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17 mar. 2023 18:59H
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MADRID, 17 (EUROPA PRESS)

Alrededor del 17 por ciento de las mujeres con infertilidad sin causa aparente también presentan variantes genéticas conocidas como causantes de enfermedades, desde afecciones comunes como las cardiopatías hasta problemas poco frecuentes como la ELA, según un estudio realizado por investigadores del Colegio Médico de Georgia (Estados Unidos).

Esta investigación, publicada en la revista científica 'New England Journal of Medicine', es la primera que identifica una mayor prevalencia de variantes genéticas causantes de enfermedades en mujeres con infertilidad inexplicada.

El equipo planteó la hipótesis de que las enfermedades genéticas crean una predisposición a la infertilidad y a las enfermedades médicas subsiguientes, y sus hallazgos corroboran ese vínculo. Se ha observado, por ejemplo, que las mujeres con infertilidad tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.

"Se conocía la relación con las enfermedades, pero lo que no se sabía era si había una conexión genética. Ese era el objetivo de este estudio", ha detallado el líder de la investigación, Lawrence C. Layman, endocrinólogo y genetista reproductivo.

Los investigadores señalan que, aunque aún no se han establecido vías comunes claras entre la infertilidad y afecciones como las cardiopatías, "una asociación sólida entre infertilidad y enfermedad futura puede ayudar a la detección precoz, el asesoramiento genético y la intervención". La fertilidad podría ser, en efecto, un "biomarcador" de futuras enfermedades médicas.

Secuenciaron los exomas, que contienen las regiones de los genes que codifican proteínas, de 197 mujeres de entre 18 y 40 años con infertilidad inexplicada, un porcentaje que comprende alrededor del 30 por ciento de las mujeres infértiles, para buscar variantes en genes que se sabía o se sospechaba que causaban enfermedades.

Así, descubrieron que el 6,6 por ciento de las mujeres estudiadas presentaban variantes en 59 genes denominados "médicamente procesables", lo que significa que es probable que causen afecciones como cardiopatías y cáncer de mama, pero que existen intervenciones, médicas y/o de estilo de vida, que podrían eliminar o al menos reducir su riesgo. En comparación, alrededor del 2,5 por ciento de la población general presenta variantes de estos genes.

Un 10 por ciento adicional de las mujeres tenía variantes genéticas conocidas por causar enfermedades para las que poco o nada puede hacerse para mejorar el problema, como la enfermedad de Parkinson, según Layman.

Encontraron 14 variantes de los genes médicamente procesables en 13 de las mujeres; una mujer tenía dos variantes. Las más comunes fueron las que contribuyen a las enfermedades cardiovasculares y al cáncer, las dos principales causas de muerte en el país.

Entre ellas había variantes relativamente conocidas, como cuatro mujeres con variantes de BRCA1 y BRCA2, asociadas a un alto riesgo de cáncer de mama o de ovario. Seis mujeres presentaban variantes en cinco genes relacionados con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, como la predisposición genética a niveles elevados de colesterol y ritmos cardiacos irregulares, algunos de los cuales pueden ser letales.

Una mujer tenía una variante en el gen MYH11, asociado a un mayor riesgo de rotura de la aorta, el mayor vaso sanguíneo del cuerpo. También se encontraron numerosas variantes raras de significado incierto en los genes de acción médica.

Otros conjuntos de datos comparativamente más amplios que representan mejor a toda la población, como los 50.000 del Biobanco del Reino Unido y los casi 22.000 de la red eMERGE, financiada por el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de Estados Unidos, arrojaron porcentajes del 2 y el 2,5 por ciento respectivamente.

Esto se traduce en un aumento de aproximadamente el triple de variantes en genes médicamente procesables entre las mujeres infértiles en comparación con la población general, afirma Layman.

Además, hallaron 20 variantes en otras 21 mujeres en genes asociados con afecciones que probablemente no podrían mitigarse, como un riesgo drásticamente mayor de desarrollar ELA, o enfermedad de Lou Gehrig, que provoca pérdida de masa muscular, y poliquistosis renal, que en última instancia requerirá diálisis y/o un trasplante de riñón, un hallazgo que requiere más estudio, escriben Layman y sus colegas.

En total, alrededor del 17 por ciento de las mujeres con infertilidad inexplicada presentaban variantes que se sabe que causan o se sospecha que causarán una futura enfermedad. Los autores señalan que es probable que sus hallazgos sólo sean relevantes para este grupo de mujeres.

Aunque se necesitan más estudios antes de recomendar pruebas genéticas a todas las mujeres o varones con infertilidad inexplicada, los investigadores afirman que sus hallazgos respaldan la idea de que la mayor incidencia de problemas médicos futuros en estas mujeres puede tener un componente genético.

Por el momento, las pruebas genéticas en la infertilidad se realizan de forma selectiva, por ejemplo si el problema sospechado apunta a una causa genética, como que un varón no tenga espermatozoides, lo que puede indicar un síndrome de Klinefelter, en el que los varones nacen con una copia extra del cromosoma X que resulta de un error genético aleatorio.

"En la actualidad no realizamos pruebas genéticas porque no existen pruebas fehacientes que las justifiquen y porque no las cubre el seguro", ha explicado Layman.

Su nuevo estudio aporta más pruebas de que podría ser necesario plantearse la realización de pruebas genéticas dentro de un puñado de años si los hallazgos se mantienen. "Tenemos que estudiar a mucha más gente y otras personas también tienen que hacerlo", ha explicado Layman.

Según el investigador, otro aspecto que debe estudiarse más a fondo es si algunas de las variantes genéticas pueden ser causa tanto de infertilidad como de enfermedad. Por el momento, las únicas variantes que le resultan familiares y que parecen desempeñar un papel en ambas son las BRCA 1 y 2, causantes del cáncer, porque también intervienen en la meiosis, que es importante para la formación y el funcionamiento de los espermatozoides y los óvulos. Además, ambos intervienen en la reparación de roturas de doble cadena en el ADN, lo que se ha relacionado con el envejecimiento de los ovarios y el riesgo de cáncer.

Otra es una variante que provoca una menopausia precoz, lo que se sabe que aumenta el riesgo de cardiopatías, porque el estrógeno se considera protector del sistema cardiovascular femenino.

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