abierto por sus dos antecesoras. Valga como ejemplo lo que sucedió tras defender su tesis. El protocolo marcaba en aquella época que el tribunal debía abrazar al nuevo doctor tras la defensa de la tesis, cosa de la que se prescindió en este caso al ser mujer Castells.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de mujeres colegiadas ha superado por primera vez en la historia de España al de hombres al situarse en 127.979 colegiadas, por los 125.817 colegiados. Esta realidad ha sido posible gracias a figuras como Concepción Arenal, Elena Maseras, Dolors Aleu y Martina Castells, y aunque queda camino por recorrer, su legado ha sido imprescindible. 
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