Los profesionales de la salud no son ajenos a los estigmas propios de la enfermedad

El VIH sigue siendo un estigma entre los propios profesionales sanitarios
El VIH sigue siendo un estigma entre los propios profesionales sanitarios. (Imagen diseñada con IA).


30 nov. 2024 18:50H
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A pesar de los extraordinarios avances enfocados a su contención, el VIH, germen del sida, sigue siendo una amenaza real a la que los profesionales sanitarios, por supuesto, no son ajenos. Médicos, enfermeros, técnicos y otros trabajadores que a lo largo de su carrera o su vida se pueden ver expuestos a este tipo de virus, y, por consiguiente, al estigma que aún les persigue. De puertas para adentro de un hospital, este sentir puede manifestarse de muy variadas formas, aunque la mayoría confluyen en un mismo punto: el temor a ser rechazado.

“Entre los sanitarios sigue habiendo bastante carga de miedo a la ‘revelación’, a que el resto de compañeros se enteren de su condición de tener VIH”, apunta Lucio J. García Fraile, miembro de la Junta de SEISIDA (Sociedad Interdisciplinaria del Sida) y facultativo en el área de enfermedades infecciosas del hospital madrileño de La Princesa, en el Día Mundial del Sida. Este sentimiento se acentúa dado el hecho de que, por mero “pragmatismo y logística”, los propios profesionales tienden a ser atendidos en los centros en los que trabajan.


"Los pacientes con VIH verbalizan ese entorno de rechazo en el que viven"



En palabras de García Fraile, son muchos los pacientes de sida que “verbalizan ese entorno de rechazo”. Este fenómeno no solo ocurre en su día a día sino también en el ámbito de la sanidad: “A veces lo viven cuando se les niega un tratamiento en el dentista, o cuando en procedimientos quirúrgicos se les retrasa su turno programado hasta dejarlos en último lugar”, explica.

El "simbolismo" del doble guante


En este sentido, sostiene que en ocasiones son los propios médicos, enfermeros y demás sanitarios quienes incurren en prácticas ‘agresivas’ y sin fundamento hacia los pacientes de VIH. Por ejemplo, al usar el doble guante (algo “muy simbólico”, reconoce el facultativo) pese a que “no hay ninguna guía que indique se reduce el riesgo en procedimientos rutinarios”.

Lucio J. García Fraile, facultativo en el área de enfermedades infecciosas en La Princesa


“Estas medidas se plantean partiendo del prisma de que todo el mundo es potencialmente transmisible, pero no hay ningún fundamento real para aumentar las medidas en casos rutinarios”, reitera.

Un "desafío" a los prejuicios del VIH


Son reminiscencias de aquellos prejuicios que imperaban en los años 80, cuando se describió por primera vez el virus de inmunodeficiencia humana. Una década después, el reconocido inmunólogo y político italiano Fernando Aiuti desafiaba a la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) dando un beso en la boca a una paciente seropositiva para demostrar que el contagio no se producía por esta vía.

No obstante, el dirigente de SEISIDA subraya que ese trato “diferencial”, o al menos el miedo al mismo, sigue imperando incluso entre las plantillas del Sistema Nacional de Salud (SNS). “Existe una serie de condicionantes que generan una huella negativa en las personas con VIH, y eso estimula también que haya tratos discriminatorios hacia ellas”.

Falta de formación para tratar a personas con VIH


Lo cierto es que este tipo de comportamientos están documentados. Según un reciente informe del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC),  hasta un 8 por ciento de los sanitarios evita el contacto físico con pacientes con VIH y un 26 por ciento de ellos utiliza ese doble guante para tratar a las personas con este virus.

El estudio sostiene además que muchos profesionales no disponen de conocimientos "correctos" sobre la prevención y transmisión de esta enfermedad. "En términos de entornos laborales, el personal que trabaja en centros comunitarios mostró el mayor porcentaje de conocimientos correctos sobre los métodos de prevención del VIH, seguido por el personal que trabaja en hospitales. Por el contrario, los trabajadores de los centros de Atención Primaria y las clínicas dentales mostraron niveles más bajos de conocimientos sobre la transmisión y la prevención del VIH", detalla.

Para evitar contribuir a esta estigmatización, sostiene García Fraile, “lo primero es identificar el problema, no negarlo”, y posteriormente “el por qué” de este tipo de pensamientos. “Las personas no son ‘malas’ por naturaleza; lo que ocurre es que hay quienes han visto que se hacían así las cosas y a veces toca cuestionarnos por qué se hacen así y si verdaderamente aportan beneficioso o no”.
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